Jorge Fernández Bustos
El flamenco, por derecho, está a punto de ser proclamado Patrimonio Oral de la Humanidad por la UNESCO. Debemos estar orgullosos por lo que nos toca. Es un derecho innegable que esta música de Andalucía, España y la Humanidad, como dice nuestro himno, sea reconocida como un monumento a la creación popular y a un estilo de vida muy particular. Porque el flamenco es un mundo que se extiende por el mundo. Al decir de muchos entendidos (¿de todos?), es una de las músicas más ricas que existen.
Puedo excusar a la Junta de Andalucía cuando en sus Estatutos reflejó el flamenco como materia exclusiva de su competencia con la idea de salvaguardar sus raíces, pero no perdono el intento interlineal de querer encasillar una música que es de por sí universal y mestiza, como dijo Sanlúcar. Puede que naciera en Andalucía y que echara los dientes en los rincones de nuestra tierra y que el folklore tradicional confluyera con la llegada de los gitanos y que germinara en una expresión tan categórica, pero, por suerte, el flamenco no cerró los ojos ni atrofió sus alas y, con el mismo arte, fue creciendo en Extremadura y en Levante y en Galicia y otros puntos. Para escuchar flamenco y tener oportunidades, para conocer todas las sensibilidades hay que ir a Madrid o aterrizar en Barcelona. Hay grandes flamencos en toda la geografía, en Toledo y en Pamplona y en Alicante y en Oviedo… Así, quitadme la etiqueta de “sólo andaluz”.
La península se impregna de sonios negros que traspasan nuestras fronteras enriqueciendo los rincones del mundo. Que le pregunten a los artistas, es un bautizo de fuego pasar por Japón, por Nueva York, por París, por Londres. Existen festivales prestigiosos en muchos países. Hay miles de academias de flamenco por todo el globo. Hay intérpretes, de la guitarra y del baile, que no tienen nada que envidiar. El cantaor David Sorroche, me escribía no hace mucho del norte de Europa, diciendo que había que ponerse las pilas, pues por allí se estudiaba flamenco con rigor y entusiasmo, y que una guitarra sonaba como si fuera del Camino. El padre de Dorantes, comentaba en una entrevista en Radio 3, que descubrió en Japón a un guitarrista apodado con su mismo nombre, ‘Pedro Peña’, que era capaz de reproducir a la perfección todos sus discos, incluso milimétricamente los fallos que se pudieran haber deslizado en la grabación.
Así, cuando el flamenco se ningunea, se margina, se aparta como una manifestación anquilosada de segundo nivel, cuando a propósito se oscurece su mundo, me revuelvo y me digo que llegará el día que echemos de menos no haber mimado a nuestro arte por antonomasia, que no hayamos respetado a sus intérpretes, que no hayamos cuidado su cantera. Y cuando tengamos que ir a ver buen flamenco a Luxemburgo, a Nueva York o a Milán, nos daremos cuenta que el universo es nuestro, pero la carrera espacial la hemos perdido.
El artíulo de Fernández Bustos me resulta interesante y en lineas generales apruebo lo que dice en él, quizas por mi origen valenciano y acostumbrado al mestizaje cultural del País Valenciá. En valencia también se hace flamenco y hay cantaores o cantadors que lo cultivan con relativo acierto y mucha honradez como, por ejemplo Carles Denia que es un buen cantador d,estil y hace un flamenco tradicional bastante bien: Soleas, martinetes, seguiriyas, . . .
Distingo entre el Flamenco llamado puro de raiz gitana y el resto de cosas que se hacen, en ocasiones desde el propio mundo gitano, como las rumbas, en calalunya y otros lugares de la geografia hispana. Pero la heterodoxia existe y hoy día hay buenos cantaores payos más alla de lo que supuso la marginación social y tragedia del pueblo gitano.
El floclore que se da en el Sur y el Levante permite recrear y fundir estilos que les son comunes. En el País Valenciá se canta y baila, ademas de la jota, el Fandango que para muchos flocloristas valencianos es el baile y cante nacional del País. Alli se cantan seguiriyas y seguidillas (dependiendo que la comarca sea mas manchega o más pegada a Alicante yMurcia), tambien se cantan peteneras y malagueñas, y en valenciano, siendo el llamado cant d,estil un cante afandangado, particularmente el conocido com l,u conectado con el fandango del sur. Hay mucha mezcla y raices comunes que van desde las distintas formas de fandangos hasta una pervivencia de algunas formas culturales moriscas o andalusies que a fín de cuenta tienen un origen común en el mediterraneo oriental.
