Alex Galloway .Sería precipitado descartar el reciente libro de Sadie Plant, Zeros and Ones [Ceros y unos], aduciendo que se trata de puro feminismo de segunda ola. Es cierto, Plant parece muy interesada en el femenino profundo, oscuro y tecnológico. Habla de los ‘Unos’ masculinos y de sus opuestos binarios, los ‘Ceros’ femeninos; además, consigue hilar toda una historia de la tecnología desde el punto de vista único de la mujer[her-story]. Sin embargo, Plant va más allá de estos límites y se adentra en la compleja relación entre mujer y máquina. Esta relación, unida a la problemática en torno a la identidad, está en el corazón mismo del movimiento contemporáneo denominado ciberfeminismo.
A principios de los noventa surgió en Adelaide (Australia) un grupo de artistas y activistas que se dieron en llamar VNS Matrix y escribieron el primer Manifiesto Ciberfeminista. Desde la aparición de esta primera diatriba, el movimiento ciberfeminista empezó a crecer y a cambiar de dirección. Llegó a Europa y el 20 de septiembre de 1997, se celebró la Primera Internacional Ciberfeminista en la Documenta X, una muestra internacional de arte contemporáneo.
A pesar del reconocimiento internacional que ha recibido, el ciberfeminismo sigue constituyendo un marco teórico problemático. Nadie sabe con certeza qué significa «ciberfeminismo». Sus cabecillas, cuando no han abandonan por completo el movimiento, a menudo han hecho interpretaciones poco inspiradas de temas políticos y tecnológicos. Por ello, el ciberfeminismo, como movimiento político vanguardista, no deja de ser una decepción. No aporta una línea política viable, sólo un espíritu sindicalista.
Con todo, dentro de la emergente cultura cibernética hay una necesidad de algo como el ciberfeminismo. Vamos a retratar esta necesidad a través de las siguientes preguntas: ¿En qué medida nos marca sexualmente la tecnología?, ¿Se consigue desterrar la discriminación de Internet con el anonimato sexual del medio?, ¿Puede la tecnología ayudarnos a superar el patriarcado? ¿Por qué los lumbreras de la informática son en su mayor parte hombres?
Mi propósito es informar sobre la situación del ciberfeminismo hoy, abordar el tema de la relación entre feminismo y tecnología, tanto en su dimensión histórica como en su dimensión ideológica. Como han señalado Faith Wilding y el Critical Art Ensemble en su reciente estudio sobre ciberfeminismo: «el territorio del ciberfeminismo es extenso. Los objetivos de su lucha son el ciberespacio, el diseño industrial y la educación: es decir, todos aquellos campos en los que el proceso tecnológico presenta un sesgo sexista por el cual se excluye a las mujeres de las posiciones de poder dentro de la tecnocultura». Por su naturaleza misma, el ciberfeminismo precisa una práctica descentralizada, múltiple, participativa, en la que convivan muchas trayectorias diferentes.
La ciberfeminista, que se inscribe en el movimiento que dio pie al «girl power» [las chicas al poder] y creó fanzines electrónicos como gURL y el ya célebre Geekgirl, es una mezcla única entre activista, ciberpunki, pensadora y artista. Desde un punto de vista histórico, el ciberfeminismo se ha desarrollado en dos direcciones: por un lado, el activismo político radical de Sadie Plant y de VNS Matrix, y por otro, el trabajo más moderado de la Old Boys Network (un consorcio de ciberfeministas integrado principalmente por europeos) y el de la comunidad de correo electrónico FACES. (FACES, cosa bastante rara en el ciberespacio, es sólo para mujeres). Además de estas dos tendencias, también existen varias publicaciones en línea que abordan el tema de feminismo y tecnología, entre otras la nueva propuesta para el arte multimedia, RHIZOME, la comunidad nettime, la página web de las pop~TARTS, una sección regular en Telepolis (un fanzine en línea sobre teoría y pensamiento que se especializa en material sobre mujer y tecnología y que tiene su base en Alemania). La teoría ciberfeminista también ha florecido en el mundo editorial, con la publicación de libros tan recientes como el Zeros and Ones, de Sadie Plant, The War of Desire and Technology, de Sandy Stone…. Pero el ciberfeminismo también se ha beneficiado de una media docena de antologías que han aparecido en los últimos años y que tratan sobre los estudios digitales, de entre las cuales cabe destacar Electronic Culture, de Timothy Druckrey, Digital Delirium, de los Kroker y Lesson´s Clicking, de Lynn Hershman. Sin embargo, gran parte de este material sigue siendo de orientación masculina y no contempla el alcance y la profundidad del ciberfeminismo contemporáneo. Las raíces teóricas de las que surge el ciberfeminismo parecen nacer de una interesante fusión entre Donna Haraway, el feminismo francés de tercera ola, y el postestructuralismo.
