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Un impulso ecoandalucista para vencer el paro y la desigualdad

 

Rafa Rodríguez

Empecemos por lo más importante. 10 años después de la crisis, Andalucía tiene un 23%! de paro, cerca de 8 puntos por encima de la media española: la tasa de paro mayor de todo el Estado y una de las mayores de toda la Unión Europea. Tenemos 910.000 parados y paradas sobre una población activa de 4 millones de personas. Además esta población activa es el 57% del conjunto de la población andaluza, es decir, 1,8 puntos inferior a la media del Estado, lo que significa que a las más de 900.000 personas en paro hay que sumar al menos unas 100.000 personas que están tan desmoralizadas que ya no buscan trabajo y, que por lo tanto, no figuran en las estadísticas como población activa.

 

Los culpables de que el sistema productivo andaluz sea tan ineficiente, incapaz de poner en valor nuestros recursos humanos, generando tanta pobreza y sufrimiento social, son las élites económicas de dentro y fuera de Andalucía que nos consideran territorio periférico y que no invierte en los factores que hacen de un territorio un espacio de centralidad económica. Por eso nuestra estructura económica es dependiente, extractiva, genera poco valor añadido, está desarticulada y no posee la suficiente innovación tecnológica, salvo “islas” como la industria aeronáutica y determinados espacios tecnológicos.

 

Si comparamos la aportación al PIB de los sectores económicos andaluces con la media española o europea, vemos con claridad cómo se concreta esta situación de dependencia: la clave está en la escasa participación del sector industrial, el sector que más inversión necesita, en el PIB andaluz. El paro y la precariedad laboral tiene una causa: nuestra debilidad industrial sumada a nuestra dependencia energética por el empleo mayoritario de energías fósiles que además de ser el factor principal de la emisión de CO2 y otros contaminantes, carecemos de yacimientos en nuestro territorio.

 

Para cambiar esta situación de dependencia, para acabar con el paro y la emigración forzosa, fue por lo que el pueblo andaluz luchó por una Autonomía de primera. Queríamos una Autonomía plena precisamente para superar nuestra situación de dependencia. 38 años después de aquella hazaña han cambiado muchas cosas y hemos avanzado en múltiples campos pero apenas se ha alterado la estructura de poder económico en Andalucía y en el Estado con respecto a Andalucía. Y es que un modelo económico es en primer lugar la expresión de una estructura de poder en la que, en nuestro caso y a la vista de cualquier indicador, denota que los intereses generales de Andalucía no están entre sus prioridades, lo que nos condena a este diferencial en las tasas de paro, pobreza, renta y precariedad.

 

La Autonomía, es decir, un poder político propio para Andalucía, en el marco del Estado y de la Unión Europea, debía de servir para contrapesar la dependencia a la que nos ha sometido secularmente el poder económico. El autogobierno significa además un valor añadido de legitimidad democrática porque aporta la dimensión de democracia territorial. El principal fracaso de los sucesivos gobiernos de la Junta de Andalucía ha sido que no han podido, o no han sabido, o no han querido, intervenir sobre la estructura económica para cambiar el modelo productivo ni plantear una reforma del poder territorial en España que permita la convergencia entre territorios con criterios de equidad.

 

No nos vamos a resignar ni a dar por vencidos porque hay demasiado sufrimiento social de por medio que se puede remediar. Necesitamos un nuevo impulso para que Andalucía se sume a los procesos de cambio que está desplazando las políticas de derecha en muchos ayuntamientos, CC.AA. y en el Estado. Necesitamos un gobierno de izquierda en Andalucía que tenga la voluntad decidida de hacer realidad un cambio estructural. En ese gobierno queremos a todos los partidos que estén por el cambio frente al inmovilismo de Susana Díaz y la amenaza de la extrema derecha donde cada vez con más claridad se sitúan tanto PP como Ciudadanos.

 

Un cambio estructural tiene dos vertientes:

Una hacia dentro, dándole un nuevo impulso a nuestro autogobierno. Necesitamos movilizar la inversión pública y privada para incorporar a nuestra tierra un  nuevo modelo ecoandalucista de industrialización basado en la innovación, la economía circular y la conexión con nuestros recursos y demandas para generar un alto valor añadido, en un contexto de transición energética para lograr producir el 100% de energías renovables. Este proyecto debe conectarse con los centros de investigación, las universidades y el conjunto de la oferta formativa.

 

Para movilizar la inversión proponemos la creación de un banco público de inversiones para PYMES como los existentes en diversos Landers alemanes, Países Bajos, Francia, Estados nórdicos e incluso en EE.UU. como en el caso de Dakota del Norte, con un comportamiento crediticio diferente al de la banca privada, más orientado a financiar infraestructuras y equipamientos y a proyectos empresariales de PIMES que estén relacionados con objetivos estratégicos de política industrial.

 

Un objetivo prioritario en conseguir un nuevo modelo de financiación autonómica y local para tener suficiencia en la financiación de los servicios públicos fundamentales, conseguir que el Fondo de Compensación Interterritorial tenga la dotación suficiente para que pueda cumplir con sus objetivos constitucionales así como un reparto equitativo de las inversiones directas del Estado. También es necesario hacer uso de nuestra autonomía fiscal para crear un sistema fiscal verde.

 

Con una financiación suficiente podremos impulsar una nueva industrialización: dotar al territorio infraestructuras de transporte que prioricen un modelo no radial y ecológico, donde se revierta el porcentaje del transporte de mercancías a favor del ferrocarril, por lo que el corredor mediterráneo constituye una reivindicación básica.

La administración puede impulsar una política de localización de actividades en un entorno que potencie la presencia de las Universidades y centros de investigación para crear sinergias y definir actividades productivas intensivas en conocimiento.

Hacia fuera debemos impulsar una dinámica federal para establecer los cauces de participación de las Comunidades Autónomas en las decisiones legislativas y planificadoras del Estado central que afecten al conjunto de los territorios.

Andalucía es rica, pero está a la cola de la desigualdad lo que provoca la pobreza de muchos cientos de miles de personas en Andalucía, la explotación laboral, la opresión del patriarcado, la falta de futuro y las dificultades de presente de gran parte de la juventud, la alienación cultural, la destrucción de nuestros ecosistemas, la dependencia económica y de la debilidad de nuestra Autonomía.

Pero esta realidad se puede cambiar, para eso debe servir la política, para hacer realidad la Andalucía que queremos.

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