Ella es una de las 6.000 personas que no tienen casa en una provincia donde existen 120.000 viviendas vacías y propiedad, en la mayoría de los casos, de entidades bancarias que han sido rescatadas con el dinero público de los desahuciados de la crisis. Una broma macabra del sistema que ni Agustina ni sus vecinos de ‘La Corrala Alegría’ están dispuestos a consentir por más tiempo.
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