Rafa Rodríguez
- Introducción
La conquista de la democracia en muchos Estados, y de forma extensiva en los países occidentales, ha permitido el poder objetivo de las mayorías pero, en términos generales, la oligarquía ha conseguido seguir construyendo la subjetividad dominante colectiva.
El miedo del liberalismo doctrinario europeo de la primera mitad del siglo XIX sobre que la democracia traería la anarquía y la revolución, “el gobierno de los pobres”, y que utilizaran el “botín de su victoria” contra los ricos, ha resultado infundado.
Una vez conquistada la igualdad política y civil no se ha producido lo que temían las nuevas oligarquías surgidas del capitalismo, que una mayoría popular hiciera valer su poder mayoritario para instaurar la plena igualdad social.
La larga lucha de los sectores excluidos de la participación política y de los derechos civiles que ha ido conquistando poco a poco la igualdad política y civil en parte de los Estados, no ha logrado continuar hacia una democracia económica que implique la igualdad social.
El poder del voto de la mayoría no se ha traducido en avances significativos hacia la igualdad real porque en los planos económico y social persisten la desigualdad estructural con todas sus derivaciones en los ámbitos sexuales, raciales y territoriales.
2. Qué es la oligarquía
La oligarquía es un subconjunto de las élites, las que detentan el poder por su poder económico en el contexto de una economía capitalista. El dinero es poder y donde hay desigualdad de propiedad y riqueza hay desigualdades de poder.
Desde los orígenes de la sociedad capitalista el poder de las grandes corporaciones económicas privadas ha sido dominante, provocando una desigualdad estructural y daños ecológicos irreparables. Controlan a gran escala y hacen efectivo, contribuyendo a nivel global, a la apropiación del excedente y la acumulación de beneficios.
La oligarquía económica genera poder con mayúscula al servicio de conseguir las condiciones propicias para la reproducción y acumulación del capital y de los grupos económicos que lideran, con una tendencia a la concentración del poder. 100 empresas a nivel mundial controlan los grandes sectores económicos, por lo que no es verdad que el mercado sea libre y ahora cada vez menos.
Son una minoría con riqueza material suficiente que utilizan su poder económico como poder político para asegurar la reproducción del capital ya sea mediante dictadura (directo) o a través de consensos sociales (indirecto) influyendo en la opinión pública a través de los medios de comunicación, lobbies, poder judicial y compra de voluntades.
El dominio fáctico de las élites económica globales sobre los poderes públicos ha sido una constante y una condición en la evolución del capitalismo para llevar a cabo sus distintas reestructuraciones ante las crisis estructurales de los modelos de acumulación.
En términos generales la estructura de poder de la economía privada ejerce el dominio político en el conjunto de la sociedad capitalista mediante procesos de hegemonía política, cultural y moral sobre la opinión pública para determinar en los distintos niveles, tanto los consensos básicos cómo la orientación general del poder político, frente a la opinión pública progresista que defiende valores universales (contra hegemónicos), en una intrincada red de procesos de cooperación y conflicto, voluntarios y automáticos (construcción de la subjetividad colectiva), con implicaciones decisivas para la ciudadanía y el funcionamiento de las democracias.
3. La dualidad de poderes en los sistemas democráticos de la sociedad capitalista
Tanto el capital como los Estados generan estructuras de poder. El poder político democrático coexiste con el poder de las oligarquías. El poder de las oligarquías coexiste con el poder político de los Estados. Poder político formalizado en el caso de los Estados democráticos y poder oligárquico económico y no formalizado en el caso del capital.
El poder democrático se basa en el principio jurídico y político de igualdad y el poder económico de las oligarquías en la desigualdad, lo que genera un conflicto estructural pero también la necesidad de consensos para gestionar la realidad económica y social inmediata.
En los Estados democráticos, las personas que no forman parte de la oligarquía son abrumadoramente mayoritarias y tienen el poder del voto, el recurso de poder mejor distribuido por su universalidad y, sin embargo, no hemos logrado que ese poder se ejerza para hacer efectivo los intereses de la mayoría.
La oligarquía continúa teniendo el poder fáctico y, en muchas ocasiones, el poder político, aunque de forma indirecta a través de los partidos de la derecha que cuando gobiernan tienen el 100% del poder, mientras que cuando gobiernan partidos progresistas su poder es limitado por la influencia que ejerce la oligarquía.
En este orden relacional, un cambio en el equilibrio y la correlación de fuerzas entre estas dos estructuras de poder, modifica sustantivamente el resultado.
(*) La imagen representa una obra de Pepa Caballero (Granada, 17/12/1943 – Málaga, 2012) pintora andaluza de arte abstracto y la única mujer miembro del Colectivo Palmo de Málaga, del que fue cofundadora, un grupo cuyo lenguaje vanguardista se alejaba de los planteamientos convencionales y comerciales.