El cisma entre estas dos facciones del ciberfeminsimo se ha agravado más de una vez, como ocurrió cuando Francesca Rimini, integrante de VNS Matrix describió el ciberfeminismo menos radical como «una perorata cursi, esencialista y autocomplaciente». Hay que decir en favor de la Old Boys Network (OBN) que su labor ha sido esencial a la hora de introducir el ciberfeminismo en la institucional gira PGA del ciberespacio, que incluye los festivales ISEA, DEAF, y Ars Electronica, que se celebran con regularidad a lo largo del año. Pero el logro más espectacular de OBN fue llevar el verano pasado la llamada Primera Internacional Ciberfeminista a Hybrid Workspace (un congreso dedicado a la política y al arte de signo progresista, que se celebró como parte de la reciente Documenta X). Con todo y eso, este ensayo está enfocado a la facción ciberfeminista constituida por Plant, Stone y VNS Matrix, cuyo trabajo me parece más interesante.
Sadie Plant y Sandy Stone son quizás los mejores puntos de acceso a la teoría ciberfeminista contemporánea. Plant opina que la tecnología es fundamentalmente femenina y no masculina, como quieren hacernos creer legiones de lumbreras de los ordenadores, profesores de informática y redactores de la revista Wired. Stone, por su parte, se centra en investigar cómo las comunidades virtuales producen cosas como cuerpos, identidades o espacios.
Plant, como la feminista francesa Luce Irigaray antes que ella, pertenece a la escuela recuperacionista del feminismo. Plant argumenta que las estructuras de poder, que han favorecido discriminatoriamente a los hombres y a las estructuras característicamente masculinas en la sociedad, deberían hacerse igualitarias mediante un proceso de descubrimiento y valoración de elementos femeninos que nunca antes se han tenido en cuenta. El libro gira en torno a la historia de Ada Lovelace, la primera programadora de ordenadores del mundo. La historia de Ada es apasionante. Siendo ayudante de Charles Babbage, Lovelace colaboró en la construcción de las primeras máquinas de cálculo, como la máquina diferencial [Difference Engine] de Babbage. Resulta evidente que deberíamos saber más sobre este personaje y el interesante papel que desempeñó en la historia de la evolución de la sociedad informatizada. El objetivo de Plant es recuperar este eslabón perdido femenino de la historia de la tecnología. Sin embargo, como demuestra en su pseudomanifiesto, «Feminisations: Reflections on Women and Virtual Reality», Plant no desea positivar un espacio negativo generado por el patriarcado, sino revelar un espacio dentro de la tecnología que siempre perteneció a la mujer. Esta es, en última instancia, una estrategia mucho más efectiva. Plant profetiza que **»la identidad masculina tiene todo que perder con estas nuevas tecnologías. El número de espermatozoides disminuye mientras los replicantes se despiertan y la carne aprende cómoaprender por sí misma. La cibernética es feminización» 1 .** La tecnología puede aportar al feminismo algo que nunca tuvo a su disposición, la oportunidad de borrar lo masculino de principio a fin.» Inspirada por VNS Matrix y su manifiesto ciberfeminista, Plant comienza a definir el femenino puro.
