La fotografía del rey, delante de un elefante asesinado por manos reales, es la imagen de la crueldad, de la ostentación del poder y de la impunidad de la que goza una institución tan poco democrática como incomprensible en pleno siglo XXI. De no haber sido por el accidente, no nos hubiéramos enterado de que es aficionado a la caza de animales en riesgo de extinción a costa del erario público. Tampoco hubiéramos tenido noticias de que la pose de familia ejemplar es la escenificación artificial de una estirpe que no tiene nada de modélica ni de familia ni de real.
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