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«Resiliencia»

Por Antonio Manuel Rodriguez

La resiliencia mide la capacidad física de un material para recobrar su aspecto primitivo después de sufrir una deformación. Yo mismo tuve un coche con los laterales delanteros hechos de un plástico que soportaba con extraordinaria entereza los impactos. Exportado al ámbito de la psicología, la resiliencia mide la capacidad de una persona o grupo para sobreponerse a traumas vitales y proyectarse fortalecido en el futuro.

    Etimológicamente, resiliencia proviene del latín “resillium” que significa volver atrás. El concepto se integra en nuestro himno como una herida abierta entre el deseo permanente y la permanente insatisfacción: “los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos”. Sólo una vez llegamos a conseguirlo. Ocurrió el 4 de diciembre de 1977.
    Ese día, el pueblo andaluz derogó la letra de su himno como quien mata una utopía: haciéndola realidad. Porque ese día, los andaluces volvieron a ser lo que fueron. Libres. Conscientes de su memoria. Dueños de su destino. Pero durante un sólo día. Aquel 4 de diciembre los andaluces lanzaron una ráfaga de fuegos artificiales que inundó sus ojos de colores y esperanzas.
    Luego se fueron apagando lentamente hasta que un 28 de febrero de 1980 volvimos a ser lo que somos. El final de lo que Blas infante denominó era flamenca. Por eso algunos decidieron que fuera nuestro día oficial. Para mí y para muchos siempre lo será aquel 4 de diciembre. El día que Andalucía encarnó el paradigma de la resiliencia.
    Sin lugar a dudas, la tragedia que ha marcado para siempre la historia sentimental de nuestro pueblo fue la definitiva expulsión de moriscos y judíos. Desde entonces se instaló en el subconsciente colectivo una falsa identidad nacional española basada en el rechazo a la diferencia.
    Todos moros o todos cristianos. Una huella de racismo genético que han heredado nuestros hijos. Aquellos moriscos o judíos que aceptaron quedarse tuvieron que hiperbolizar su nueva condición católica y limpia de sangre para evitar la muerte. La resiliencia que demostraron permitió creaciones de tal excelencia como la transformación de la llamada íntima al salat en saeta: la epifanía doliente y pública del converso. La aceptación y la creatividad son las mejores armas del resiliente.
    Y Andalucía compuso con ambas su idiosincrasia. Es cierto que ha olvidado buena parte de su memoria consciente. Y también es cierto que la homogeneidad cultural impuesta por la globalización, pronto hará que pierda la inconsciente. Pero lo más imperdonable es que hayamos perdido nuestra capacidad innata de resiliencia por la simple apariencia de vivir bien. Si no sientes la opresión, no sientes la necesidad de resistir.
    El infausto 18 de febrero de 2007, el día en que dos de cada tres andaluces rechazaron o ignoraron su nuevo estatuto, marcó el final de este ciclo sin que se aviste el comienzo de otro. Sólo anestesia y más olvido. Hasta hoy. La pandemia económica nos ha caído a plomo y volverá a poner a prueba nuestro nivel de resiliencia: el material que compone el alma de Andalucía.
    Antonio Manuel es escritor, músico, jurista, profesor, y activista social, cultural y político. Doctor en Derecho y Profesor de Derecho Civil en la Universidad de Córdoba.

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