Rafa Rodríguez
LA UE EN LA ERA TRUMP
La Era Trump representa un intento de mantener el tipo de dominio característico de la globalización de las élites económicas mundiales apoyadas unilateralmente en la hegemonía del gobierno de EE.UU. mediante la deriva hacia un neoliberalismo autoritario.
Para mantener este status quo en la época de la crisis de la globalización, el nuevo neoliberalismo autoritario tiene como uno de sus principales objetivos la destrucción del proyecto europeo y en particular del Euro, atacándolo tanto desde dentro, mediante la conjunción de las políticas neoliberales, partidos y gobiernos autoritarios y la salida del Reino Unido, como desde el exterior.
La UE se encuentra actualmente rodeada y amenazas por conflictos militares y regímenes autoritarios: muchos Estados de la orilla sur del Mediterráneo atraviesan una severa crisis, la guerra de Siria, la agresión de Israel contra los territorios palestinos, la descomposición del Estado Libio, el conflicto de Ucrania, el terrorismo del islamismo yijadista, los ciberataques, la deriva autoritaria de Turquía y Egipto o el apoyo de la Rusia de Putin a los partidos y gobiernos ultraderechistas e incluso los intentos de alterar procesos electorales en su favor, implican un entorno muy complicado. En este contexto se van a celebrar las elecciones europeas de mayo.
Nuestra propuesta es la de una Unión Europea más democrática y unida mediante una propuesta federal de forma que pueda hacer frente a los retos del siglo XXI con una senda de transición sostenible y socialmente justa tanto internamente como externamente para lo que tiene que convertirse en un actor internacional que determine frente a los proyectos de EE.UU. y China una gobernanza mundial basada en la cooperación multilateral y en el cumplimientos de los acuerdos y normas internacionales que aseguren la paz, la democracia, la justicia social y la sostenibilidad del planeta.
Antes de ofrecer las líneas básicas de este proyecto de reforma, vamos a realizar un análisis DAFO de la Unión Europea. El análisis DAFO es una herramienta para analizar la situación de una organización o de un sector agrupando sus características internas (Debilidades y Fortalezas) y su situación externa (Amenazas y Oportunidades).
DEBLIDADES
Las debilidades se refieren a todos aquellos elementos que constituyen barreras para lograr la buena marcha de la organización.
En artículos anteriores hemos hecho referencia a las debilidades más inmediatas (el avance del neofascismo y el Brexit) y a las más estructurales (la desigualdad territorial, el euro como moneda incompleta y la hegemonía de las políticas neoliberales). Ahora las vamos a complementar con una relación que hemos agrupado en seis bloques:
- Los defectos institucionales y la actual correlación de fuerzas.
- La falta de políticas que pongan en el centro a las personas.
- La debilidad tecnológica.
- Las carencias de políticas comunes estratégicas.
- La crisis demográfica.
- La ausencia de un proyecto transversal de transición sostenible.
- Los defectos institucionales y la actual correlación de fuerzas
La primera debilidad es por qué no se toman las decisiones adecuadas para avanzar hacia la construcción de una Unión Europea más democrática y unida que pueda hacer frente a los retos del siglo XXI. Las causas hay que encontrarlas a cuatro niveles:
- La Unión Europea sigue siendo en gran una estructura intergubernamental. Por ello la causa más importante de sus errores y parálisis está motivada por la existencia de Gobiernos derechistas y escasamente pro europeos en la mayoría de los Estados. Italia y el grupo de Visegrado defienden políticas xenófobas y Holanda más los nórdicos (Dinamarca, Finlandia y Suecia), los bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) e Irlanda, están impidiendo la reforma del Euro.
- La exigencia de la regla de la unanimidad para conformar posiciones comunes, lo que permite que un pequeño grupo de Estados bloquee las iniciativas que pueden conducir a fortalecer la Unión Europea.