Ceros y unos nos demuestra persuasivamente que las mujeres han estado siempre inextricablemente unidas a la tecnología. Utilizando la figura de la telefonista como ejemplo, Plant defiende la idea de que las mujeres han constituido siempre el núcleo laboral de todo tipo de redes, particularmente de la telefonía. Desde el telar eléctrico a la máquina de escribir, llegando incluso al descubrimiento de los «virus» informáticos, Plant define la tecnología como un objeto primordialmente femenino. Arguye que las mujeres son máquinas inteligentes, que la robótica es femenina, que el cero (la nada dentro del código binario) siempre ha sido considerado el 0-tro, lo femenino.
Con respecto a la experiencia de escribir Zeros and Ones, Plant recuerda: «cuando empecé el libro, fue realmente para intentar corregir lo que consideraba era en aquel entonces el concepto más erróneo con respecto a la relación entre mujer y ordenador, en particular, y mujer y tecnología, en general. Me parecía que una parte importante de teoría feminista ‘tradicional’ seguía siendo muy tecnófoba».
La matriz es una metáfora esencial en la obra de Plant. Esta metáfora se materializa en la historia con la industria textil de los telares eléctricos, en la predominancia de mujeres telefonistas, en la imagen de la mujer como programadora informática (Ada Lovelace, Grace Murray Hopper) y en la estructura de red que tiene el ciberespacio. Plant se apoya en esta historia para escribir que la tecnología es esencialmente un proceso de emasculación. **»La matriz se teje a sí misma en un futuro en el que no hay cabida para el hombre histórico» 2 **, dice Plant. Si la tecnología es esencialmente femenina, entonces la mujer es el ordenador. O más exactamente, la mujer, como la máquina Turing (la máquina que se puede transformar en cualquier máquina), puede imitar al ordenador. La mujer es la fuerza mimética definitiva. Plant escribe: **»Las mujeres no pueden ser cualquier cosa, pero pueden imitar todo lo que es valioso para el hombre: inteligencia, autonomía, belleza… quizás, incluso, la posibilidad misma de la mimesis» 3 .** La fuerza mimética se ve reforzada por el surgir de lo digital como una poderosa red semiótica. Lo digital proporciona un espacio de valencias que existe más allá de las estructuras patriarcales y que potencialmente las supera. Plant lo describe así: **»la introducción del código binario plantea un plano de equivalencias que socava la base misma de un mundo en que lo masculino y lo femenino siempre han desempeñado los papeles de superestructura y de base material»**. En este modelo de código binario se reemplaza a los generadores habituales de valor (el falo, la ley, el padre, etc…). Según Plant, la tecnología no es tanto una cuestión de bien y mal como la posibilidad de debilitar tangiblemente el patriarcado. **»El ciberfeminismo para mí implica [que] se está desarrollando una alianza entre mujeres, máquinas y la nueva tecnología que las mujeres están usando»**.
Muy valorada dentro del movimiento ciberfeminista, a pesar de que siempre se mantiene distanciada del mismo, es Allucquère Rosanne (Sandy) Stone, pensadora transexual dedicada al estudio de la historia del ciberespacio, del deseo y del cuerpo virtual. Uno de los primeros ensayos de Stone, «Will the Real Body Please Stand Up?» 4 , ayudó a formular las claves para los debates contemporáneos sobre la situación del cuerpo en las comunidades virtuales. El lugar que ocupa el cuerpo es un tema central para el ciberfeminismo. Stone defiende persuasivamente la idea de que, en realidad, los sistemas binarios tipo naturaleza/cultura tienen una función lógica como «estrategia para mantener las fronteras con fines políticos y económicos, y por tanto para generar significados» 5 . De hecho, la introducción del cuerpo en el espacio virtual genera significados a través de la articulación de diferencias entre cuerpo y no-cuerpos, espacio y no-espacio. En la misma línea que Foucault cuando rechazó la «hipnosis regresiva», Stone afirma que las nuevas tecnologías no son agentes transparentes que eliminen el problema de la diferencia sexual, sino medios que promueven la producción y organización de cuerpos sexuados en el espacio. Demuestra que la metáfora espacial dominante para las interacciones en espacios virtuales (lo que Doreen Massey denominaría «geografía imaginaria») es, sencillamente, la metáfora de nuestro espacio físico habitual, el espacio cartesiano. Y, al igual que el espacio fuera de línea, los espacios virtuales están habitados por cuerpos con «componentes eróticos complejos» 6 . La metáfora espacial es, por supuesto, completamente arbitraria, como nos indica Plant, ya que no hay nada en la lógica de las redes digitales que se pre-estructure necesariamente como cartesiano, o corpóreo, o con deseos. Entonces, ¿por qué las comunidades en línea se basan tanto en deseo, espacio y cuerpos? Esta es la pregunta propia del ciberfeminismo, según Stone.
