Gaspar Llamazares y José Mendi. EL PAÍS | En tiempos de desolación… mejor cambiar de rumbo. La derecha está destruyendo el sistema social surgido tras la II Guerra Mundial en el que, frente al igualitarismo sin libertades del “telón de acero”, se permitían ciertas libertades sin igualdad. Como muy bien define uno de los protagonistas de la excelente y recomendable película No: “se trata de que en nuestro sistema (capitalista) cualquiera puede ser rico, cualquiera, no todos…”. En ese juego tragicómico en el que unos pocos dejan creer a todos que pueden ser uno de esos pocos se sustenta la fuerza del actual sistema. Para ello los poderes económicos tuvieron que ceder a la presión de una mayoría que había conquistado, primero en la guerra y después en las calles y en las urnas, el derecho a una vida mejor a través del Estado del Bienestar. Los mismos pocos que crecieron y se hicieron más ricos con la guerra fría y otras contiendas más actuales no cejan en su voracidad. Se revuelven contra sus propios clientes convirtiéndolos en súbditos para tener más haciendo que los demás tengan y sean menos. Son los mercados, ese enemigo tan difuso y cercano a la vez como eran Los pájaros de Hitchcock, metáfora entonces del comunismo y ahora del capitalismo.
Cuando la dictadura de los mercados se alía con la política, que legitima su poder a través de las urnas, su capacidad de destrucción es devastadora. Destruye la economía, la sociedad, las personas y, por supuesto, la democracia. Esa es la aniquilación que está imponiendo la derecha del PP en España. Y en el momento en que una fuerza política se transforma de adversario a enemigo sólo cabe una solución: su derrota amplia, contundente, democrática y urgente. Muy urgente. Cada día que España pasa bajo el Gobierno del señor Rajoy la tarea de reconstrucción de los derechos y libertades es más colosal y exige más esfuerzo. Así que cuanto antes empecemos antes terminaremos.
Estamos convencidos de que estas ideas son ampliamente coincidentes entre votantes progresistas de muy diversas sensibilidades políticas y territoriales. Incluso pueden ser compartidas entre las fuerzas políticas que hoy nos oponemos al PP desde dentro y fuera del Parlamento. Y sin embargo nunca tanto acuerdo expresa respuestas tan diversas y contrapuestas entre quienes tenemos la responsabilidad de encauzar una alternativa como la que nos pide la ciudadanía indignada. De hecho las organizaciones políticas están preparando en clave interna los próximos escenarios electorales, ya sean los marcados en el calendario al uso o los derivados de un posible adelanto con las urnas.
En España podemos definir cuatro bloques, muy desiguales, dentro del actual sistema electoral. El espacio que representa IU, quienes se aglutinan en Espacio Plural-Equo, un bloque identitario alternativo-anticapitalista y otro que gira en torno al PSOE. Cada uno de estos actores está diseñando sus propios objetivos de rédito electoral y ninguno de ellos se considera capaz de derrotar al PP. Es más, en el seno de estas cuatro opciones se valora como un objetivo prioritario mantenerse o convertirse en un referente electoral más fuerte que el resto de sus vecinos ideológicos. Junto a este sencillo esquema representativo de las opciones políticas “tradicionales” debemos tener en cuenta el reciente cambio en la realidad sociológica que se ha plasmado en las calles y en la ciudadanía española y europea con el movimiento del 15-M y su significado en todos los frentes. Nos referimos a un cambio de modelo. A la ruptura del bipartidismo. Al descrédito de las organizaciones políticas y al del propio sistema de representación y democracia que nace en la Transición española. Por eso ahora necesitamos respuestas. La alternativa no consiste “sólo” en una hipotética suma de siglas (para la que ni siquiera sus actores están hoy predispuestos) como las detalladas entre los cuatro espacios que describimos, sino en el alumbramiento de algo nuevo que implique la conjunción de lo existente con la representación de la realidad sociológica más compleja que describimos. Ni nos sirve sólo lo clásico (por no decir lo viejo) ni podemos estar a la espera del (Pepito) Grillo español que aproveche la vaciedad para expresar la protesta que no hemos sabido canalizar desde la política representativa.