Se que eso no es flamenco, pero defiendo una visión más amplia y universalizadora pues sí el Flamenco traspasa fronteras -interiores y exteriores- es porque resulta capaz de gustar a un público amplio y heterogéneo y no ayuda a clarificar los origenes del mismo si no reconocemos el común acerbo cultural que se ha dado y se da fundamentalmente entre el Sur y el Levante.
Seguro que el Flamenco es lo que es por la aportación vital del Pueblo gitano a ese folclore preexistente y pienso, modestamente, que ha habido un cierto paralelismo en su desarrollo y estandarización con otras formas de cante, musicales y/o de bailes con el surgimiento de las tecnicas de grabación sonora que ha permitido su recreación hoy día, pues creo que la sola tradición oral no lo habría logrado ni tampoco la persistencia de la exclusividad flamenca al pueblo gitano.
¿Que el «flamenco no cerró los ojos ni atrofió sus alas» por el hecho de que el españolismo lo ha intentado deslocalizar para usarlo como elemento de consumo, convenientemente mercantilizado y prostituído, sirviendo como elemento de uniformización cultural de esa ficción que llaman «España»? ¿Considera, Sr. Jorge Fernández, que una cultura localizada, como por ejemplo, los verdiales o el euskera, por el hecho de no haber sido explotado comercialmente está «atrofiado»? ¿Está atrofiada la tortilla de patatas frente al universal Mac Burguer? ¿Son «universales» y loables los espectáculos de flamenco-porno que se pueden ver en Madrid u otras ciudades del Estado?
¿Que «puede que naciera el flamenco en Andalucía»? Ah, ¿lo pones incluso en duda? Este es el artículo más absurdo y estúpido que he leído en bastante tiempo.
La forma más fuerte de alienación del flamenco consiste en su reducción a una forma musical o a una forma artística; el flamenco es una experiencia humana colectiva (una cultura) radicalmente andaluza. No hay flamenco posible sin Andalucía ni fuera de Andalucía. Al igual que no hay jazz fuera de la negritud. Cuando un polaco hace jazz o es negro ( aunque sea de piel blanca) o no hace jazz. Sin Andalucía no hay flamenco, habrá expresiones musicales flamencas pero serán sólo un fantasma; el espectro objetivado de algo que fue y que ya no es. En términos hegelianos lo universal solo existe en y a partir de lo concreto que abierto crece sin dejar de ser concreto. En Madrid y en Barcelona no hay flamenco hay expresiones musicales mercantilizadas (espectáculos) que se dan allí como se `podrían haber dado a bordo de un nave espacial o en un crucero por el pacífico. Y si hay flamenco en Madrid o en Barcelona es porque hay andaluces y andaluzas en estas ciudades, como también los hay en Chicago o Dublin. Todas las expresiones musicales son universales porque son locales. Lo que es universal no es el flamenco, o la música dodecafónica o el jazz : lo que es universal ( planetario) es la humanidad. Y por eso podemos sentir, consentir y compartir todas y cada una de esas experiencias humanas colectivas sublimadas ( culturales). La veradera lengua andaluz es el flamenco, en sus infinitos códigos y resgistros, rituales y contramundos se ex`persa la epopeya andaluza entre la taquiyya y el barroco, entre la tierra y la metafísica, entre el dolor y la misericordia
El intento de universalizar particularmente al flamenco, como se hace en este artículo, no es nuevo y forma parte de una estrategia de expolio cultural contra Andalucía basado en el control y explotación de los intereses mercantiles que se derivan del éxito comercial de alguna de las expresiones musicales flamencas. Por la red se difunde continuamente sospechosas estupideces que afirman que el centro del flamenco es Madrid o Barcelona. La conversión del flamenco en un bien de consumo mercantil, economía cultural, requiere de su desradicalización (eliminando su radicalidad popular original y su radicación, no menos original, andaluza). Así es posible convertir la tragedia colectiva y anónima de un solea de Triana en una manufactura emocional global como las hamburguesas de los McDonald. La globalización mercantil requiere de la banalización generalizada que en el caso del flamenco consiste en despojarle de su carne y de su sangre, de su patria y de su matria de todo eso que es Andalucía.