Sherry Turkle se hace eco de este sentimiento en su obra «Constructions and Reconstructions of the Self in Virtual Reality» 7 . Para Turkle, las tecnologías digitales se centran muy particularmente en la cuestión de la identidad. Como hace Stone, Turkle describe lo que ocurre en las comunidades en línea, espacios donde la representación de papeles [role playing] y los juegos con la identidad sexual son habituales.
El espacio virtual, por tanto, se representa como una prótesis, como una enorme prolongación de nuestros cuerpos. Por supuesto, debemos interactuar a través de esta gigante extremidad fantasma (la red). Stone demuestra que la tecnología de la comunicación es concebida normalmente como «1) un aparato para la producción de la comunidad… 2) un aparato para la producción de cuerpos… [y] 3) un [agente] mediador entre cuerpos y seres… es decir, interfaces» 8 . Comunidad, cuerpo, interface: ¡un sorprendente subproducto del código binario! Fundamentalmente, los participantes en comunidades en línea, como los espacios sociales con objetos, llamados MOO (MUD, dimensión de multiusuarios con objetos), «aprenden a delegar como agentes en representantes de su cuerpo que coexisten en espacios de imagen con los representantes de otros cuerpos» 9 . Los creadores de uno de los MOO más populares, LambdaMOO, describen esta relación entre cuerpos en términos sociales: «LambdaMOO es un nuevo tipo de sociedad, al que vienen miles de personas de todos los rincones del planeta para unirse voluntariamente». Como demuestra Stone, entre otros pensadores, una práctica social participativa (es decir, una comunidad) basada en un eterespacio imaginado de cuerpos que desean e interactúan es una clave para entender cómo conceptualizamos los espacio sociales.
Las componentes de VNS (VeNuS) Matrix, pioneras del ciberfeminismo, aportaron tácticas de guerrilla de vanguardia a los esfuerzos teóricos de Stone y Plant. VNS Matrix nació en Adelaide (Australia) en el verano de 1991. Francesca da Rimini, también conocida como Gashgirl [la chica del navajazo] y Doll Yoko [muñeca Yoko]) nos da su versión de cómo empezó todo: «Como toda buena historia de coagulación, empieza con fluidos viscosos y quizás terminará en sangre. Vivo en una pequeña localidad al borde del desierto australiano, un lugar de mentiras y susurros con un vientre palpablemente palpitante… Era el verano del 91. Desde luego, no era el verano del amor. Eramos cuatro chicas. Teníamos calor, nos aburríamos y éramos pobres (para mí, las cosas han cambiado poco, excepto que ya no me aburro). Decidimos irrumpir en el cártel del porno y hacer algo de chick porn [porno de mujeres]. Creamos unas imágenes usando ordenadores robados: Beg, Bitch, Fallen y Snatch. Decidimos que era más divertido jugar con ordenadores que mirarnos continuamente el chichi y así Velvet Downunder se convirtió en VNS Matrix. Etiquetamos el virus del nuevo desorden mundial impulsadas por el vino tinto y las babas vaginales (que sólo podían reponerse si nos dedicábamos con frecuencia a actividades placenteras)».
