Rafa Rodríguez
Las elecciones gallegas han marcado el comienzo de un nuevo ciclo electoral que continuará, durante este año, con las elecciones vascas y europeas, e incluso es posible que haya adelanto electoral en Catalunya.
Estas elecciones han tenido como características principales el triunfo del PP, la subida del BNG y la derrota de la izquierda no nacionalista, lo que supone un duro golpe para el gobierno de coalición y la práctica desaparición de Podemos, que solo ha obtenido 3.800 votos, el 0,26%.
El PP ha demostrado que está fuerte, un importante respaldo para su candidato Alfonso Rueda y también un apuntalamiento del liderazgo de Núñez Feijóo. Ha logrado mantener el porcentaje de voto de hace cuatro años, en un escenario de mayor participación, y ha impedido que vox entre en el parlamento gallego.
Ha sido evidente la utilización de la Xunta en favor de su campaña con la televisión pública gallega al servicio del partido y con manipulaciones tan burdas como anunciar una subida salarial para el personal del servicio gallego de salud a dos días de la campaña. Todo ello sin duda, les ha ayudado, pero no explica las causas de su triunfo.
La gran subida del Bloque, que ha conseguido 25 diputados y 467.074 votos, se ha construido sobre la base de un liderazgo solvente, el de Ana Pontón, con una campaña más social que identitaria, pero en clave estrictamente gallega, con una organización que ha primado el arraigo municipal, logrando un importante trasvase de los votos del PSOE, Sumar y Podemos.
El PSG ha perdido cinco diputados de los 14 que tenía, obteniendo el peor resultado de su historia. Es difícil saber si esta derrota responde a causas relacionadas con el candidato, la campaña y la organización gallega o si supone un castigo a la política de Pedro Sánchez, aunque parece probable que respondan a una suma de ambas.
El fracaso sin paliativos del estreno de Sumar en unas elecciones autonómicas necesita un análisis más detallado, porque es un aviso de cómo no se puede hacer política en el espacio de la izquierda alternativa.
Este espacio necesita que la política que se impulse responda a sus propios valores. Esto es importante en cualquier espacio político, pero lo es mucho más en el que se fundamenta en proponer que es posible una sociedad alternativa basada en la extensión de la democracia, la igualdad, la sostenibilidad y la fraternidad.
En España, estos valores pivotan en torno a la plurinacionalidad como expresión de la pluralidad territorial, en la democracia participativa y local, en la defensa de los servicios públicos y de la transición ecológica y social, en la unidad de la izquierda en la base, en colaboración con los partidos, arraigados en el tejido social donde los movimientos sociales deben ser determinantes y sus demandas protagonistas, y en estructuras de cooperación basadas en la confianza mutua.
Por eso, es tan importante entender que las CCAA tienen entidad política propia y que no son meros receptáculos de un centro irradiador. Lo primero es la base del federalismo, lo segundo el marco del centralismo.
Territorio, justicia social, sostenibilidad y fraternidad forman un sistema que tiene que manifestarse en la forma de hacer la política alternativa, alejada de cualquier método que desarticule las campañas electorales del trabajo participativo en los territorios con continuidad en el tiempo y que apueste todo por la artificialidad mediática o los liderazgos sin base organizativa.
Cualquier oferta electoral de la izquierda alternativa debe estar sustentada en estructuras participativas de unidad en la base, de una pulcra representatividad democrática y de una cultura basada en la confianza y en el respeto a la pluralidad. Aquí no sirven candidatos nombrados a dedo desde Madrid, ni despliegues mediáticos que sustituyan el trabajo organizativo diario en contacto con la gente, ni sectarismos que excluyan a quienes no se subordinan.
El 1,9% que Sumar ha obtenido en Galicia debe ser comprendido y escuchado para realizar un cambio en los contenidos organizativos que se proponen para la Asamblea del 23 de marzo. Si no se rectifica pronto, el mal resultado del 18F puede verse continuado por nuevas derrotas en las próximas elecciones vascas y europeas.
La fortaleza de la izquierda alternativa es condición necesaria tanto para construir la esperanza democrática de un cambio basado en la transición ecológica para la justicia social, como para la estabilidad del gobierno progresista de coalición que afronta, tras los resultados de las elecciones gallegas, una situación complicada por las dificultades en sacar adelante la ley de amnistía y los presupuestos generales. Tenemos una responsabilidad histórica.