Raúl Solís | La profundización democrática de las instituciones es una necesidad, pero solamente con regeneración no vamos a salir de la crisis. Sencillamente, porque países con mayor democratización de sus instituciones y liderazgos políticos también están siendo afectados por la depresión económica. Por el fallo de un modelo económico y social insolidario, depredador e injusto que permite que la fortuna de Emilio Botín pague un 3,5% de impuestos, treinta veces menos que cualquier persona trabajadora.
Sin embargo, no hay conferencia, reunión con amigos, tertulia televisiva o articulista que se precie que no haya encontrado en la regeneración democrática su secreto para salir de la crisis. No hablan de fiscalidad, ni de relaciones laborales, ni de crisis ecológica. Tampoco hacen mención a las 31 grandes empresas del IBEX 35 que tributan la mitad del PIB español en el extranjero.
Si quieres ser un líder social y/o político, no hables de Economía, dedícate a decir que los partidos políticos españoles no son democráticos, a repetir que los políticos no te representan, a criticar la corrupción española –siendo grave, es 60 veces inferior a la italiana en lo que a dinero corrompido se refiere-. Arenga en contra de las comunidades autónomas, de los ayuntamientos, del sueldo de los políticos –el mismo que cobraban antes de que estallara la crisis-, no olvides tampoco de explayarte contra los sindicatos y, por supuesto, no te puede faltar un severo rapapolvo a las subvenciones que reciben los partidos políticos y aseverar que el sistema se ha quedado viejo.
Sin ir más lejos, para comprobar el grado de putrefacción y los réditos que da hablar de regeneración democrática y nada más, en Andalucía tenemos a José Antonio Rodríguez, el famoso alcalde de la localidad granadina de Jun. El afamado regidor local, ha basado su campaña política, para liderar el PSOE andaluz, en dos secretos mágicos: “bolsillos de cristal” y “abrir las ventanas de la Junta de Andalucía”. El modelo económico y social prefirió dejarlo para después.
No hay indignado que merezca la pena que no sea un experto en democracia participativa y que no conozca los entresijos de la democracia suiza. Quizás, estos indignados, regeneradores de la democracia, desconozcan que fue en un referéndum donde se aprobó que Suiza sea un paraíso fiscal apto para esconder dinero procedente de la corrupción y del crimen internacional.
La regeneración democrática debe ser el vehículo donde viaje el modelo social y económico, no la meta de todos los trayectos. De lo contrario, nos encontraremos con una democracia muy participativa en la que nadie participe porque, sencillamente, no habrá modelo social ni económico que proponer. El negocio de la regeneración democrática o de la democracia participativa se ha convertido en la conferencia estrella que sermonean muchos que no tienen otro tema del que hablar para tener notoriedad en el debate público, donde no te aplauden si hablas de Economía o de fraude fiscal, pero sales siendo un líder si afirmas que de la crisis sólo salimos con una ley electoral justa o con listas abiertas.
Democracia participativa, sí, por supuesto, pero como herramienta para construir un modelo social y económico distinto y no como mantra para que los oportunistas tengan su minuto de gloria. O su escaño de oro. Regeneración democrática, sí. ¿Y nada más?