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Susana Díaz: de hija de un fontanero a sentarse con el IBEX-35

No cabía un alma en el salón noble del Parlamento de Andalucía la tarde del 7 de septiembre de 2013. Estaban todos (y todas): desde la patronal hasta los sindicatos, desde gente sencilla de barrios populosos hasta lo más insigne del poderío empresarial andaluz. Periodistas fieles y escépticos, amigos y enemigos, todos estaban esa tarde asombrados de aquella mujer de melena larga con mechas, blusa vaporosa de blanco inmaculado y dicción recién salida de una sesión de coaching. “No parece ni ella”, decían quienes conocían las formas de verdad de esta vieja conocida en los corrillos políticos andaluces.

Era ella, la hija de un humilde fontanero nacida en el arrabal más populoso de Sevilla, ante la alegría de quienes nunca creyeron que una mujer de orígenes sencillos llegaría a ocupar la presidencia de la comunidad autónoma más poblada de España, que gestiona un presupuesto anual mayor que el de muchos países europeos.

“Nosotros somos hijos de la burguesía, pero ella es hija del pueblo”, decía emocionado un ilustre socialista que apostó por ella para suceder a José Antonio Griñán por su conocimiento de las tuberías internas del PSOE andaluz, un entramado de hijos, primos, sobrinos y nietos que actúa como sucursal del poder en los pueblos y provincias andaluces.

Este partido-institución, que ha llegado a obtener hasta casi el 60% de los votos en Andalucía, no es una formación política, es una forma de vida, una religión, una gran empresa o una agencia de colocación que da sentido a la vida de mucha gente. Tener carnet del PSOE te eleva la mirada y te sube los hombros por encima del resto de criaturas que andamos tan vulnerablemente por la calle.

Le habían aconsejado que bajara el tono y las formas bravuconas de los tiempos en los que, como concejal del Ayuntamiento de Sevilla, se enfrentó al alcalde de la ciudad hasta romper al PSOE en dos en la ciudad. O ella o el entonces alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín. Para que ganara ella, el alcalde tenía que perder las elecciones. Así que a pedir la abstención en las elecciones municipales por las agrupaciones que controlaba, con su delfina Verónica Pérez de fiel escudera, ahora presidenta del Comité Federal del PSOE.

Los fieles al entonces alcalde de Sevilla, gente de una valía importante como es el caso de la desterrada de la vida pública Evangelina Naranjo, están hoy en su mayoría en el ostracismo, luchando por encontrar trabajo en la empresa privada o directamente en la precariedad. Susana Díaz tiene memoria y no perdona a quienes le disputan el poder, hasta el punto de despedir con una llamada de teléfono a una simple jefa de prensa de algunos de sus enemigos.

El que era secretario general de las Juventudes Socialistas de Andalucía en la época en la que Díaz era número dos de esta organización, Rafael Velasco, fue la siguiente víctima. Una filtración de unos supuestos favores a la empresa de la mujer de Velasco, que luego quedó en nada, lo obligaron a dimitir. Susana Díaz lloraba el día que Velasco dimitió como número dos del PSOE-A y de su escaño de diputado, aunque es de sobra conocido que las filtraciones a prensa salieron del entorno de Díaz para quitarse de en medio a la persona que le separaba de la gloria. Dicho y hecho: dimitido Rafael Velasco, Susana Díaz pasó a ser la mujer de confianza de José Antonio Griñán.

A Susana Díaz sólo se le resistía Felipe González, al que idolatra desde la adolescencia. Así que nada más salir por la puerta de la sala noble aquella tarde de sábado de 2013, después de besar a niños, ancianos y enemigos, la ya investida presidenta de la Junta se afanó en que el consejero de Gas Natural y expresidente del Gobierno de España la recibiera.

La recibió y él quedó prendado de la argucia y docilidad de la trianera. Lo primero que hizo González fue organizarle una cita, con recibimiento institucional y compromiso de inversión en Andalucía, con el fallecido expresidente del Banco Santander, Emilio Botín. Luego vendrían citas con César Alierta, presidente de Telefónica, Isidro Fainé, presidente de La Caixa, y con el también fallecido Lara Bosch, dueño del poderoso holding empresarial de la comunicación Planeta y archienemigo del derecho a decidir en Cataluña.

Mientras tanto, a su socios de gobierno de Izquierda Unida les frenaba cualquier medida progresista y los obligaba cada día a explicar sus contradicciones ante el electorado de izquierdas. Ella sumaba logros y parabienes de los grandes grupos de comunicación luchando contra los ‘populistas-comunistas’.

Con la única cultura aprendida de leer los dossiers de prensa que lleva recibiendo en su mesa por la mañana temprano desde que tiene 18 años, y sin saber hacer otra cosa en la vida que urdir tramas internas, se encuentra ahora atrapada en un callejón sin salida del que no puede ni quiere salir. Sabe que la guerra fratricida entre dos modelos de partido –uno de derechas y otro de izquierdas- puede ser el fin del PSOE y que Podemos está hoy, gracias al PSOE, en condiciones de convertirse en el gran partido de la izquierda española.

Ella sabe que se han abierto las aguas y que su última derrota en Andalucía en las elecciones generales puede ser el principio del fin de la hegemonía socialista en esta tierra. Pero aquí no se disputa una batalla por un partido como herramienta, sino como un partido-propiedad, como fin de todos los caminos. Y ella, en calidad de la tierna hija de un fontanero que considera un triunfo social ser mimada por los grandes empresarios que de pequeña la rechazaban por su origen social, está entusiasmada de poder entrar al despacho de los grandes jefes del Grupo Prisa sin llamar siquiera a la puerta.

De aquella chica de voz suave y dulce, ensayada con un coach que intentaba enamorar a quienes nunca creyeron que fuera apta para presidir Andalucía, ya no queda nada; bueno, en realidad nunca hubo nada, siempre fue un puro montaje rudo en el que se escondió la Susana Díaz déspota, mediocre, palaciega y que insulta a la oposición en el Parlamento andaluz con el chunguismo del que sólo ella es capaz.

Harta de ser señalada por la burguesía que fundó el socialismo andaluz y español como la hija de un fontanero sencillo, criada en la parte más humilde del populoso arrabal sevillano de Triana, ahora quiere demostrar que ella también se puede codear con el gran poder. La hija de un sencillo fontanero actuando de manijera del IBEX-35. Ni en el mejor de los sueños mojados de Felipe González.

@RaulSolisEU 

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