Por eso me fascina que la reivindicación estética de la ciudadanía marginada consista en ocultar su rostro tras una máscara. Están gritando en silencio que somos personas. Reclaman dignidad. Del alma y del cuerpo. Y si el Estado fuera soberano (que no lo es) procuraría remover los obstáculos que nos están condenando a perderla en lugar de colocarlos. Dos ejemplos: La Corrala Utopía de Sevilla y Somonte en Córdoba.
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