José Luis Garrido Peña.
En el discurso de la forma se tiende a borrar el centro de gravedad de la literatura, se persiste en el simulacro glorioso, la autonomía de las obras verdaderas va contra cualquier esteticismo que las disuelva, los años y la pericia lo enseñan. La mala fe del poeta es a veces su superioridad moral. Un poder mágico lo domina en ese reino del desastre. En el recuerdo del ayer y el misterio del mañana la poesía, en la ancha corriente de la pluralidad de la expresión andaluza, en la tradición como conciencia de continuidad en la rueda del tiempo y su eje dramático. A veces nos llega con la ágil transparencia de sus contornos retóricos, otras con la fuerza ejemplarizante de un mundo memorativo, de música sobria y enteriza. Hace unos días nos dijo adiós el amigo y poeta Fernando Ortiz, su noble itinerario ha terminado, la última vez que hablamos fue sobre la poesía de Malcon Lowry, esa manera de eternidad.
UNA MANERA DE ETERNIDAD
Propone el paraíso un poema de Lowry
bajo la forma de taberna
en donde eternamente fían.
Qué cerca están infierno y paraíso.
Fernando Ortiz.
(Recado de escribir, 1990)