La diversidad provoca un cambio cualitativo en las relaciones entre personas, entre personas e instituciones, y está en el origen de un proceso de cambio complejo de acomodación, donde todas las dimensiones de la estructura básica de la sociedad se ven afectadas. Una ciudad que reconoce sus dinámicas de diversidad (las tradicionales como el género, la orientación sexual, la edad, la minusvalía, pero sobre todo las nuevas, relacionadas con las practicas culturales, la religión, la lengua, la nacionalidad) expresa, implícitamente, un compromiso político.
El siguiente paso es definir una estrategia de gestión y, en este punto, la basada en el fomento de la interacción está siendo una de las más reconocidas por nuestras instituciones internacionales. La Comisión proclamó ya el 2008 como Año Europeo del Diálogo Intercultural, la Unesco acaba de publicar un excelente informe titulado Invertir en la diversidad cultural y el diálogo intercultural, y el Consejo de Europa ya está trabajando en esta misma dirección, habiendo efectuado un encuentro preparatorio con el Ayuntamiento de Barcelona (16-17 de octubre) titulado La interacción entre los migrantes y sus sociedades de acogida: Aprender de la política y la práctica.
En este marco, la noción de interculturalidad comienza a ser vista como una categoría que define un enfoque global de acomodación de la diversidad, útil especialmente para la gestión municipal. Pero esta categoría tiene un alto potencial semántico que, si no se acota, bien puede llegar a resultar inútil. En este marco, quisiera proponer un sistema de acreditación, que nos ayudaría a saber si una ciudad cumple unos mínimos para poder calificarla de ciudad comprometida con la interculturalidad. Se trata de identificar prácticas y acciones, y no discursos y declaraciones. Si valoramos cada dimensión con un punto, podemos tener una escala de 1 a 10. Se puede poner un 0,5 para cada una de las dos preguntas de una dimensión, cuando es el caso. Si una ciudad no obtiene, al menos, 5 sobre 10, no podemos decir que sea intercultural.
1) Dimensión política: ¿se ha aprobado por consenso político que la ciudad reconoce que es diversa y se compromete con la interculturalidad?
2) Dimensión planificación: ¿existe la adopción de un programa explícito de acciones estratégicas interculturales? ¿Existe, dentro del programa un presupuesto anual, con partidas relacionadas con acciones definidas?
3) Dimensión interdepartamental: ¿existe una estrategia intercultural para la mayoría de los departamentos y organismos del ayuntamiento? ¿Se hace mención explícita de seguir una estrategia intercultural en todos los programas de principios de sus departamentos?
4) Dimensión de liderazgo: ¿existe una red institucional intersectorial para tratar temas relacionados con la diversidad? ¿Existe una figura coordinadora de la interculturalidad dependiente de la alcaldía?
5) Dimensión derechos humanos: ¿existe una oficina o equipamiento que trate denuncias por discriminación? ¿Existen mecanismos explícitos de aplicación de la directiva europea contra la discriminación?
6) Dimensión social: ¿existe una declaración pública de principios por la interculturalidad entre el ámbito político y social reconociendo ser una ciudad diversa y su compromiso con la interculturalidad?
7) Dimensión información, formación y transferencia de conocimiento: ¿existe una estructura para observar la interculturalidad, identificar buenas prácticas, recoger información y promover la investigación, entre otras acciones?
8) Dimensión ética: ¿existe un código interno de conducta en todos los departamentos del ayuntamiento que incorpore la interculturalidad como principio de acción? ¿Existe un sistema de formación en la interculturalidad para todos los técnicos del ayuntamiento?
9) Dimensión de participación: ¿existe un canal de consulta o consejo de participación intercultural que permita discutir temas básicos de la agenda municipal y ayudar a la orientación estratégica política?
10) Dimensión de acogida: ¿existe una red de acogida lingüística y de conocimiento del entorno (cultural, servicios del ayuntamiento, historia de la ciudad, etcétera)?
Esta acreditación no establece prioridades ni un ranking, sino que pretende ser una herramienta que nos ayude a identificar ciudades interculturales y también a descartar aquellas que, a pesar de promover un discurso de la interculturalidad, se comprueba que es más una retórica, ya que no hay ni acciones ni prácticas explícitas que la acompañen. Seguramente, con este sistema, iremos avanzando siguiendo la filosofía práctica que caracteriza la gobernabilidad de la diversidad en España.
Sobre este tema, como se ha visto con el interés del consejo de Europa por el Ayuntamiento de Barcelona, quizá podamos hacer que nuestras prácticas municipales puedan contribuir a este debate incipiente europeo, dándole a este asunto tan teórico la dosis de pragmatismo que requiere si realmente queremos tomar en serio la gestión de la diversidad.