La reivindicación de un espacio político que propugne como objetivo general una Andalucía verde y libre significa ante todo la comprensión de la política como perspectiva, es decir como acción del presente para el presente y para el futuro porque somos muy críticos con la situación actual, tanto de forma global como de Andalucía en particular, y consideremos necesario un escenario evolutivo de cambio profundo, de cambio radical, como exigencia de la racionalidad y del sentido común. La ausencia de perspectiva en política es una consecuencia de la aceptación acrítica de las bases estructurales del actual sistema capitalista globalizado. La política sin perspectiva hacia el futuro es pura gestión a cargo de políticos profesionalizados que tienen como motivación exclusiva sus propias carreras, el disfrute del poder o buscar vías rápidas para el enriquecimiento personal.
Por eso es tan importante sintetizar las grandes impugnaciones que realizamos al sistema actual que precisamente marcan nuestra perspectiva de cambio. La acción política con perspectiva es una permanente auto negociación entre el pragmatismo del presente y el impulso para liderar un rumbo determinado hacia el futuro.
La primera crítica es que el sistema ignora concientemente que el planeta es un sistema cerrado desde el punto de vista del intercambio de materia. La actual lógica de crecimiento continuo, impuesta por la necesidad de reproducción del capital, implica una rutina suicida (ecocidio) cuyas consecuencias económicas ya son evidentes tanto por el agotamiento de recursos no renovables como por los efectos del cambio climático. Esta impugnación estructural a la lógica interna del sistema tiene que ser la primera porque es de naturaleza física y no social como la restantes, es decir tiene un contenido objetivo y rígido frente al resto que al ser construcciones sociales tienen una mayor carga subjetiva y por tanto una mayor flexibilidad.
La segunda crítica es que el mercado ha colonizado la sociedad. Entendemos la sociedad como una manifestación singular de la cultura y cada cultura como la manifestación histórica de una sociedad, cuya autonomía se manifiesta en la construcción de una identidad basada en valores y bienes colectivos de naturaleza material e inmaterial. La lógica mercantil aplicada a la sociedad, el consumismo y la uniformidad están destruyendo los vínculos sociales gestados a lo largo de la historia que determinan las conexiones de solidaridad no sólo entre la ciudadanía actual sino también con las generaciones futuras a partir de una continuidad desde las generaciones que fueron. El andalucismo constituye una visión contemporánea del nacionalismo que pone el énfasis no su formulación política aislada (que sería una consecuencia) sino en la vinculación entre sociedad, cultura, economía y política catalizada a través de nuestro territorio.
La tercera impugnación al sistema es su desigualdad estructural. Históricamente la percepción de su desigualdad social estructural ha sido el gran argumento que ha sustentado la confrontación frente al mismo. La flexibilidad del sistema autonomizando el poder político, el fracaso de la alternativa de construcción socialista, el encapsulamiento del valor de la igualdad en las fronteras del Estado – nación y sobre todo el desarrollismo lo han desactivado en gran parte. Sin embargo la propia globalización, y su crisis, están desocultando esta realidad hasta el punto que parece obvio que sólo mediante una mayor igualdad podrá ser factible una salida civilizada ante las dificultades que se avecinan a medio plazo. Especial importancia tiene la igualdad de género para el cambio de modelo y la mejor organización de la producción sobre la base de la no especialización de las mujeres en el trabajo doméstico y el aprovechamiento del potencial cuidador de los hombres, para combatir la superpoblación, el envejecimiento poblacional o la pobreza en el mundo.
La cuarta impugnación es la debilidad del actual modelo de democracia producto de la dinámica y las necesidades del desarrollismo. Las personas y los Pueblos han sido desplazados del ejercicio real de la política tanto por el actual sistema oligárquico de partidos como por la despolitización y desorganización del cuerpo electoral. El desarrollismo de las últimas décadas ha mercantilizado el vínculo de la representación mediante un ilusorio contrato de orillamiento de la participación política efectiva a cambio de elevar los niveles de consumo, alzado como una nueva religión. Es necesario en este punto al menos cuatro horizontes: un nuevo modelo de democracia en el que la participación de la ciudadanía sea más efectiva; fuertes niveles de autonomía en los ámbitos territoriales con identidad cultural; la federalización (el pacto) democrática y cooperativa de los espacios estatales y la institucionalización democrática del ámbito global para hacer frente a los problemas globales y contrarrestar el gobierno mundial y fáctico de los mercados, especialmente de los financieros.
Sin embardo, estas impugnaciones al sistema se encuentran segmentadas actualmente tanto desde una visión funcional, ya que pertenecen a corrientes críticas de origen distinto, como desde el punto de vista de la acción porque aunque tienen aceptación en ámbitos científicos e intelectuales e incluso en determinadas actitudes individuales, apenas se trasladan al ámbito político. Este es precisamente el gran reto que, al menos requiere tres elementos: su concreción en el tiempo y en el territorio; la generación de un espacio político de participación y la interacción comunicativa con el conjunto de la sociedad.
Sólo unas notas sobre el primer elemento. Parece que hay una confluencia de las cuatro perspectivas tanto en el principio como en el final. En el presente todas confluyen en la reterritorialización como elemento central para la integración de la economía, el medio ambiente, la cultura, la sociedad y la política. En el futuro confluyen en necesidad de impulsar un horizonte postindustrial y postcapitalista.
La reterritorialización de la economía implica multitud de aspectos pero en todo caso es preciso señalar al menos dos de ellos: una necesaria relectura de las relaciones entre el campo y la ciudad y la eliminación de múltiples despilfarros, a costa de los bienes comunes y de la salud, la seguridad y renta de los consumidores, en los procesos intermedios entre la producción y el consumo, desde el transporte, energía, la logística, los intermediarios, etc. (Por cierto que ya las multinacionales están incorporando esta “racionalidad” a su publicidad como en el último anuncio de coca – cola).
Desde el punto de vista cultural implica un reapoderamiento de la sociedad sobre la producción, la tecnología y sobre su identidad. Desde el punto de vista de la igualdad permite la revalorización de los bienes comunes (tradicionales y de nuevo tipo), el apoyo a las empresas locales y la visualización tanto de las diferencias como de los mecanismos de solidaridad. Desde el punto de vista político, por último, significa la creación de espacios accesibles de participación y control del poder, ligados al tejido económico y a la identificación colectiva. Es decir, significa poner las bases para sociedades de dimensión humana y por tanto con capacidad para ejercer una soberanía real en un proceso de decrecimiento que minimice sus efectos sobre la ciudadanía. Sin duda, esta orientación es posible porque la actual tecnología, sobre todo internet, lo permite.
En conclusión una posición crítica con el sistema permite la perspectiva para la acción política, permite hacer política con mayúscula con la participación activa de la sociedad. La aceptación acrítica del sistema impide cualquier perspectiva de cambio y por tanto sólo necesita de elementos de diferenciación epidérmicos de los equipos gestores que se disputan la alternancia. La falta de perspectiva produce la politiquería, en la que participación ciudadana estorba y donde la corrupción forma parte consustancial del funcionamiento del modelo.
La falta de perspectiva en la acción política es la que ha producido no sólo la actual crisis sino la absoluta desorientación de los gobernantes sobre la misma. Se han buscado recetas del pasado y paralelismos imposibles con realidades históricas muy diferentes como la crisis de 1929 y sólo se ha conseguido frenar la recesión en los Estados mejor preparados (taponar la hemorragia) y entrar en una fase de turbulencias de incierto horizonte. Es la hora de una nueva forma de hacer política.
Magnífico