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Jonathan Safran Foer, uno de los autores estadounidenses más brillantes de su generación, ataca en el ácido ‘Comer animales’ a la industria alimentaria de la carne.
EDUARDO LAGO – Nueva York – 16/04/20.
La publicación de Todo está iluminado (2002) y Tan cerca, tan fuerte (2005), señalaron la aparición en el panorama literario estadounidense de alguien que no estaba demasiado satisfecho con el estado de la cuestión en el ámbito de la narrativa. Los dos libros alcanzaron un éxito extraordinario entre el gran público (en el primer caso, gracias también a la adaptación cinematográfica del mismo título), pero la crítica, sus colegas de oficio y numerosos lectores se mostraron fuertemente divididos. Para muchos, hay algo de falsedad y oportunismo en el tratamiento de los temas que aborda (las secuelas del Holocausto en Todo está iluminado, la herida abierta por el ataque contra las Torres Gemelas en Tan cerca, tan fuerte). La conversación con él despeja cualquier duda: Jonathan Safran Foer (Washington, 1977) es un hombre que cree firmemente en lo que hace. Transpira simpatía, inteligencia y autenticidad. Con su tercer libro, Comer animales (2009), que acaba de publicar en España Seix Barral, volvió a descolocar a propios y ajenos, al hacer una descripción escalofriante de la suerte que corren los animales que acaban servidos en las mesas de nuestras casas y restaurantes.
-¿Cree que las industrias cárnicas someten a los animales a un sufrimiento innecesario?
-Si de lo que se trata es de vender hamburguesas a un dólar, tienen que actuar necesariamente como lo hacen. Tolstói decía que si no hubiera mataderos habría campos de batalla, pero yo no estoy de acuerdo. En cuanto a la cuestión del sufrimiento animal, es difícil saber a qué atenerse. Mucha gente piensa que preocuparse de algo así es una actitud sentimental. Si te importa el sufrimiento de los animales eres un tipo blando. Obviamente hay una inteligencia y una sensibilidad animales, aunque no sepamos cómo representárnosla. Para mí la cuestión no es tanto que se deje de comer carne radicalmente, sino que haya una conciencia pública de cómo opera la industria cárnica y saber qué consecuencias tiene en innumerables ámbitos, desde la salud al medio ambiente. Hay que cambiar de manera dramática nuestros hábitos de consumo. Lo que hacemos es atroz.
Después de Comer animales, Safran Foer publicó en EE UU un libro verdaderamente inclasificable, A Tree of Codes, un libro-objeto que juega con vacíos físicos, con palabras y frases recortadas de las páginas. Se tiraron poquísimos ejemplares y está agotado. Su historia es muy curiosa: «Un día recibí un correo electrónico de una chica que acababa de lanzar una editorial diciéndome que no podía pagarme, pero que publicaría cualquier libro que se me ocurriera. Siempre había tenido en la cabeza la idea de coger un libro e ir eliminando frases para sacar a la luz un segundo libro oculto en el texto. El texto base es La calle de los cocodrilos, de Bruno Schulz, un libro genial. Arranqué frases y palabras una a una, como quien talla una madera. Es un objeto artístico, mitad libro, mitad escultura. En Internet cuesta una fortuna».
Casado con Nicole Krauss, una escritora de gran éxito, Safran Foer tiene su receta para convivir con alguien que hace lo mismo. «Nos vamos de casa temprano cada uno por su lado, nos pasamos todo el día escribiendo y cuando volvemos al final del día hablamos de todo menos de nuestros libros».
-¿Cree que la ficción está dando síntomas de asfixia?
-Actualmente se está rodando una película basada en Tan cerca, tan fuerte, mi segunda novela. El otro día me llamó el director para preguntarme si podía cambiar el guión, haciendo que un personaje entrara en Google, y entonces caí en la cuenta de que cuando escribí el libro, hace ocho años, Google no existía. Hoy es impensable vivir sin Google. La novela se ha quedado a años luz de esos cambios. Y no es cuestión solo de la revolución tecnológica. De todas las formas de expresión artística, la que menos ha evolucionado en los últimos siglos es la literatura. Piense en lo que ha evolucionado la música desde Beethoven hasta Eminem, por decir alguien, o en la pintura, desde Botticelli hasta Andy Warhol, y todo lo que sucede en el mundo del arte, que es inatrapable. Por el contrario, desde Don Quijote hasta Las correcciones, de Jonathan Franzen, las cosas han cambiado poco, pese a figuras como Joyce. La literatura está anclada en el pasado