Portada / Andalucismo / Recordando un «contemporáneo»

Recordando un «contemporáneo»

cernuda

José Luis Garrido.

Luis Cernuda murió hace ya cerca de medio siglo, su obra se corresponde como pocas al concepto de soledad, la que con mayor autoridad moral lo representa de toda su generación, no hubo en sus libros ni exuberancia léxica, ni abundancia formal, ni riqueza temática, pero vida y escritura son en él inseparables, tras leer su obra, como la de Whitman, encontraremos siempre al hombre. También se acerca al medio siglo aquel extraordinario ensayo que Octavio Paz escribió tras su muerte “La palabra edificante”. Allí Paz marcaba las claves fundamentales de su obra y, lo más sorprendente en un trabajo breve y de urgencia, preveía y prevenía sobre sus peligros. No se equivocó, a finales de los ochenta Paz me reafirmó aquellos temores, y ya ha llovido. Recuerdo que charlamos sobre este poema, me aconsejó que lo hiciera recordar. Incluido dentro de su libro “Vivir sin estar viviendo”, libro donde a veces la sintaxis se vuelve complicada y artificiosa, de un deslavazado prosaísmo, más que el monólogo dramático o el estilo conversacional, la utilización de dimensiones o personajes, su recorrido elusivo (existe ya variada bibliografía sobre este poema), le interesó hacerme ver el espacio dramático e ideológico que introducía, el programa no metafórico, donde los materiales históricos y su dominio fracasaban (también el técnico) en el intento de progreso, en la necesidad que tiene el momento de llegar a la objetivación. Paz situaba este espacio dramático en ese contexto, el de la palabra del poema y la literatura a través de una alta objetividad y distancia que habrían el pacto ficcional (a la manera de E. Canetti), pero también pensaba, como Adorno, que la objetivización de la forma era algo quimérico, la elaboración del discurso de este poema lo sustanciaba en el desenlace de un discurso dramático e ideológico; ese sueño superior del tiempo creador y reflexivo. En los tiempos que corren y haciendo caso al gran escritor mexicano les dejo con el poema.

UN COMTEMPORANEO

Le conocí hace ya tanto tiempo;
Déjeme que recuerde. Si la memoria
Falla a mi edad, cuando trata de imaginarse algo
Que en años mozos fuimos, aún más cuando persigue
La figura del hombre visto solo un momento.

Nunca pensé que alguien viniera a preguntarme
Por tal persona, sin familiar, amigos,
Posición o fortuna, viviendo oscuramente,
Con los gestos diarios de cualquiera
A quien ya nadie nombra tras de muerto.

Que de espejo nos sirva
El prójimo, y nuestra propia imagen
Observemos en él, mas no la suya,
Ocurre a veces. Quien interroga a otros
Por un desconocido, debe contentarse
Con lo que halla, aun cuando sea huella
Ajena superpuesta a la que busca.

Era de edad mediana
Al conocerlo yo, enseñando,
No sé, idioma o metafísica, en puesto subalterno,
Como extraño que ha de ganar la vida
Por malas circunstancias y carece de apoyo.

A esa ciudad había venido
Desde el norte, donde antes estuvo
En circunstancias aun peores; ya conoce
Aquella gente práctica y tacaña, que buscando
Va por la vida solo rendimiento
Y poco rendimiento de tal hombre traslucía.

Aquí se hallaba a gusto, en lo posible
Para quien no parecía a gusto en parte alguna,
Aun cuando, ido, no quisiera
Regresar, ni a varios conocidos
Locales recordó. Así trataba acaso
Que lo pasado fuera pasado realmente
Y comenzar en limpio nueva etapa.

No le vi mucho, rehusando,
A lo que entiendo, el trato y compañía,
Acaso uraño y receloso en algo
Para mi indiferente. Poco hablaba,
Aunque en rara ocasión hablaba todo
Lo callado hasta entonces, entero, abrupto,
Y pareciendo luego avergonzado.

Pero seamos francos, yo no le quería
Bien, y un día, conversando
Temas insustanciales, el tiempo, los deportes,
La política, sentí temor extraño
Que en burla, no hacia mí, sino a los hombres todos
En mi representados, fuera a sacar la lengua.

Lo que pensó, amó, odió, lo dejo indiferente,
Ignoro, como lo ignoro igual hasta de otros
Que conocí mejor. Nuestro vivir de muchedumbre
A solas con un dios, un demonio o una nada,
Supongo que era el suyo también. ¿Por qué no habría de
Serlo?

Su pensamiento hoy puede leerse
Tras la obra, y ella sabrá decirle
Más que yo. Aunque supongo
Tales escritos sin valor alguno,
Y aquí nadie se cuidaba de su autor o ellos.

Esta fama postrera no la mueve,
En mozos tan despiertos, amor de hacer justicia,
Sino gusto de hallar razón de entre nosotros
Los viejos, el estorbo palmario en el camino,
Al cual no basta el apartar, más el desprecio
Debe añadirse. Pues ¿acaso
Vive desconocido el poeta futuro?

Sabemos que un poeta es otra cosa;
La chispa que lo anima pronto prende
En quienes junto a él cruzan la vida,
Sus versos aceptados tal moneda corriente.
Lope fue siempre el listo Lope, vivo o muerto.

Tan vulgar como quiera será el vulgo,
Pero la voz del vulgo es voz divina,
Por estos tiempos nuestros a lo menos;
Y el vulgo era ignorante de este hombre
Mientras viviera, en signo
Que ignorará su póstuma excelencia.

La sociedad es justa, a todos trata
Como merecen; si hay exceso
Primero, con idéntico exceso retrocede,
Recobrando nivel. Piense de alguno,
Festejado tal dios por muchedumbres,
Por esas muchedumbres tal animal colgado.
Bien que ello nos repugne, justicia pura y simple.

Más eso no se aplica a nuestro hombre.
¿Acaso hubo exceso en el olvido
Que vivió día a día?. Hecho a medida
Del propio ser oscuro, exacto era; y a la muerte
Se lleva aquello que tomamos
De la vida, o lo que ella nos da: olvido
Acá, y olvido allá para él. Es lo mismo.

Publicado en: http://sluisspencers.blogspot.com/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *