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Réquiem por Rosa Le Pen

le penzitaAntes de que se celebren las elecciones generales del 20D, ya tenemos un primer titular: Rosa Díez termina su larga vida política de la peor de las maneras que nunca pudo imaginar: invisibilidad, traicionada, arrinconada, cabreada y siendo víctima de los mismos que la auparon y por la misma bilis que derrochó a lo largo de su carrera, especialmente al final.

Ella, que traicionó a sus compañeros del PSOE para montar un nuevo partido mientras aún era eurodiputada socialista, que era la más de lo más, la más moderna, la regeneradora de la democracia más afamada, la que pactó con nacionalistas vascos y lloraba desconsoladamente cuando el PSE rompió el pacto con el PNV, la a su vez enemiga de los nacionalismos periféricos, la esperanza de la ultraderecha española, la reaccionaria vestida de mujer progresista, la lengua afilada contra eso que llamaba «los viejos partidos».

Ella, que fue aupada e idolatrada por no pocos quincemayistas que creyeron que 40 años de escaño en escaño no son nada para regenerar la democracia, movida por los hilos de El Mundo y de su exdirector Pedro J. Ramírez, utilizada por el sector más ultra del PP asociado a Esperanza Aguirre, la esperanza blanca de Jiménez Losantos y la voz de los que no tenían miedo a decir “verdades como puños”.

Ella, una Agustina de Aragón del siglo XXI que vino a terminar de cumplir con el plan uniformador de Isabel La Católica, que fue hormonada en las encuestas hasta llegar a tener una intención de voto del 17%, que presumía de haber creado el partido de la tercera España, que hacía primarias cerradas y a dedo a las que llamaba “primarias abiertas a la ciudadanía”, que se alió con lo más granado del facherío patrio para cargar contra la izquierda española, fiscalizaba en Luxemburgo su europensión y que la organización germen de UPyD, Basta Ya, llegó a aparecer en los pápeles de Bárcenas sin que diera una explicación convincente hasta el momento, salvo que quien la criticara era directamente ETA.

Ella, hija de un sindicalista de UGT que fue víctima de Franco que se negó a condenar el Franquismo en el Congreso porque “no se pueden tejer relatos oficiales sobre un tiempo político determinado”, que no tuvo reparos en cargar contra los mismos sindicatos donde empezó su carrera política hace más de cuatro décadas.

Ella, que era la medida perfecta de todos los ingredientes necesarios para ser un buen político, ahora es una caricatura de sí misma: fosilizada, amortizada en solamente ocho años y traicionada por los suyos. Al igual que ella hizo cuando militaba en el PSOE, sus excompañeros de UPyD han usado sus escaños para pasarse a Ciudadanos y abandonar a su mentora, a aquella figura a la que no se le podía criticar sin ser tachado de enemigo de los cambios que prometía aquel primer discurso ‘ni de izquierdas ni de derechas’, debajo del cual se escondía un nutrido grupo de reaccionarios untados por los medios de comunicación más derechistas y centralistas de España.

Ella, que quería hacer de España una, grande y libre y que defendía un día la democracia y otro la dictadura. Ahí la tenéis, ya es el primer juguete roto de la indignación movilizada exclusivamente por la emocionalidad, del discurso oportunista que se aprovecha de la frustración ciudadana para pescar en todos los caladeros posibles. Rosa Díez, nuestra Rosa Le Pen, nuestra Isabel La Católica vestida de Armani, nuestra Lerroux del siglo XXI, la primera víctima de la teatralización de la política y de defender hoy una cosa y mañana, la contraria. Ella, que aspiraba hace sólo año y medio a serlo todo a cualquier precio, se despide después de haber prestado 40 años de servicio a ella misma, la única causa a la que ha sido fiel durante sus cuatro décadas de ver la vida pasar de escaño en escaño.

@RaulSolisEU

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