VNS Matrix estaba compuesto por Josephine Starrs, Julianne Pierce, Francesca da Rimini y Virginia Barratt, perpetradoras de una serie de intervenciones ciberfeministas como Bad-code, un anti-videojuego pensado para chicas (o en todo caso, no para chicos de catorce años) en el que aparecen personajes como Big Daddy Mainframe. Da Rimini (que encarna a Doll Yoko) escribe que el «ciberfeminismo (o sus manifestaciones) se ha convertido en el campo en el que trabajo y desde el que surgen anárquicamente múltiples trayectorias de vuelo, dando pie a diálogos, relaciones con objetos conceptuales y materiales».
Para apreciar el manifiesto ciberfeminista de VNS Matrix en toda su fuerza, vale la pena echar un vistazo a su aspecto original:
Su lema, «el clítoris es una línea directa a la matriz» [«the clitoris is a direct line to the matrix«], es lo que más nos llama la atención de esta provocativa diatriba. Pretende subrayar una coexistencia material fundamental entre la máquina y el cuerpo de la mujer. VNS Matrix, que en un principio no conocían la obra de Sadie Plant, construyeron un activismo con discurso propio centrado en torno al tema de mujer y tecnología. Julianne Pierce afirma que «cuando nosotras comenzamos a usar el concepto de ciberfeminismo, el término estaba apareciendo simultáneamente en otras partes del mundo. Era un fenómeno espontáneo que surgía en distintos lugares a la vez como respuesta a ideas como el ciberpunk, que eran muy populares por aquel entonces. Desde entonces este término se ha extendido rápidamente y, sin duda, es una idea que han adoptado muchas mujeres interesadas en la teoría y la práctica tecno». Pierce matiza que las ciberfeministas nunca se han opuesto a la tecnología, antes bien, adoran las máquinas y las utilizan como parte integral de sus actividades políticas, de su arte y de su literatura.
El 20 de junio de 1997, da Rimini envió un mensaje como Doll Yoko a la lista de nettime que provocó un periodo de enemistad entre las feminista de nettime y el sector más radical, y en el que afirmaba que «como artistas, [VNS Matrix] se tomaban en serio estrategias como la ironía y la inversión de estereotipos culturales como método para abordar algunas de las problemáticas esenciales en torno a la relación entre mujer y tecnología: .. acceso .. educación .. trabajo .. imagen de las chicas/nenas/mujeres en la cultura y los videojuegos populares, etc., etc.». El sentir de Da Rimini es característico del tipo de ciberfeminismo que representan VNS Matrix, propulsoras de una política liberacionista de confrontación sin remilgos para las mujeres en la matriz digital.
El de los cuerpos y las identidades es un tema recurrente en toda la discurso ciberfeminista. Como afirma un crítico: «El cuerpo generalmente hace furor en la red – ya sea obsoleto, ciborg, tecno, porno, erótico, polimorfo, recombinado, fantasmal o vírico.» De hecho, gran parte del interés por los cuerpos tiene su origen en el proceso de olvidar el cuerpo o de intentar olvidarnos de olvidar el cuerpo». Como ha escrito Stone, entre otros, la aparición del ciberespacio es la historia de un migración de cuerpos a nuevos contextos y de su transformación en ellos. De hecho, Lynn Hershman Leeson llega incluso a afirmar que «los nuevos usuarios [de la red] se están convirtiendo en el mayor movimiento migratorio de la historia» 10 ; una idea impactante que merece tenerse en cuenta es que el uso de los ordenadores podría ser el origen de un movimiento migratorio de cuerpos del espacio fuera de línea al espacio en línea.