- La complejidad de las instituciones comunitarias, que constituyen una hibridación compuesta por instituciones democráticas elegidas directamente como el Parlamento Europeo, intergubernamentales, como el Consejo europeo, y mixtas como la Comisión europea. Es una estructura de transición que necesita ir avanzando hacia una estructura democrática y federal para que las políticas de la Unión Europea estén legitimadas democráticamente, con el Parlamente europeo en el centro de la institucionalidad europea.
- Los lobbies económicos de las grandes empresas, sobre todo de las finanzas y la banca, con demasiado poder e influencia en la toma de decisiones económicas.
- La falta de políticas que pongan en el centro a las personas: la crisis del contrato social
El contrato social, que surge en Europa y se extiende por buena parte del planeta, a distintas velocidades, después de la II Guerra Mundial, consistía básicamente en lo siguiente: quien cumple las reglas del juego, progresa, logra la estabilidad y la tranquilidad en su vida. Con una buena formación intelectual, la educación, el esfuerzo permanente y la honradez aseguraban en la mayoría de los casos el bienestar de los ciudadanos y sus familias.
Hubo un consenso entre las élites políticas (los partidos), económicas (el empresariado) y sociales (los sindicatos) para alcanzar la combinación más adecuada entre el Estado y el mercado, con el objetivo final de que toda práctica política se basara en la búsqueda de la paz, el pleno empleo y la protección de los más débiles a través del Estado de bienestar. Este consenso fue rubricado implícitamente por las fuerzas de la izquierda (socialdemócratas) y de la derecha (democristianos) tras la II Guerra Mundial, que formalizó las reglas del juego para la convivencia pacífica durante más de medio siglo.
Ese contrato social ha sido sustituido por lo que el sociólogo Robert Merton ha denominado “el efecto Mateo”: “Al que más tiene, más se le dará, y al que menos tiene se le quitará para dárselo al que más tiene”. Se ha inaugurado así la era de la desigualdad.
La lucha contra la desigualdad no constituye desgraciadamente el eje central que debe inspirar la senda de construcción de la Unión Europea. La desigualdad en Europa tiene múltiples dimensiones:
a) La brecha entre norte y sur en la UE amenaza con convertirse en un abismo
La brecha entre norte y sur en la UE amenaza con convertirse en un abismo después de tres décadas pérdidas en el intento de cerrarla. La Unión Europea ha reconocido que en los últimos 15 años se ha acentuado la “divergencia” entre norte y sur. Ese proceso es especialmente intenso en Grecia e Italia, cuyo saldo anual entre 2003 y 2017 es negativo (Grecia un -0,74% e Italia un -0,24%) pero también España (0,65% anual) está en el furgón de cola en cuanto a crecimiento de su renta per cápita en ese periodo junto con Portugal (0,63%) o Chipre (0,57%).
En ese periodo, la renta per cápita alemana creció un 1,39% anual; la austriaca, un 1,05% y la holandesa, un 1,08%. Esa diferencia del 0,74% en un año entre España y Alemania puede parecer insignificante, pero supone que en 15 años la brecha creció un 11,1%.
Los países del Este de Europa han sido los que más avanzado en este proceso de convergencia. Las rentas per cápita de países como Lituania, Letonia, Rumania, Polonia o Bulgaria han crecido por encima del 4% anual.
b) La desigualdad social
Una buena parte de la población ha salido de la Gran Recesión más pobre, más desigual, mucho más precaria, menos protegida socialmente, más desconfiada (lo que explica en buena parte la crisis de representación política que asola nuestras sociedades) y considerando la democracia como un sistema instrumental (somos demócratas siempre que la democracia resuelva nuestros problemas).
