Si te desahucian, sonríe; si pierdes el trabajo, sonríe; si trabajas doce horas al día; sonríe; si tu jefe te tiene dado o dada de alta la mitad del tiempo que realmente trabajas, sonríe; si no tienes ingresos y acudes a un comedor social a comer cada día; sonríe mientras esperas en la cola a que te sirvan la ración diaria de beneficencia.
Si eres autónomo y de los 1.000 euros que facturas mensualmente, 500 se te van entre pagar IVA y la cuota mensual de la Seguridad Social, sonríe; si tienes un hijo o un padre o madre dependiente y, después de haber sido evaluado, llevas dos años esperando el ingreso de la ayuda que por derecho te corresponde, sonríe.
Si tienes una idea de negocio pero no tienes papás con dinero ni herencia que te persiga para ser un afamado y reputado emprendedor, sonríe; si has vuelto a vivir a casa de tus padres, con tu pareja y tus hijos, tras ser despedida o despedido de tu empresa, sonríe.
Si con tu escasa pensión alimentas a tus nietos y pagas la hipoteca de tu hijo, porque no pagarla significaría perder también tu casa que pusiste como aval para su crédito hipotecario, sonríe; si la muerte de tus padres llevaría aparejada que tú y tu familia no pudierais comer todos los días, sonríe; si formas parte de ese diez por ciento de personas tan empobrecidas que no tienen derecho a calefacción, agua y luz eléctrica, sonríe.
Si no te has podido matricular este año en la universidad para hacer tercero de Derecho porque no te han dado la beca y tus padres te han dicho que ellos no pueden mantenerte estudiando en una ciudad fuera de la tuya, sonríe; si vives en el extranjero porque te has visto obligado a emigrar y trabajas de camarero, aunque a tus amigos le dices que estás aprendiendo idiomas hasta que encuentres algo de lo tuyo, sonríe.
Si eres mujer y ganas un 30 por ciento menos que tu compañero por realizar el mismo trabajo, sonríe; si eres cajera de supermercado, cobras 750 euros al mes, tardas más de una hora –dos, si sumas ida y vuelta- en llegar a tu centro de trabajo y no tienes derecho ni a quejarte, sonríe. Haz caso a Pablo Iglesias y sonríe, tal como te invitó en el debate electoral de La Sexta.
Sonríe, deja insultar tu inteligencia, no te quejes, no te organices, no te manifiestes, no vayas a ninguna huelga, no respondas a tu jefe, no denuncies la desigualdad que sufres y no se te ocurra mandar a la mierda a quien te invite a sonreír, que entonces se asustarán los bancos, tu jefe, el IBEX-35, La Sexta y te tacharán de ser de izquierdas; y eso sí que no, que luego vas y no votas por ninguno de los cuatro candidatos que te proponen los grandes grupos mediáticos y económicos.
Vaya chorrada, este hombre no ha entendido nada de nada, es de la hizquierda berdadera, eso seguro. Quizá debería leer a Spinoza para saber de qué va eso de la política de la alegría, que no implica, en ningún caso, renuncian a la lucha. Además, siempre dijimos que nuestra pelea tendría que ser alegre. Pero estos guardadores de la esencia de la izquierda siempre serán unos tristes.