Frente a una UE que se está hundiendo poco a poco en sus propias contradicciones, Turquía podría suponer el impulso para romper el nudo gordiano que la crisis ha puesto en la propia funcionalidad de una UE, enredada en el fundamentalismo neoliberalista, ante los mercados y los estados.
El peso demográfico de Turquía, su posición geoestratégica y los aspectos culturales, que son vistos como una amenaza por parte de la opinión pública europea, constituyen por el contrario las grandes bazas para el cambio de la UE. Lo contrario, la marginación de Turquía, supondría la confirmación de la tendencia xenófoba, clasista y miope de una UE a la defensiva que ha perdido la perspectiva de su construcción en el siglo XXI.
El mundo mediterráneo está experimentando una transformación sin precedentes ante la que la UE no puede permanecer ajena. El proceso de democratización en los estados de mayoría islámica del norte de África y del Oriente Medio supone un acercamiento político a la orilla norte que tiene que acompasarse con un acercamiento económico, social y cultural. Turquía es la clave. Erdogan ha vuelto a ganar las elecciones turcas con el 50% de los votos y una alta participación pero sin la mayoría suficiente para reformar en solitario la nueva constitución. En sus primeras declaraciones ha anunciado un proceso de diálogo con la pluralidad política turca: «Los electores nos han dicho que debemos negociar la nueva Constitución. La haremos por consenso, con la participación de la oposición, de los partidos que no están en el Parlamento y de las organizaciones de la sociedad civil. La única condición que impondremos es que los derechos del ciudadano serán siempre lo primero, la época de las banda golpistas ha quedado atrás».
El Consejo Europeo de Relaciones Exteriotres (ECFR), en su última publicación, defiende que, a pesar del rechazo creciente de los turcos hacia la UE por la congelación de las negociaciones de adhesión, Europa puede ayudar a Turquía. Pero más bien es lo contrario. Desde que los islamistas moderados del AKP llegaron al poder en 2002, emprendieron el camino de las reformas que lleva hacia Europa e impusieron el poder civil sobre el militar, demostrando la compatibilidad entre la democracia y un país de mayoría musulmán.
Así lo han percibido una gran parte de la gente que ha participado en las movilizaciones del cambio en el mundo árabe. Erdogan fue incluso aclamado como un héroe por la multitud de la plaza de Tahrir cuando pidió al presidente Hosni Mubarak que abandonará el poder. Erdogán lo sabe y ha ido dando los pasos adecuados en esa compleja realidad que hoy significa el mundo mediterráneo. A pesar de la política de “0 problemas con mis vecinos” de su ministro de asuntos exteriores, cuando la intervención israelí en Gaza enfrió las relaciones bilaterales y denunció la matanza de civiles palestinos; cuando los comandos israelíes asaltaron la flotilla con ayuda humanitaria a Gaza, en el que murieron nueve ciudadanos turcos en aguas internacionales, congeló por completo las relaciones con Israel. Turquía ha reconocido al Consejo Nacional de los rebeldes de Bengasi y ha condenado las «inaceptables atrocidades» del régimen de Damasco. Ahora le toca a la UE demostrar que en el proyecto europeo tiene cabida un Estado de mayoría islámica.
Las negociaciones con la UE permanecen en un estado de parálisis que contrasta mucho con los avances hechos por Croacia, declarado el pasado viernes apto para convertirse en el socio número 28 en dos años e Islandia, candidato desde hace un año, que podría convertirse pronto en el número 29. Turquía tiene estatus de candidato desde 2005. Desde entonces, sólo un capítulo de los 35 en los que se estructuran las negociaciones ha sido cerrado. Francia, Chipre y Grecia, con la ayuda de Alemania, bloquean el proceso
Ankara confía ahora en el impulso de Polonia, que asumirá la presidencia de la UE en julio, que ha anunciado su intención de desbloquear la negociación y el Reino Unido apoya la candidatura, al igual que España o Italia. El ingreso de Turquía en la Unión Europea ha estado prácticamente ausente de la campaña electoral turca, aunque el principal anuncio de Erdogan, ha sido la creación de un ministerio para Europa. Puede ser probablemente su último gesto, si no obtiene respuesta.