Otra idea que interesa a las ciberfeministas, la del «cuerpo posthumano», es la idea principal de TechnoMorphica, un libro recientemente publicado por la holandesa V2_Organisation. TechnoMorphica se beneficia como no pudo hacerlo Donna Harraway en su primera obra sobre híbridos bio/tecno de los avances conseguidos recientemente en áreas como la Realidad Aumentada, la nanotecnología y la prostética para conseguir una descripción más inmediata del futuro del arte y de la teoría. Si esta fascinante antología tiene un tema, ha de ser el del «nuevo ciborg»: la reorganización del mundo orgánico en torno al modelo de la máquina inteligente. La ya muy avanzada tecnología de transformación de las máquinas en organismos y de los organismos en máquinas es el modelo del nuevo ciborg. Sorprendentemente, este libro incluye 180 páginas de documentación plano a plano y a todo color de la obra del artista australiano Stelarc: Stomach Sculpture [Escultura del Estómago] formada por las imágenes captadas por la sonda que se tragó el artista para explorar su sistema digestivo. Stelarc dice: «el cuerpo ha sido aumentado, invadido, y ahora se convierte en anfitrión, no sólo alberga la tecnología sino también agentes remotos» 11 . En una entrevista concedida recientemente a CTHEORY, da más detalles sobre su obra: «con la escultura del estómago sitúo la obra de arte dentro del cuerpo. El cuerpo vacío pasa a albergar, no un ser ni un alma, sino una escultura». Otra obra que utiliza imágenes de vídeo del interior de un cuerpo es Corps Etranger, de Mona Hatoum. Hatoum crea un espacio audiovisual inquietante por medio de las imágenes grabadas por una microcámara de vídeo descendiendo por el esófago hasta estómago. Posteriormente, las imágenes se montan en una instalación más grande en una cabina en cuyo interior te sientes absorbido. El interés de Hatoum por los entornos absorbentes se desdobla: el usuario se ve inmerso en la cabina de visionado y más adelante en un espacio biológico horrible, iluminado sólo por el ojo tecnológico. El cuerpo es a la vez injuriado y revelado.
El ciberfeminismo pretende, de manera similar, exorcisar el cuerpo femenino convertido en esencia mediante un complejo trabajo de revalorización y reconstrucción. No hay cabida para el sujeto cartesiano, como explica Plant: **»Básicamente las dos posturas que se han establecido de momento son la que habla de despojarse del cuerpo y la que habla de un regreso a la corporeidad. O bien te encuentras fuera del cuerpo en una zona estratosférica o eres parte del organismo. No creo que ninguna de estas dos posturas sea correcta. Cuando la gente habla de huir del cuerpo siguen tomando por hecho que hay un gran espacio transcendente para el alma, como el cielo, o, en cualquier caso, algo inmaterial, que se puede ocupar. Y, para mí, eso no existe. El universo no es así, es un proceso material, no una especie de construcción idealista. O sea que no se puede huir de la materia, eso es lo básico. Lo que sí puedes hacer es huir de la restrictiva organización de esa materia que se moldea para formar cosas y, por supuesto, organismos. Literalmente, el organismo se organiza en torno a sus órganos, la palabra misma lo dice»**.
El arte ciberfeminista contemporáneo, incluyendo el arte de VNS Matrix, que ellas mismas describen como cunt art [arte del coño], sigue a pies juntillas las directrices de Plant. Como ocurre en Vagina Painting [Pintura vaginal], la performance de Shigeko Kubota (integrante de Fluxus), VNS Matrix se centra en una utilización cruda, carnal y expresiva del cuerpo. Netzbikini [Red biquini], de Eva Grubinger, también constituye otra manifestación artística ciberfeminista, basada en el uso de la tecnología. El proyecto parodia la acción de comprar un biquini poniendo en oferta modelos de biquini que se pueden descargar de la red y coserse con «material de red, fino y transparente». El proyecto se convierte en interactivo cuando se pide a los usuarios que envíen fotos de sí mismos con sus nuevos biquinis. Las fotos se exponen en el sitio de Netzbikini. Por su parte, Nancy Paterson lleva el tema del cuerpo en una dirección completamente diferente. Su Stock Market Skirt [Falda Bursátil] está compuesto por un vestido de fiesta de tafetán azul y terciopelo negro, un ordenador y una teleimpresora de resultados bursátiles. El vestido está conectado con el ordenador con el que, con la ayuda de una aparato robot, se puede subir o bajar el bajo de la falda. A medida que la bolsa sube o baja, el ordenador lee las cotizaciones y cambia el largo de la falda según corresponda. Estas dos piezas muestran las muchas maneras en que el ciberfeminismo ha reflexionado sobre el cuerpo.
