Decimos que una clase o fracción [de clase] es hegemónica dentro del bloque dominante en una formación social cuando a) su acción política corresponde a los intereses objetivos de dicho bloque dominante en su conjunto, b) su acción ideológica le permite presentarse, ideológicamente, como representativa de los intereses de la sociedad civil en su conjunto.
El primer aspecto de la hegemonía se reduce a la dirección política. El segundo, a la dirección ideológica. Cuando Gramsci escribe que el Estado es en su significado integral dictadura más hegemonía pone de relieve que la hegemonía es un rasgo constitutivo del Estado. En cuanto que el Estado es el marco institucional de la dominación de clase, la hegemonía no puede reducirse a la dirección política en el seno del bloque dominante, sino que es preciso tener muy en cuenta la función de dirección ideológica que a través de la acción de la clase o fracción [de clase] hegemónica permite al bloque dominante obtener el consenso de las clases dominadas o subalternas.
Un sistema de dominación descansa, entonces, a la vez sobre un mecanismo de coacción (dictadura) y sobre una dirección ideológica que garantiza el consenso por parte de las clases dominadas. El sistema de dominación se articula en los aparatos de Estado, los aparatos de la sociedad civil y el aparato político que se presenta como mediación entre el Estado y la sociedad civil.
Un sistema de dominación constituye un todo orgánico. Si se operan transformaciones en cualquiera de sus partes, estas transformaciones afectan al conjunto del sistema.El aparato político cumple una doble función: por una parte, la de establecer un vínculo de representación entre las élites que detentan el poder de Estado y las distintas clases y fracciones que se integran en el bloque dominante; por otra parte, la de establecer una legitimación ideológica del poder del Estado como representativo de la sociedad civil. La primera función del aparato político proviene del aspecto de dirección política que posee la hegemonía. La clase o fracción hegemónica ejerce su dirección política a través de una élite que representa a esta clase o fracción en el Estado. Se puede producir entonces una crisis de hegemonía si se rompe el vínculo representativo que une a la élite delegada con la clase o fracción en cuyo nombre ejerce la dirección política.
A su vez, la segunda función del aparato político corresponde al segundo aspecto de la hegemonía: el establecimiento del consenso de las clases dominadas. Este consenso es el resultado político de la legitimación ideológica del poder del Estado. Por tanto, una crisis de hegemonía puede ser también el resultado de una incapacidad del aparato político para legitimar el poder del Estado.
La tercera posibilidad de que se produzca una crisis de hegemonía es la de la pérdida objetiva de la función dirigente por parte de la clase o fracción que la venía desempeñando. Es decir, si se llega a una situación en que la clase o fracción dirigente no puede actuar en conformidad a los intereses del bloque dominante en su conjunto sin dañar sus propios intereses de clase. […] estas distintas posibilidades de crisis de hegemonía pueden darse simultáneamente, más aún si la aparición de la crisis en una de estas formas no se resuelve rápidamente.[…] una crisis de hegemonía abre la posibilidad de una crisis del sistema de dominación, en cuanto que supone la ruptura de una de las dos columnas sobre las que el sistema descansa.
Una crisis de hegemonía puede solventarse a través de un reajuste del sistema de dominación centrado en alguno de sus aspectos; si la crisis surge como una crisis de representación, la búsqueda de una salida suele hacerse a través de cambios del aparato político, en concreto a través de cambios de régimen, […] de institucionalización del acceso al aparato político de las distintas clases y fracciones. En otros casos se puede buscar salida a la crisis a través de una recomposición del bloque dominante, con la aparición de una nueva clase o fracción dirigente. El caso más extremo es […] que la crisis conduzca a una transformación del Estado, puesto que la transformación del Estado se traduce en la quiebra del sistema de dominación, abriéndose en consecuencia la posibilidad de cambios sustanciales en las relaciones de clase.
Existe una cierta tendencia a presentar las rupturas revolucionarias como fruto de una conspiración largamente madurada en la sombra, y que culmina con el asalto al poder de una minoría preparada para sustituir a las anteriores élites gobernantes. Sin embargo, es evidente que un “asalto al poder” presupone la existencia de una relación de fuerzas favorable a los asaltantes, o al menos algo equilibrada. La realidad de los aparatos represivos del Estado moderno hace bastante impensable que esta relación de fuerzas favorable pueda provenir de ninguna conspiración en la sombra, excepto si dicha conspiración se efectúa en el seno de los mismos aparatos represivos. Ahora bien, [… en el caso] de un movimiento revolucionario que triunfa desde los aparatos del Estado, […] el triunfo no es consecuencia de la mayor o menor habilidad conspirativa […] sino de la profunda crisis de Estado que había conducido a la total desaparición de cualquier legitimación ideológica del Estado [vigente]. […] la cuestión es que el proceso revolucionario [, por ejemplo, …] no habría seguido su curso […] anticapitalista, de no ser por la patente pérdida de la hegemonía por el capital financiero […] a consecuencia de su incapacidad para poner fin al Estado [vigente …] en el momento en que comienza a revelarse perjudicial para los intereses del bloque dominante en su conjunto. La pérdida de la hegemonía por el capital financiero no se traduce sólo por un vacío de hegemonía en el seno del bloque dominante, sino [… que] supone la total desaparición del consenso en el conjunto de la sociedad civil, la apertura de una crisis de dominación. […] […] la ruptura revolucionaria es más bien el resultado de una crisis simultánea de hegemonía y de dominación. […] la existencia de una crisis de hegemonía es la condición necesaria para la existencia de una crisis del sistema de dominación susceptible de desembocar en una ruptura revolucionaria.