Seguro que hasta aquí las izquierdas diversas podemos seguir de acuerdo en el diagnóstico. Pero ¿cómo se plasma una alternativa creíble, ilusionante, con capacidad de respuesta y sobre todo de éxito? ¿Cómo somos capaces de concitar una sintonía entre el actual modelo electoral y las demandas emergentes de un nuevo y participativo sistema de representación? La respuesta inicial está en la movilización y participación a la hora de elaborar una alternativa electoral. Un mecanismo de elecciones primarias abiertas a la ciudadanía sería una condición necesaria, pero no suficiente, para comenzar este nuevo camino. Es decir las organizaciones partidarias deben dejar de lado sus viejos métodos y sus siglas para promover una candidatura común de las izquierdas cuya mejor cobertura jurídica podría ser el formato de agrupación electoral. La propia movilización de participación en esas “primarias” serviría de respaldo legal a dicha fórmula. Y junto al sistema, las personas. Los actuales liderazgos forman parte del pasado. Lo ideal sería que ese proceso de participación surgiera de la sociedad y no tanto de los partidos que deberían dar un paso al lado, y no necesariamente atrás, para estar junto a la sociedad civil y los sindicatos de clase respaldando de forma común un nuevo liderazgo social y político. Esa nueva referencia debería representar, desde una opción de progreso, la honestidad, la transparencia y la firmeza para así liderar la política, la transformación y la indignación con credibilidad. Para ello debemos y tenemos que contar con referencias de la sociedad civil, como el juez Baltasar Garzón. Una persona capaz de representar esta nueva dimensión de la sociedad y la política, que ensambla lo conocido y lo nuevo por conocer. Y sobre todo que podría reunir el consenso necesario para hacerlo con el mayor apoyo posible que no es el de los partidos sino el del conjunto de la ciudadanía.
Pero incluso todo lo anterior no basta. Necesitamos respuestas contra la austeridad complementarias a la imprescindible derrota del PP ya que la crisis no sólo es de la derecha sino del “régimen” en su conjunto. La regeneración contra la corrupción es parte consustancial de ese nuevo modelo que propugnamos. Y, sobre todo, debemos abordar un nuevo marco de relaciones entre representantes y representados basado en la ósmosis y que sea bidireccional e interactivo. Un modelo, la osmopolítica (si nos permiten la transgresión al diccionario), en el que las formas son parte estructural del fondo. Porque lo que la ciudadanía demanda no es sólo un cambio de programas y de respuestas sino participar en la elaboración de las alternativas y hacerlo de forma decisoriamente habitual y no sólo cada cuatro años. Incluso cambiarlas y cambiar a quienes den un “cambiazo” retirando su confianza y su voto. De ahí la importancia de la Red como mecanismo de participación y decisión. Y para eso el acceso a una wifi básica, universal y gratuita debería ser un derecho básico común. Una Red en la que no debería estar penado el libre intercambio de archivos con fines no lucrativos entre particulares. Justo lo contrario a las nuevas amenazas de control y censura que se ciernen desde el Gobierno tras la reciente y discreta entrevista entre Rajoy y el jefe del lobby norteamericano del cine, Christopher Dodd.
En definitiva, necesitamos articular una propuesta de “suma común” para derrotar a la derecha y ofrecer una nueva alternativa desde el futuro que ya está sobrepasando a las formaciones políticas. Si seguimos coincidiendo en los análisis pero nadie se atreve a dar un primer paso atrás obviando las purezas identitarias, la rivalidad vecinal o la historia de unas siglas, la realidad certificará la defunción del sistema y nos abofeteará de nuevo al estilo Grillo. O nos sumamos a la realidad o la realidad nos subsumirá como residuos de difícil reciclaje. Quizás pueda ser este el mejor homenaje al recientemente desaparecido Hessel. Que tras los “¡Indignaos!” y “¡Comprometeos!”, seamos capaces de una tercera formulación tan histórica como necesaria y actual: ¡Uníos!
Gaspar Llamazares es diputado y portavoz de Izquierda Abierta y José Mendi es coordinador de comunicación y redes de Izquierda Abierta.