La honestidad intelectual no es más que juzgar dos hechos similares desde los mismos parámetros. Y cuando de juzgar a la socialdemocracia se refiere, la honradez intelectual brilla por su ausencia. Perdemos la memoria, la razón y convertimos nuestros deseos en verdades absolutas que no se sostienen.
Alemania acaba de votar. Merkel ha arrasado y el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) ha subido tres puntos, pero desecha la posibilidad siquiera de hablar para formar un gobierno progresista con Los Verdes y La Izquierda, un coalición de partidos progresistas que van desde el socialismo democrático heredero de la Alemania comunista hasta escisiones del Partido Socialdemócrata Alemán.
Oskar Lafontaine, antiguo ministro de Hacienda que abandonó el gobierno de Schröeder al oponerse a los hachazos al Estado del Bienestar de la socialdemocracia alemana bajo la neoliberal Agenda 2010, es uno de los líderes de La Izquierda que, en los comicios de hoy, se ha convertido en la tercera fuerza política y es rival directo del SPD en muchos Landers del Este alemán.
Lafontaine es, también, uno de los impedimentos para que el SPD acepte abrir el diálogo con el partido La Izquierda. Lo consideran un traidor y un tránsfuga al abandonar las filas de la socialdemocracia por pura coherencia. No ha sido Lafontaine quien ha dejado de ser socialdemócrata, sino el SPD quien ha abandonado la socialdemocracia para abrazar el neoliberalismo que practicó antes de que llegara Merkel a la Cancillería.
Uno de los logros que el neoliberalismo ha de agradecer eternamente al SPD es la reducción fiscal a los ingresos más altos, que el socialdemócrata Gerhardt Schröeder lo rebajó en más de 11 puntos. Resultado: en 1970, el 10% de la población alemana más afortunada poseía el 44% de la riqueza neta, en la actualidad el 10% privilegiado goza del 70% de la riqueza alemana.
No contentos con esto, el SPD, a través de su Agenda 2010, cambió la justicia fiscal por el egoísmo neoliberal. El grueso de los impuestos que ingresaba el Estado alemán –IVA e IRPF- a través de las familias aumentó hasta el 80% del total, mientras bajaron los impuestos que pagaban las empresas y los derivados de los beneficios, que sólo representan en la actualidad el 12% de los ingresos fiscales del Estado federal.
Pero hay más evidencias de que la socialdemocracia no puede ser esperanza de nada en una Europa donde levantó unos Estados del Bienestar que está destruyendo o ayudando a empujar junto al neoliberalismo. El inicio de acabar con los planes de pensiones públicas también se lo debemos al SPD, razón por la cual la jubilación media de un ciudadano alemán no supera los 800 euros.
El SPD, que dice ser de izquierdas pero rechaza pactar con las fuerzas políticas progresistas, fue también, a través de su tan mal recordada Agenda 2010, quien permitió a las empresas reducir las jornadas laborales que han dado como resultante los minijobs: empleos precarios que no superan los 400 euros y en el que el empleado no cotiza. Gracias a esta política de “flexibilización laboral”, el 40% de los trabajadores alemanes cobran escasamente 1.000 euros mensuales. De aquí, de la rebaja del precio del trabajo, procede el éxito exportador de Alemania y que tratan de convencernos como un factor de éxito, cuando no es más que la derivación de unos trabajadores empobrecidos capaces de competir con el mercado de mano de obra de países emergentes.
El SPD también señaló como culpables de la insostenibilidad del Estado social a los desempleados y redujo la prestación a un año de duración. Insatisfecho con el hachazo, obligó a los desempleados a aceptar cualquier tipo de empleo, en cualquier condición, bajo amenaza de perder la ayuda gubernamental de desempleo. Luego vino Ángela Merkel a vivir de las rentas de sus adversarios partidistas, que no ideológicos. Y la socialdemocracia murió por incomparecencia.
Son las políticas las que definen, no los eslóganes. Tan flexible ha sido la socialdemocracia que ha acabado por ser socio natural de la democraciacristiana en “asuntos importantes”, es decir, en los asuntos donde los intereses financieros y sus lobbies y las bases del neoliberalismo se pueden tambalear: rescates bancarios, política económica europea, reducción del Estado del Bienestar, privatización de servicios públicos, hachazos a los planes de pensiones o en la rebaja del precio del trabajo.