c) La desigualdad de género
La brecha de la desigualdad entre mujeres y hombres se ha reducido en la Unión Europea (UE) a un ritmo demasiado lento, según recogen las últimas estadísticas del Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE por sus siglas en inglés). El informe de Oxfam, publicado con el título de «Mujeres y pobreza laboral en Europa», constata que el 14% de la diferencia entre lo que cobra un hombre y una mujer solo puede atribuirse a la «discriminación directa o indirecta por razón de género. Además, las mujeres tienen el doble de probabilidades de tener un trabajo con baja remuneración que los hombres. Entre el 20% de la población con mayores ingresos, sólo una de cada diez personas fueron mujeres. Un desequilibrio que se traduce y se explica también por la falta de presencia en los más altos niveles directivos. De los 609 consejeros delegados o direcciones ejecutivas analizadas por Oxfam, únicamente 36, es decir, el 5,9%, eran mujeres. El informe destaca que las mujeres migrantes y las jóvenes de entre 15 y 24 años son los colectivos que afrontan una tasa más alta de riesgo de pobreza laboral. Es decir, pese a tener un trabajo, no ganar con este lo suficiente para mantenerse.
Según la última encuesta realizada por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE, entre las mujeres que tenían o habían tenido una relación con un hombre, el 22 % había sufrido violencia física y/o sexual por parte de éste. Los datos son aún más duros cuando se trata el tema de la violencia psicológica, ya que dos de cada cinco mujeres (43 %) asegura haber sufrido este tipo de maltrato por parte de su pareja actual o de la anterior. A pesar de lo dramático de esta realidad, los datos ofrecidos por el Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE), no recogen las muertes por violencia de género de todos los países que componen la Unión porque existen países donde el concepto de violencia de género no se encuentra aún definido.
d) La desigualdad por motivos de edad
Además de la ruptura del contrato social tradicional, en la última década se ha aniquilado el pacto entre generaciones. Las personas jóvenes han reducido brutalmente las expectativas materiales, y sobre todo emocionales. Muchos jóvenes se sienten privados del futuro que se les había prometido. Se ha actualizado la llamada “curva del Gran Gatsby”, que explica que las oportunidades de los descendientes de una persona dependen mucho más de la situación socioeconómica de sus antecesores que del esfuerzo personal propio. Ello conlleva la transmisión de privilegios más que la igualdad de oportunidades.
Muchas personas, millennials o mayores de 45 años que se han quedado por el camino, sobreviven en la incertidumbre, la frustración, convirtiéndose en un “proletariado emocional”.
e) La ausencia de política migratoria. Crisis del acuerdo de Schengen
Pese a que existe la creencia o percepción de que Europa está recibiendo más presión que ningún otro lugar y de que no se tiene capacidad suficiente para acoger a estas personas, la realidad es otra y para analizarlo hay que tener una visión más amplia del fenómeno.
Tan solo el 10% de las personas refugiadas logra llegar a países del llamado “primer mundo”. El resto permanecen como desplazadas internas en sus propios países o huyen hasta países vecinos empobrecidos con características sociopolíticas similares a las de sus lugares de origen.
Al tiempo que los líderes europeos regatean a la baja las cuotas de acogimiento y retrasan las medidas para lograrlo, se aceleran los acuerdos para levantar y fortalecer las vallas fronterizas. Aproximadamente 260 km de cemento y alambradas se han puesto en pie en los últimos años, el mayor símbolo visible de insolidaridad institucional que evidencia la crisis de valores a la que se enfrenta Europa. En Bulgaria, Grecia, Hungría, Calais, Ceuta o Melilla, se han decidido levantar o reforzar vallas con el propósito de frenar el paso de personas refugiadas y migrantes.
Pero por mucho que se invierta en vallas y controles está demostrado que el número de personas refugiadas no disminuye, tan solo se incrementa el peligro, las muertes, el dolor y el sufrimiento. Lo que se pone de manifiesto es la falta de voluntad para poner en marcha vías legales y seguras para que las personas refugiadas no tengan que emprender rutas cada vez más peligrosas, pues a cada valla que levanta la Unión Europea las personas refugiadas han de buscar un nuevo camino más largo y arriesgado. Igualmente, cada vez que un estado de la Unión Europea deniega un visado a una persona que huye y necesita buscar protección en un país seguro, está entregando un cliente más a las mafias, porque esa persona, sea como sea, tiene que huir para salvar su vida y la de su familia.
