Aunque nunca ha habido alternancia política, el principio de los vasos comunicantes (en virtud del cual lo que pierde uno de los partidos dinásticos se lo lleva el otro), funcionaba también en Andalucía: todo lo que no fuera votar izquierda era votar PP. Por izquierda entiéndase (lo cual es mucho entender) PSOE de Andalucía. El binomio izquierda/derecha le ha funcionado tan bien al régimen socialista que la irrupción de Podemos en mayo de 2014 fue vista con condescendencia: “otra izquierda –debieron de pensar. Pactarán con IU y después se alinearán con nosotros en el polo oportuno”. Durante el verano y el otoño de 2014, los dirigentes socialistas deseaban esa confluencia y no ocultaban que la deseaban. La operación la tenía que ejecutar el socio y se llamaba Ganemos: IU y Podemos juntos a las municipales para después forzar un Ganemos Andalucía que se situara a la izquierda y diera soporte al enésimo gobierno socialista en Andalucía. Pero Ganemos se vino abajo: primero en Málaga, después en Córdoba y el 10 de diciembre en Granada. IU fracasó en su misión de impedir que Podemos ocupara el centro del tablero.
Aprobados los presupuestos, la estrategia del PSOE cambió. Con dos bofetadas, Susana Díaz ha destrozado a IU. Nunca se ha visto un maltrato igual a un socio de gobierno. En diciembre, los dos sectores de Izquierda Unida –el gubernamental y el partidario de la ruptura– habían alcanzado el acuerdo de celebrar un referéndum después de las municipales acerca de la permanencia en el gobierno andaluz. En enero, se han encontrado con el bofetón de Susana: vosotros no hacéis referéndums sin mi permiso. Y segunda bofetada: un viaje programado y rutinario de Valderas a los campamentos saharauis, se convierte en orden tajante: tú no vas a ninguna parte sin mi permiso.
Como se sabe, quien tiene miedo pierde y, en este caso, IU se ha asustado de forma lastimosa con el ratón mostrado por Susana. En lugar de irse a la primera o a la segunda bofetada, Maíllo y sus coordinadores provinciales han suplicado a la dama de hierro que no disuelva el Parlamento. Han prometido quedarse humillados y de cara a la pared un año más, antes que abandonar el miserable ocho por ciento del presupuesto andaluz que gestionan. Sin mencionarlos siquiera, Susana Díaz ha disuelto el Parlamento y ha dejado a Izquierda Unida en una malísima posición electoral frente a Podemos. Las encuestas serias que le daban hasta cinco escaños a IU, anunciarán pronto la debacle: la coalición que en tiempos de Rejón llegó a acariciar el sorpasso podría convertirse en extraparlamentaria.
Alguien puede decir que los escaños que pierda IU no irán al PSOE, irán a Podemos. Entonces ¿por qué esta humillación y este ataque? La respuesta sólo aparece cuando consideramos al otro actor en juego: el Partido Popular. Mejor dicho: el electorado conservador urbano del PP andaluz. Un electorado consternado por la corrupción de la cúpula del PP, envejecido, desanimado y asustado por Podemos. Un electorado que poco tiene que ver con la derecha agraria andaluza y que está deseando contar con una suerte de Podemos de derechas, es decir, gente joven, muy preparada y limpia. La oferta que el PP les brinda es un mal líder, que no transmite limpieza (el asunto de sus currículum falseados volverá a colear) y, sobre todo, que no transmite preparación ni solvencia.
En tanto Ciudadanos llega, la oferta de Susana puede ser muy atractiva para este electorado conservador y urbano: una dama de hierro que sabe tratar a los rojos como se merecen; una mujer de estado que se enfrenta al separatismo catalán; españolista acérrima como ellos; la que puede pararle los pies a Podemos, como ya se los ha parado a IU.
De esta forma, en la elecciones de marzo, Susana Díaz cuenta con el todavía alto y elevado suelo electoral del PSOE y compensa con creces la desaparición de IU con el voto del PP. Noqueado su sparring y recabado el apoyo de su público conservador, la dama de hierro se prepara para el combate del siglo: el que tendrá lugar entre ella y un joven llamado Podemos Andalucía. La apuesta es arriesgada, muy arriesgada. La operación de Susana huele a vieja política y le ha servido para derrotar a los partidos de la vieja política. Tanto el PP como Izquierda Unida han hecho cuanto está en sus manos para evitar las elecciones anticipadas, el miedo ha recorrido las espaldas de sus respectivos aparatos. Se han agachado y al hacerlo han hecho crecer la imagen de nuestra Margaret Thatcher. Hay un refrán que dice que cuanto más te agachas, más se te ve el trasero.
Podemos, en cambio, no parece tenerle miedo a los ratones. Hay dos momentos del mitin de Sevilla que los asesores de Susana Díaz deberían de ver despacio y varias veces: uno es el momento en que Teresa Rodríguez canta a Carlos Cano, otro es el momento en que la gente canta el himno de Andalucía. Ambos detalles significan recuperar el espíritu del 4 de diciembre de 1977. Carlos Cano supo expresar con música el “programa electoral” que redactó el pueblo andaluz en los años setenta del siglo pasado: “se acabe el paro y haya trabajo, escuela gratis, medicina y hospital; paz y alegría nunca nos falten, que vuelvan pronto los emigrantes, haya cultura y prosperidad”. Un programa de inquietante actualidad que los socialistas creían olvidado por los jóvenes andaluces y que en la voz de Teresa, arquetipo de una generación, es la denuncia de un incumplimiento histórico del PSOE.
Cantar el himno de Andalucía (1918) significa heredar y asumir cien años de pensamiento emancipador. Podemos es hoy cauce de un caudal de conocimiento técnico, social y científico muy superior al que poseen las burocracias del PSOE. El contrincante no está tan poco entrenado como los socialistas creen. Empoderar a la ciudadanía –método y razón de ser de Podemos– significa en Andalucía perder el miedo, y el miedo es la base del régimen clientelar. Susana ha infravalorado al rival y, al hacerlo, puede estar puliendo sin querer la lápida fúnebre del régimen. Para ganar, Podemos sólo necesita renunciar al miedo, porque sólo conoce la gran victoria quien renuncia a vivir atemorizado.