Pere Boix. Estábamos aún lamiéndonos las heridas por lo del retraso en la edad de jubilación, y en eso nos llegó Merckel.
Marcando el paso de ganso prusiano, la portavoz para Europa del mercado global ha venido a pregonar la idea (¿o es una orden?) de implantar un sistema de salarios variables vinculados a la productividad. Ello ha levantado inmediatamente el aplauso entusiasta de nuestros particulares partidarios de superar un sistema de convenios supuestamente “rígido y desfasado”. Convencidos como están, por la experiencia histórica reciente, de que convertir estas propuestas en norma sólo es cuestión de tiempo, se sienten confiados. Por la misma razón, los de a pie nos hemos puesto a temblar.
Hay, no obstante, quienes tienen la desfachatez de poner sobre la mesa preguntas impertinentes que cuestionan la unicidad de las pretendidas soluciones ortodoxas y abren el abanico a otras posibles alternativas. Por ejemplo: ¿se puede medir el impacto social y ambiental de la productividad? ¿hasta qué punto los niveles salariales se corresponden con la productividad social? ¿es aceptable pagar salarios altos por producir bienes o servicios con un impacto social o ambiental negativo? ¿por qué se pagan tan poco trabajos con un valor social elevado?
Un nuevo informe de la fundación británica NEF (New Economics Foundation) viene a introducir una vez más frescura intelectual en el anodino panorama del pensamiento débil neoliberal, pretendidamente único, desde el que los voceros del mercado global tratan de hurtar el debate social y someter la política a leyes económicas supuestamente “indiscutibles”.
Los autores del referido informe hacen una aproximación innovadora al valor del trabajo relacionando la remuneración de determinadas actividades profesionales con sus respectivas contribuciones a la sociedad. Para ello, cuantifican el valor social, ambiental y económico de diferentes roles valorando el retorno social de la inversión, bajo la hipótesis de que muchos de los trabajos mejor pagados nos benefician poco, mientras que otros peor pagados nos benefician bastante más.
Desde esta óptica han analizado 6 profesiones en el contexto sociolaboral del Reino Unido, tres con salarios altos (banqueros, ejecutivos publicitarios y asesores fiscales) y otras tantas con bajos salarios (personal de puericultura, personal de limpieza de hospitales y trabajadores de reciclaje de basuras).
De sus conclusiones se deduce que la actividad de los banqueros de la City londinense, una de las profesiones mejor pagadas del Reno Unido, genera un coste social gigantesco hasta el punto de haber puesto al sistema financiero global al borde del colapso. Otro de los colectivos profesionales bien pagados, como son los ejecutivos publicitarios, generan un elevado endeudamiento y una permanente disatisfacción personal derivada del fomento de insaciables aspiraciones consumistas. Señalan también los autores del informe cómo los beneficios sociales de la actividad de un asesor fiscal son por definición insignificantes, por cuanto su misión es justamente la de reducir en todo lo posible la recaudación de impuestos, minimizando así la disponibilidad de los fondos públicos destinados al bienestar colectivo. Según los cálculos realizados, estas profesiones pueden llegar a destruir entre 7 y 47 libras esterlinas por cada penique que generan y, a pesar de ello, quienes se dedican a ellas perciben sueldos astronómicos que pueden llegar hasta los 10 y 12 millones.
Vayamos al otro grupo de profesiones analizadas en el informe. Se valora que las personas que ejercen sus tareas en el sector de puericultura prestan un importante servicio de apoyo a las familias, permiten a padres y madres trabajar y favorecen las oportunidades de aprendizaje de los niños, todo lo cual genera un valor estimado global en beneficios sociales de entre 7 y 9,5 libras por cada libra que reciben como salario. Las limpiadoras de hospital, por su parte, juegan un rol vital en el sistema sanitario ya que, además de mantener limpio el hospital, contribuyen a alcanzar los estándares higiénicos que permiten conseguir óptimos resultados en salud, estimándose por ello que generan un valor social de alrededor de 10 veces su salario. Por último, la actividad de los trabajadores de reciclaje de basuras, que favorece la reducción de emisiones de carbono evitando la incineración y los vertederos, genera 12 libras de valor añadido por cada libra de salario.
Lógicamente el informe aboga por introducir la contabilidad social y ambiental tanto en la productividad como en el sistema de precios y, además, por definir un techo de salario máximo.
¿Propuestas alternativas? Haberlas, haylas. El reto es encontrar vías para (im)ponerlas en las agendas políticas.
* Artículo extraído de EQUO-Columnistas
dic22Allen Ciertamente me da la impresif3n de que quien retcada esta nota, no atendio muy bien a las clases del profe Estela en la PUCP. En esta oportunidad no voy a hacer referencia acerca del IGV, pues eso este1 en manos del Ministerio de Educacif3n y del Congreso, sin embargo, si me gustareda comentar algo acerca del ISC.Partamos de un par de definiciones para buscarle la lf3gica a la propuesta de una carga tributaria adicional. De acuerdo con la teoreda del consumidor, los gustos y preferencias son individuales, por lo tanto no es tarea simple que un tercero las valorice (a no ser de que este9 ref1ida contra la moral). Por otra parte, el Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) es una tasa que grava productos o servicios no indispensables para el sostenimiento y desarrollo de la persona; sobre la base de esto, cf3mo podemos etiquetar los gustos y preferencias de personas que asisten (en todo el paeds, ojo con esto porque el Perfa no es Acho) a un especte1culo que tiene casi 500 af1os de antigfcedad en el territorio peruano, y que en muchos casos es el eje de la festividad principal que identifica a una zona.Entonces sobre lo expuesto yo pregunto, es posible incrementar la carga tributaria a los especte1culos taurinos sf3lo porque un sector de la poblacif3n no les gusta?.