Condición necesaria, pero no suficiente. Es preciso además que del conjunto de las clases subalternas surja una clase o fracción capaz de establecer una nueva hegemonía. El ascenso hacia la hegemonía puede, incluso, comenzar en momentos en que persiste el sistema de dominación anterior: pueden darse conflictos de hegemonía. En ausencia de un ascenso hacia la hegemonía por parte de alguna de las clases o fracciones del conjunto de las clases subalternas, una crisis de hegemonía puede resolverse a favor del bloque dominante a través de la adopción de formas excepcionales de Estado. El bonapartismo, en cuanto Estado de excepción, surge como solución del bloque dominante en una coyuntura de vacío de hegemonía (crisis de hegemonía en el seno del bloque dominante en ausencia de ascenso hegemónico de alguna clase o fracción del conjunto de las clases subalternas). En el bonapartismo no existe clase […] hegemónica […], pero se reconstituye una nueva hegemonía en el seno del bloque dominante a través de un proceso cuya culminación pone punto final al Estado bonapartista. En este sentido podemos decir que la función del bonapartismo es mantener el sistema de dominación mientras se recompone la hegemonía en el bloque dominante, mientras alguna de las clases o fracciones que lo componen se convierte en hegemónica dentro de dicho bloque y respecto al sistema de dominación.[…] ¿cómo asciende hacia la hegemonía una clase o fracción del conjunto de las clases subalternas? […] la hegemonía tiene dos componentes, político e ideológico. En el aspecto ideológico, la nueva clase hegemónica (la clase que busca establecer su hegemonía) debe adquirir un papel dirigente en el plano de la ideología, entendiendo ésta como una instancia propia de la totalidad social. Mediante su acción (su lucha) ideológica, la clase ascendente debe imponer sus formas de conciencia específicas como dominantes en el plano ideológico (en la autorrepresentación de la sociedad civil).
En el plano político, la clase ascendente debe presentar una alternativa a aquellos aspectos del sistema de dominación que han entrado en crisis como consecuencia del vacío ideológico en el seno del bloque dominante.La ruptura revolucionaria se hace inminente tan sólo cuando la clase ascendente (la clase que está creando su hegemonía en el conjnto de las clase subalternas) puede presentar una alternativa de Estado. […] se trata de una condición necesaria pero no suficiente: el ofrecer una alternativa de Estado es necesario para que la crisis del sistema de dominación pueda desembocar en una ruptura revoucionaria, pero no garantiza que sea así. Para que se dé la ruptura revolucionaria es preciso que exista una fuerza social capaz de plasmarla.
Esta fuerza social [es…] lo que Gramsci denominaba un bloque histórico, en cuanto unión de estructura y superestructura. Una fuerza social capaz de plasmar una alternativa revolucionaria no puede quedar confinada en el plano ideológico, tampoco en el nivel puramente económico: debe articularse como un conjunto de clases organizadas políticamente, portadoras de una respuesta ideológica y de unos intereses económicos comunes. […] esta[s] unificación y organización en lo económico, lo ideológico y lo político corren a cargo de la clase que establece su hegemonía en el conjunto de las clases ascendentes. Ya que tal unificación y organización son necesarias para el triunfo del proceso revolucionario, parece obvio que la conquista de la hegemonía por alguna de las clases ascendentes debe comenzar antes de la toma del poder. “Un grupo social puede e incluso debe ser dirigente antes de conquistar el poder gubernativo (y ésta es una de las condiciones principales para la misma conquista del poder); después, cuando detenta el poder e incluso si lo tiene fuertemente en el puño, se transforma en dominante, pero debe continuar siendo igualmente ‘dirigente’”, escribió Gramsci […].
Es decir, que frente a una crisis de hegemonía en el seno del bloque dominante, la posibilidad de llegar a una ruptura revlucionaria del sistema de dominación depende de que en el conjunto de las clases subalternas alguna clase o fracción establezca su hegemonía a través de la organización y unificación de estas clases en un verdadero bloque ascendente y en torno a una alternativa política, una alternativa de Estado. Es preciso comprender que la plasmación de la alternativa de Estado […] no supone inmediatamente el derrumbamiento del sistema de dominación, sino que abre la posibilidad de tal derrumbamiento al eliminar el marco institucional del sistema de dominación. El derrumbamiento, en sí, depende del curso de la lucha de clases en el período abierto por la ruptura del Estado, ruptura que no puede considerarse en abstracto ni estáticamente, sino que debe ser pensada en cuanto desencadenante de una dinámica cuyo alcance viene determinado por la coyuntura en que se produce y por la estructura de la formación social en cuestión, […] condiciones […] en las que se opera la acción de las clases sociales enfrentadas.
Publicado en : Equipo Comunicación, “Hegemonía y dominación en la España de postguerra”, Zona abierta, 4 (verano 1975), 43-59. [Primera sección: “Sobre el concepto de hegemonía”,