La cuestión de la identidad sigue de cerca a la del cuerpo. El tema de la identidad exige un precario equilibrio entre el deseo de criticar el esencialismo y el deseo de compromiso político. Aunque no esté relacionada con los estudios digitales, Elspeth Probyn, en su Outside Belongings ha intentado definir una nueva teoría de la identidad después del antihumanismo. Su obra es, por tanto, afín a los objetivos del ciberfeminismo. Probyn escribe: «Quiero analizar el deseo de los individuos de pertenecer, un deseo tenaz y frágil que, creo, se manifiesta [is performed] cada vez más con la consciencia de que es imposible pertenecer real y verdaderamente y con el miedo a que la estabilidad que da el pertenecer y el carácter sagrado de la pertenencia ya nunca vuelvan» 12 . El anhelo de Probyn es, pues, dirigir una teoría para la práctica: una teoría de vida, después de haber estado a dieta de retórica antihumanista al estilo psicoanalítico y postestructuralista durante muchos años. La palabra «manifiesta» [performed] nos recuerda a Butler, cuyo original obra Gender Trouble constituyó en sí misma una lucha con la cuestión de la identidad. Por desgracia Probyn pierde el rumbo en el desconocido espacio posthumanista. Las primeras y excitantes referencias a Foucault -indicio de una psicogeografía del ser radicalmente singular y de una aspiración a llevar a cabo la «sociología de la piel»-, al concepto de articulación de Stuart Hall y a la rizomática de Deleuze no preparan al lector para los absurdos autobiográficos de Probyn, que pasa al análisis de la «riqueza» de su infancia y de «la pasión de [su] madre por los caballos» entre otras cosas. La primera persona narrativa que usa Probyn, estilo informal, no muy distinto del de la propia Stone, se beneficiaría de una mayor objetividad, más nueva novela y menos memorias. En última instancia puedo decir del «anhelo» de Probyn lo que Foucault dijo del «deseo» de Deleuze: «No puedo soportar la palabra deseo; incluso si tú la utilizas de modo diferente, no puedo evitar pensar o vivir el deseo = carencia, o pensar que deseo significa represión» 13 . ¿Podemos usar las herramientas del maestro?
En el caso de Butler, el feminismo y la cuestión de la identidad, tienen matices claramente postestructuralistas. En consecuencia, Butler comparte el discurso sobre las teorías humanistas de la subjetividad y el espacio social más acorde con el proyecto ciberfeminista. En Gender Trouble, Butler desarrolla una crítica de lo que ella denomina «construcciones ontológicas de la identidad» «ontologías sexuales» y «metafísica de la substancia» 14 , en resumen, metafísica humanística, y queda pendiente el «después» del humanismo que sí hallamos en Probyn. Lo que hace Butler, lo hace bien. Sigue hábilmente la ruta entre la Scylla y la Charybdis de la teoría de izquierdas: elude el esencialismo mientras mantiene el agente político. Como ella misma se interroga: «¿Qué sentido tiene una construcción en la que no se puede suponer la existencia de un constructor humano previo?» 15 .Entonces Butler, anclada en un profundo materialismo, propone un sujeto humano que a la vez constituye y es constituido por su entorno social. Este texto revela con claridad el aprecio de Butler por Derrida a medida que su lógica marxista se tiñe de un aire decididamente postestructuralista: «El género es un complejo cuya totalidad se posterga permanentemente, y que nunca es plenamente sí mismo en un momento específico en el tiempo. Una coalición abierta, pues […] supondrá un ensamblaje abierto que permitirá convergencias y divergencias múltiples sin obedecer a un telos normalizador que determine una definición cerrada.» 16
El ciberfeminismo de Plant, Stone y VNS Matrix, más cercano en esto a Probyn que a Butler, parece experimentar en ocasiones con la post-sexualidad, no meramente con una crítica de las categorías sexuales. La potencialidad de lo posthumano (vida artificial, virus, ciborgs, etc.), algo que sólo es posible se realice con la llegada de la tecnología, es esencial en este caso. La afirmación profética de Haraway de que «el ciborg es una criatura en un mundo post-sexual» 17 podría adaptarse a las necesidades de los ciberfeministas, llegando a la conclusión de que el ciberfeminista es una criatura post-sexual en un mundo virtual.
