Marcos Quijada.
Imaginemos que todo lo ocurrido en el PSOE tiene una hoja de ruta definida. No me creo que semejante operación de fontanería, con las manos trapicheras que la leyenda urbana cuenta que tiene ese partido, no tuviera previsto hasta el plan c de la defenestración de Sánchez. El poder sabía que hincado ese diente, sacaba tajada. Alguien de Ferraz, imagino, que a estas horas pensará que todo ha salido a pedir de boca y que, ante tan magna tragedia, toca arar los territorios sanchistas y esparcir la sal.
Todos estamos un poco escandalizados, o mucho, y estamos en el tiempo de las cábalas, las conjeturas y del ahora qué. Asistimos atónitos al espectáculo que aún nos muestra el campo de batalla, es algo así como la visita tras una enorme tormenta para ver el daño causado. Analizar el papel traidor de Pradas o Micaela Navarro, foto fija junto a Pedro Sánchez estos años, la fontanería de cloaca de Felipe, el viraje de Puig o la ambición desmedida de Susana Díaz son elementos que explican lo pasado y retratan en manos de quién ha quedado el partido.
No sé qué pensaran los fontaneros del proceso pero hay que analizar con qué mimbres se cuenta para hacer el camino. Es sintomático que el gobierno conociera con mucha antelación lo que los críticos iban a plantear y esto da pie a pensar en la teoría de la conspiración, en una especie de gran coalición a escondidas. Sin duda, esto sería lo mejor que le podría pasar al PSOE, pues cualquier otro escenario se presenta como dantesco.
Las dos únicas posibilidades de la realidad actual en España son la formación de gobierno, o terceras elecciones –no hay más- y en ambas el horizonte del socialismo español es pésimo. Una presidencia de Rajoy facilitada por una parte de la bancada socialista, cuando podrían haber tenido presidencia de su partido, para que continúe con las políticas de plomo de estos cuatro años y con un congreso por celebrar, puede ser parte de la puntilla que mande a la socialdemocracia española al rincón de los castigados con la mayoría de sus homónimos europeos, aparte de darle la razón a Pedro Sánchez sobre la pretensión de los críticos respecto a su defenestración.
Pero las terceras elecciones imagino que es un escenario que no contemplan ahora mismo los gurús electorales del partido, con un más que previsible gran batacazo en la mayoría de territorios de España y sin nadie con voluntad de encabezar, por mucho que culparan de ello a los destrozos de Sánchez. Alguien pensará que para descartar esta opción -puede que la peor de las posibles- obligatoriamente hay que entrar por la primera y abrir la mano a Rajoy, contentando a toda la parroquia del poder económico y mediático que ha estado detrás de la operación de derribo.
Pero puede ser que no. Y puede ser no porque en este combate interno el PSOE ha entregado la baraja y la decisión del juego a su oponente, perdiendo autonomía de decisión, haciendo que éstas dependan ahora más de Rajoy que del PSOE. Digo esto porque si los gurús demoscópicos del PP intuyen un batacazo tan enorme del PSOE que modifique la debilidad actual de un posible gobierno de Rajoy, quizás puedan decidir evitar la investidura y tirar por el precipicio a un maltrecho PSOE en nuevas elecciones a las que ningún dirigente aceptaría encabezar y de las que el PP sacaría gran tajada.