Tan pronto como disponen de lenguaje, los niños comienzan a crear y a expresar un mundo imaginario. Al tiempo que nace su yo, atribuyen a los animales las capacidades cognitivas humanas, proyectan la psique incluso en objetos y procesos inorgánicos y suponen que la mente es independiente de la materia y puede existir sin ella. Así, para el infante, un lobo feroz, un mueble malo (aquel con el que se han golpeado) o el fantasma de alguien muerto no son cosas irreales, sino plenas de significado y, por consiguiente, de realidad.
Estas primeras impresiones subjetivas, que llenan de la naciente subjetividad el cosmos completo, son reforzadas en todas la sociedades con una estructura argumental cimentada en relatos moralizantes, que generalmente toma la forma de religión trascendente. Lo sobrenatural deja de ser natural y se convierte en cultura de lo sobrenatural. El instinto indiferenciado se ciñe a las pautas marcadas por la tradición y la costumbre. Con el paso del tiempo y la progresiva comprensión de los mecanismos que subyacen al trato social y al mundo natural, la mente del ser humano desarrolla una nueva capacidad: la de trascender lo trascendente. Puede incluso llegar a creer, una persona que haya alcanzado este punto, que se ha liberado de un filtro espurio con el que la cultura le había velado la vista. De hecho lo que ha hecho es añadir un velo corrector, algo parecido a unas gafas, algo definitivamente artificial, algo definitivamente cultural. Ahora ve azar y necesidad, materia y movimiento, impulsos y justificaciones. Por debajo de esta percepción racional y empírica permanece, no obstante, nuestra innata propensión a la superstición, a la creencia en lo increíble, a la oración, a la ritualización de la conducta.
En situaciones de gran estrés, de gran riesgo, en aquellas en las que la supervivencia está visiblemente en juego, no habiendo salidas claras o no habiendo claramente salidas, no sólo reaccionamos sin pensar demasiado, suspendiendo la actividad consciente y racional, sino que nos entregamos en brazos de cualquier consuelo metafísico que esté a nuestro alcance y buscamos soluciones dónde nuestro juicio sereno jamás las habría buscado.
Pero no es necesario que nos encontremos en una de esas apremiantes situaciones de vida o muerte. Basta con que la oportunidad o el peligro de cualquier empresa sean lo bastante importantes, para que recemos lo que sepamos e imploremos la ayuda de fuerzas que están más allá de las naturales. Si nos da tiempo a pensarlo, por supuesto, nos sorprende la facilidad con la que creímos. Pero lo más probable es que seamos indulgentes con nosotros mismos y creamos, como Pascal, que no hay ningún mal ni se hace ningún daño al creer.
El psicólogo Bruce Hood, de la Universidad de Bristol, se pregunta en su libro Supersense por qué creemos en lo increíble. Para dar respuesta a esta pregunta Hood busca dentro de nuestro cerebro y el modo en que este está cableado. Nuestras creencias sobrenaturales no serían producto de la cultura ambiente, sino la consecuencia natural de un cerebro diseñado para buscar patrones en lo que le rodea.
1 .- ¿Qué clase de ventaja de supervivencia pueden haber representado las creencias en nuestro pasado evolutivo?
Es imposible decir con alguna certeza qué clase de ventajas de supervivencia podrían haber representado las creencias porque uno supondría que las creencias dependen de la comunicación y el lenguaje, relativamente tardíos en la evolución humana. Las creencias pueden operar para unir a las personas, pero no creo que la capacidad para formar creencias fuera seleccionada según la usual idea darviniana de la evolución. Más bien creo que las creencias son un subproducto de los procesos normales de razonamiento que preceden al lenguaje.
2.-¿Cuáles son las creencias de los no creyentes?
Cualquier proposición que se tenga por cierta en ausencia de pruebas confirmatorias. Si te refieres a creencias en lo sobrenatural en individuos no religiosos (creencias sobrenaturales seculares), yo lo hago a la afirmación de que hay fenómenos y mecanismos que violan las leyes naturales comunes y que no pueden reproducirse de forma científica.
3.-Durante las crisis económicas somos más supersticiosos. Por lo general, sucede esto en entornos de incertidumbre. ¿Por qué pensamos que podemos cambiar nuestras circunstancias, orando y repitiendo rituales?
La conducta supersticiosa se asocia con actividades imprevisibles y en las que el resultado es importante. Los trabajos peligrosos, los juegos de azar, los exámenes o los acontecimientos deportivos están típicamente asociados con rituales supersticiosos. La Teoría del aprendizaje asociativo explica cómo pueden elaborarse fácilmente rituales, pero los rituales además se convierten en una profecía autocumplida, en la que proporcionan al individuo la ilusión del control – que hacer algo es preferible a no hacer nada. Esto vacuna hasta cierto punto al individuo contra el estrés que provoca la incertidumbre.
4.-¿Qué relación ve entre las religiones y el orden social?
Las religiones son construcciones culturales que van y vienen. La historia de la civilización así nos lo dice. A medida que cambia el orden social también lo hacen las religiones.
5.-¿Podríamos creer sin lenguaje? ¿Qué otros animales creen?
Depende de cómo se defina la creencia. Sí, si aceptamos que la creencia es el supuesto de que algún estado de cosas en el mundo es cierto en ausencia de pruebas. No, si se define la creencia como un modelo proposicional del mundo que requiere un lenguaje para asentar las proposiciones.
6.-¿En qué sentido somos diferentes de nuestros antepasados, en cuál somos todavía los mismos? ¿Qué es nuevo y qué viejo en la humanidad y en las mentes humanas?
No mucho, en mi opinión. La mente humana es esencialmente la misma desde el comienzo de la civilización, que creo debió ser alrededor de 40-50,000 años atrás, como revelan los rituales.
7.-¿En qué está trabajando ahora? ¿Cuál es su mayor reto? ¿Cuál el misterio que desearía desvelar?
Quisiera desentrañar que sucede en el cerebro cuando un individuo es puesto en un estado de conflicto entre los pensamientos racionales y las creencias sobrenaturales. Creo que esto revelaría que tenemos dentro de nosotros múltiples yoes tratando de controlar el pensamiento y el comportamiento, y que la diferencia entre creyentes y no creyentes no es sólo cultural, sino también en cómo variamos cada uno de nosotros en nuestra capacidad de controlar nuestro pensamiento.
Publicado http://ilevolucionista.blogspot.com/