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Reivindicar la democracia frente a la oligarquía y el fascismo (primera parte)

Rafa Rodríguez

1.- Las mayorías sociales como agente del cambio

La fuerza de la democracia consiste en construir mayorías sociales para avanzar, en nuestro caso, en un cambio estructural en Andalucía y en España, contribuyendo a este objetivo en la Unión Europea (EU) y en el mundo, consolidando estructuras políticas densas y potentes frente al poder de la oligarquía económica, porque las transformaciones sociales solo son posibles desde amplias mayorías sociales, nunca desde posiciones minoritarias o marginales.

2.- La democracia como un todo

La democracia es mucho más que una estructura política, es un sistema de valores para la convivencia que maximiza la estabilidad de las relaciones colaborativas porque se basa en la igualdad y la distribución del poder.

Todas las manifestaciones de resistencia frente a la opresión y la explotación han tenido, a lo largo de la historia un componente de valores democráticos. Las conquistas y avances se han logrado desde la lucha por la democracia; los fracasos y derrotas han sido atroces cuando se ha disociado igualdad y democracia.

La democracia, que tiene como condición básica el sufragio universal, es una conquista reciente. Aún, la mayoría de la población mundial vive en Estados que no alcanzan los mínimos requisitos para ser calificados de democráticos.

El Estado democrático (sufragio universal), frente a lo que fue el Estado liberal (sufragio limitado), es un Estado representativo de los intereses generales, un espacio político autónomo, aunque encapsulado en su jurisdicción territorial, liderado por los sectores sociales que consiguen representar transitoriamente estos intereses generales, en función de los resultados electorales.

3.- El sistema de la disputa para la hegemonía: la valoración del voto

Para construir de manera efectiva mayorías sociales es necesario entender la acción política de los partidos, sindicatos y organizaciones sociales representativos de clases y coaliciones de clase en conflicto, como un proceso continuo en el tiempo desde territorios que tienen identidad propia pero que están articulados entre sí.

Un proceso continuo a través de un sistema coordinado, ya sea de forma explícita o implícita, que contiene multitud de elementos como la actividad parlamentaria e institucional, movilizaciones, acción diaria, elecciones, etc., con sus códigos claves: objetivos, propuestas programáticas, estrategia comunicativa, líderes y campañas electorales.

Quien entienda estos elementos como compartimentos estancos y no como un sistema que se retroalimenta en el tiempo y el espacio, no está cumpliendo su función de postularse como organización representativa de intereses sociales en conflicto.

Los procesos electorales son el centro de ese sistema coordinado porque el sufragio universal es el derecho conquistado que a su vez tiene la virtud de generar más derechos. Con el voto la ciudadanía legitima a los partidos políticos, entre diferentes proyectos, que van a ejercer el poder en su ámbito territorial, de forma transitoria hasta las siguientes elecciones, para defender de forma prioritaria los intereses de los sectores sociales a los que representa porque el que gobierna es el que tiene los instrumentos y la legitimidad para cambiar las cosas con normas de obligado cumplimiento.

Hay sectores de la izquierda que siguen teniendo un fuerte déficit democrático que, entre otras derivas, asumen prejuicios electorales como si las elecciones fueran algo contaminado de impureza y no el eje de la democracia, lo que los lleva a segmentar, a separar, los distintos elementos de la acción política.

El problema de fondo es el déficit democrático, un problema que además es una enorme barrera para construir mayorías sociales y que en la práctica provoca desarticular las formas de intervención política y arrinconar las campañas electorales a un corto espacio de tiempo antes de las elecciones sin solución de continuidad con el trabajo político desarrollado durante la legislatura y sin referentes, sobre todo marca electoral y candidadt@s, que sirvan de guía orientativa para el electorado durante toda la legislatura.

4.- El voto y los procesos electorales

Por eso merece la pena detenerse en una reflexión sobre el voto universal y los procesos electorales que tanto sacrificio social ha costado conquistar.

El sufragio universal (voto secreto, igual, directo y periódico, en libertad) se constituye en el centro del sistema democrático porque es el mecanismo político de agregación de las voluntades individuales que, a través de la confrontación política mediante reglas comunes, convierte a la voluntad mayoritaria popular en poder público legítimo, más allá de las discrepancias sobre las actuaciones particulares de los gobiernos.

El derecho de sufragio es el derecho constitutivo de la igualdad democrática y constitucional. A su vez, la igualdad, como base del sistema político democrático, es el resultado de la conexión entre el principio antropológico de carácter universal, la «dignidad» humana, y un principio político de carácter territorial, la participación dentro de un determinado territorio en la formación de la voluntad general.

Por esa naturaleza constitutiva de la democracia, el derecho de sufragio es el único derecho en el que coincide la titularidad y el ejercicio. De los demás derechos somos titulares como ciudadanos, pero los ejercemos como individuos. Los derechos están en la Constitución para que lo ejerzamos de forma personalizada e individualizada.

El derecho de sufragio es la única excepción. Nuestra individualidad se borra en el momento preciso en el que depositamos el voto en la urna (una vez en la urna nadie sabe de quién es el voto) porque es la única forma posible de construir la voluntad general, que es el motor de la democracia. En el momento de depositar el voto en la urna se produce la «cancelación» de nuestra individualidad y pasamos a ser «fracciones anónimas de un cuerpo electoral único que expresa la voluntad general» (Javier Pérez Royo). Inmediatamente después de depositado el voto en la urna, recuperamos nuestra individualidad para ejercer los derechos fundamentales de manera distinta a como los ejercen los demás.

Hoy, en la que todas las personas de izquierda tenemos la responsabilidad de defender la democracia contra esta nueva alianza entre la oligarquía tecnocrática y el fascismo para destruir la democracia como el gran obstáculo que les impide imponer una transición económica, social y política solo para unos pocos, sobre todo, estadounidenses, ricos, blancos, religiosos y machistas, privando de todos los derechos a la “población sobrante”, es de vital importancia la conexión fuerte entre democracia y transición ecológica para la justicia social donde nadie queda excluid@.

 

(*) La imagen corresponde a una obra del pintor Abraham Lacalle

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