Mario Ortega | El gobierno andaluz anuncia un próximo decreto ley para garantizar tres comidas diarias a los niños y niñas en situación de exclusión social. La derecha lo banaliza, lo desprecia y se jacta ya de su inutilidad.
Hoy me han contado cosas que yo os quiero contar. Porque esa derecha de golpes de pecho, púlpito y sacristía devota de Rajoy y de María (Dolores de Cospedal), nunca os las va a contar.
Fue un tiempo en el que en los colegios públicos andaluces comenzó a habitar el hambre, no hace mucho, en 2008. Sus maestros y maestras, directores y directoras, siempre en el frente de la batalla educativa, notaron antes que nadie que la demanda de comedor escolar ya no era para conciliar la vida laboral y familiar, facilitando las condiciones para la igualdad de género. Fueron los primeros en ver el avance del hambre de la infancia en el borde sur de la Unión Europea. El rostro más infame de la miseria. La herida más dolorosa de la ferocidad capitalista.
La cantidad de chavales y chavalas que llegaban sin comer, sin desayunar, aumentaba día a día. Me cuentan que desde el primer momento trasmitieron la situación que se avecinaba, me cuentan que incluso llegaron a sentarlos en los comedores escolares, con la connivencia y el secreto de la comunidad educativa, tuvieran derecho legal reconocido o no. La crisis avanzaba y la ley todavía contabilizaba la renta y otorgaba las exenciones de pago según los ingresos de dos años atrás.
Me cuentan que decían “este niño, o esta niña, come aquí, cumpla los requisitos o no los cumpla. No puedo tolerar el hambre.” Me cuentan que han llegado a darles de comer en las salas de profesores. Me cuentan que el grado de solidaridad de nuestras maestras y maestros les ha llevado muchas veces a saltarse la norma, a actuar antes que el gobierno.
Y me cuentan una historia real. La madre nacida en algún país de América latina, consumida por el dolor de la vida, víctima de malos tratos, con un hijo de 4 años y una hija discapacitada de 10, lista, vivaracha y excelente estudiante, llega, huyendo del acoso, a un pueblo metropolitano andaluz gobernado por la izquierda. El ayuntamiento le busca casa, el colegio plazas escolares. Las vecinas, no consienten que “estos niños estén solos” mientras su madre trabaja doce horas por un sueldo de inmigrante, se ocupan de ellos, los traen del colegio, los sientan delante de su televisores, los llevan al parque, les dan calor en sus mesas camillas, colacao, bocadillos, besos, ternura, y pijama del baratillo.
Este rumor de la solidaridad y la necesidad, con múltiples epicentros, se hizo grito. El grito va a encontrar cauce en el gobierno andaluz de izquierdas, se aprobará el decreto ley. Tres comidas (desayuno, almuerzo y merienda) serán obligatorias para nuestros niños y niñas, serán un nuevo derecho en Andalucía. Espero que sea en los comedores públicos escolares donde la norma se aplique, es en el ámbito educativo público donde comienza la lucha contra la desigualdad. El gobierno andaluz va a replicar el ejemplo del Pueblo que lo ha votado.
Una vez más la inteligencia colectiva de Andalucía va a dar fruto. Contra la miseria de la caridad, la justicia de la solidaridad.
@marioortega