El PP está desarrollando un programa político extremadamente coherente y estratégico. Mienten mucho si, pero mentir forma parte de la coherencia del engaño, y el engaño es consustancial al expolio y la dominación que sus objetivos políticos plantean. Han trazado una hoja de ruta que va a desmontar todas las bases del Estado del Bienestar. Ellos sí que no dudan ni por un momento de la existencia de la lucha de clases, de que vivimos en un mundo de recursos finitos o de que la religión es el opio del pueblo. Solo que ellos quieren ganar la lucha, quieren acaparar los pocos recursos que quedan y usar la religión en su beneficio. Es gran parte de la izquierda la que duda, o niega, la lucha de clases, la que sigue creyendo que el bienestar vendrá del crecimiento o que la religión puede tener otros usos. El PP sabe que la unidad de España es fundamental para los intereses de las clases dominantes, la izquierda se agarra al centralismo llamándolo federalismo.
El PP sabe que la sanidad y la educación públicas son máquinas de igualdad social: la izquierda cuando gobernó ha permitido y subvencionado la escuela religiosa privada y coqueteo con la gestión privada de la salud. La derecha sabe que el Estado de Derecho es un obstáculo para su hegemonía y lo ataca; la izquierda no lo defiende como una conquista por qué cree que es un “invento burgués”. Entre el supuesto pragmatismo del socialismo liberal y la inanidad del antipoliticismo pretendidamente radical, cruza el AVE ideológico que es hoy el gobierno del PP. Ellos saben que es el momento de reforzar los perfiles ideológicos no de ambigüedad y neutralidad como cierta izquierda proponen como virtud. Cuando se les toca el más mínimo de los privilegios muerden; cuando arrasan nuestros derechos nos dividimos.
Ellos son materialistas, no se creen sus propios cuentos como la izquierda, y conocen que las condiciones materiales determinan la forma de vida y de pensamiento. Por eso diseñan condiciones materiales que favorecen la precariedad, la incertidumbre y con ello consolidan y expanden la desigualdad. Mientras, la izquierda anda liada con la utopía o con la quincalla cultural posmoderna. El gobierno del PP cada día achica más el campo de batalla de la “guerra cultural” y no deja ni un sólo metro por ocupar desde el cine a la TV, el teatro o el deporte, la ciencia o la libertad en la red. La izquierda en el mejor de los casos resiste, nunca ataca.La realidad es la misma para todos sólo que la derecha usa microscopios de alta precisión y la izquuierda calidoscopios de colores, así nos va.
La derecha piensa, rememorando a Dostoievski, que si la revolución no es posible, todo está permitido. La izquierda ha dimitido de cualquier vocación revolucionaria por que piensa o bien que es imposible o bien que es indeseable. Ellos no tienen miedo, confían y persiguen la victoria. Nosotros y nosotras estamos asustados, no tenemos confianza en nuestras posibilidades y solo aspiramos a minimizar la derrota. Pero todo esto no tiene que ser así siempre, saberlo es el primer paso para que así no sea.