Pero, ¿es posible este mundo post-sexual? y ¿de verás lo deseamos? Catherine Richards subraya la posibilidad de un curioso destino para el ciberfeminismo: ¿se convertirá el ciberfeminismo en pura añoranza irónica de las antiguas diferencias? Es decir, si alguna vez alcanzamos la post-sexualidad, ¿seremos sólo capaces de hablar extasiados sobre la situación de la lucha entre los sexos en el pasado sexuado? Se pregunta Richardson: «si algo en la tecnología virtual elimina los sexos tal y como están articulados, ¿quedará el ciberfeminismo radical consignado a una felicidad nostálgica, como ha quedado el heroísmo del macho solitario?» 18 Plant, Stone y VNS Matrix son nuestras mejores aliadas para encontrar el rumbo entre estas difíciles preguntas.
Notas
1 Sadie Plant, «Feminisations: Reflections on Women and Virtual Reality,» en Lynn Hershman Leeson, Ed. Clicking In (Bay Press, 1996), pág. 37.
2 Sadie Plant, «The Future Looms: Weaving Women and Cybernetics,» en Lynn Hershman Leeson, Ed. Clicking In (Bay Press, 1996), pág. 132.
3 Ibid.
4 Allucquère Rosanne Stone, «Will the Real Body Please Stand Up?» en Michael Benedikt, Ed. Cyberspace. First Steps (MIT Press, 1992).
5 Stone, «Will the Real Body Please Stand Up?» pág. 102.
6 Ibid, pág. 105.
7 Sherry Turkle, «Constructions and Reconstructions of the Self in Virtual Reality,» en Timothy Druckrey, Ed. Electronic Culture (Aperture, 1996), págs. 354-365.
8 Allucquère Rosanne Stone, The War of Desire and Technology at the Close of the Machine Age (MIT Press, 1995). pág. 89.
9 Ibid, pág. 121.
10 Lynn Hershman Leeson, «Romancing the Anti-Body: Lust and Longing in (Cyber)space» en Lynn Hershman Leeson, Ed. Clicking In (Bay Press, 1996), pág. 328.
11 Joke Brouwer y Carla Hoekendijk, Eds. TechnoMorphica (V2_Organisation, 1997), pág. 15.
12 Elspeth Probyn, Outside Belongings (Routledge, 1996), pág. 8.
13 Citado en Probyn, Outside Belongings, pág. 47.
14 Ed Judith Butler, Gender Trouble (Routledge, 1990), págs. 5, 33, 25.
15 Butler, Gender Trouble, pág. 8.
16 Ibid, pág. 16 (el subrayado es mío).
17 Donna Haraway, Simians, Cyborgs, and Women (Routledge, 1991), pág. 150.
18 Catherine Richards, «Fungal Intimacy: The Cyborg in Feminism and Media Art» en Lynn Hershman Leeson,. Clicking In (Bay Press, 1996), pág. 261.
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** Fragmentos de Zeros and Ones, de Plant, publicada por Thing Reviews. Edición en castellano: Editorial Destino. Colección Ciencias Sociales (Barcelona, 1998).
Publicado: http://www.estudiosonline.net/texts/galloway.html