Por si alguien duda sobre la importancia del cine a la hora de ahondar la división histórica de las personas por razón de sexo, en la que el hombre cuenta con una situación de privilegio, mientras que la mujer sufre una grave discriminación, contamos en la actualidad con un magnífico ejemplo: la película más taquillera del cine español.
Después de leer el análisis que había hecho Pilar Aguilar sobre la película ‘Ocho apellidos vascos’, con el que estaba de acuerdo en su totalidad, decidí ver la segunda película de Emilio Martinez Lázaro, ‘Ocho apellidos catalanes’, a fin de comprobar si se repetía la misma estructura y, efectivamente, así es. La chica, como decía Pilar, vuelve a ser sólo un pretexto para narrar las aventuras de Rafi: su atrevimiento, su ingenio, su osadía.
Rafi es el protagonista y su oponente es el padre de Amaia y ésta, el trofeo. Ella no es protagonista de nada. Los actores secundarios se unen para que se haga realidad el sueño de Rafi: casarse con Amaia sin que importe nada lo que Amaia quiera o desee. De la misma manera que en ‘Ocho apellidos vascos’, al padre de Amaia se le perdona que no cumpla con sus obligaciones como padre, desapareciendo durante muchos años sin que por ello tenga que dar explicaciones.
En esta segunda película se le perdona que, como pareja del personaje que interpreta la actriz Carmen Machi, desaparezca con las migas en la mesa, que le ha hecho ella y que aparezca tiempo después sin mediar explicación alguna. Se le perdona que no pueda ni sepa demostrar sus emociones ni sentimientos: «Pobrecito, en el fondo siente aunque no lo muestre». Escribe un rudo ‘poema’ -si se le puede llamar así- que compara su amor a lo que siente por el ‘pescao’ y compara a Carmen Machi con la mona. Todo esto es suficiente para que ella decida casarse con él porque el poema le llega al alma.
La figura de la madre de Amaia, al igual que en la primera película, no aparece aunque se case su hija. En cuanto al personaje de Rafi, se le perdona su atrevimiento, su acoso, aunque se lleve alguna bofetada al pasarse con las otras chicas que van de paso. Da a entender, o a mí me lo parece, que son chicas de segunda clase porque no son tan bellas como Amaia y que al ser «guiris», es más perdonable tocarle el culo, agarrarlas a la fuerza en el baile, engañarlas, etc.
Pero lo más fuerte de todo fue que se lleva una chica a su casa para follársela, la chica le dice algo que le recuerda a su historia anterior con Amaia y termina gritándole a la chica, la echa de su casa a la calle casi desnuda y la insulta (curioso: la sala estaba bastante llena y el público reía). En fin, se justifica la violencia de Rafi y encima hace que parezca gracioso, comprensible y perdonable. Todo esto acompañado de una ideología y estética pepena y los clásicos estereotipos que dan para otros artículo.
Rosa Caballero
Se os pira la pinza a las hembristas, de verdad. Nada más que decir.