Las crueles voces intencionadas que tratan de buscar relación entre los refugiados y el terrorismo están desvirtuando la realidad. No hay que olvidar que son precisamente las personas refugiadas las verdaderas víctimas del terrorismo que se produce en sus países, de cuyas garras se ven obligadas a huir. Unos grupos terroristas que, parece estar demostrado, han sido alimentados durante mucho tiempo por diferentes países de occidente y algunas potencias petroleras entre otros. Tampoco podemos obviar que el 82% de los atentados yihadistas se producen en países árabes como Afganistán, Nigeria, Líbano, Mali o Yemen entre otros.
f) El desempleo
Eurostat estima que unos 17 millones de hombres y mujeres estan desempleados en la UE de los cuales unos 13 millones se encontraban en el área del euro.
Por países, las menores tasas de paro durante enero se registraron en la República Checa (2,1 %) y Alemania (3,2 %), frente a las más elevadas de Grecia (18,5 %), España (14,1 %) e Italia (10,5 %).
El desempleo juvenil afecta a unos 3,5 millones de menores de 25 años de los que 2,383 millones vivían en los países del euro. Los menores porcentajes se registraron en Alemania (6 %), la República Checa (6,1 %) y Holanda (6,5 %), en contraste con los más elevados de Grecia (39,1 %), Italia (33 %) y España (32,6 %).
Más del 50% de las personas en paro no cobra ningún subsidio de desempleo.
g) La explotación laboral
En una economía marcada por la competencia, la falta de oportunidades y la ausencia de sistemas efectivos de control provocan la expansión de formas severas de explotación laboral sobre todo entre inmigrantes en la Unión Europea, señala un estudio en el que la Agencia de Derechos Fundamentales (FRA) de la Unión Europea denuncia tanto la existencia de prácticas abusivas en muchos sectores económicos como la ineficacia de los actuales sistemas de inspección laboral: «Hay trabajadores que son gravemente explotados laboralmente a lo largo de la UE, y las inspecciones no son efectivas para detener esa situación», advierte la FRA en el informe «Protegiendo a los trabajadores migrantes de la explotación: promoviendo las inspecciones en los lugares de trabajo». «La explotación laboral severa es como un virus. Afecta a ciertos sectores de la economía y se extiende rápidamente debido a la competencia».
Pero la explotación laboral no se limita a la explotación laboral severa, sino que afecta cada vez a más trabajadoras y trabajadores que tienen que sufrir jornadas de trabajo abusivas, bajos salarios, contratos hipertemporales, fraudes en la contratación y en el alta a la Seguridad Social y falsificación en su condición de asalariados al ser camuflados como falsos autónomos.
- La debilidad tecnológica
La Unión Europea está perdiendo el tren de la innovación tecnológica. La competencia mundial es cada vez más dura, en particular desde que China se ha situado en encabeza de sectores tecnológicos fundamentales.
Hoy, no hay ninguna empresa europea entre las 15 mayores protagonistas de la revolución digital. EE.UU. en primer lugar, seguido por China controlan los grandes grupos de inversión global, empresas campeonas de los servicios, de la publicidad, las comunicaciones o la distribución, junto a los gigantes de la informática. Ambos Estados han ido conformando oligopolios o cuasi monopolios privados con muy pocas marcas. Un reducido número de empresas controlan miles de patentes y modulan competencia porque pueden permitirse perder miles de millones para eliminar a sus competidores. Por ejemplo, tres marcas constituyen hoy un oligopolio global del videojuego.
El gasto de I+D en la UE se encuentra aún en el 2%, mientras que en EE UU está en el 2,8%. Además, Norteamérica y Asia encabezan las inversiones privadas en Inteligencia Artificial. Este triste panorama es consecuencia directa de la falta de una verdadera estrategia europea de inversiones y política industrial.
Europa esté perdiendo la carrera de la tecnología, también por la situación de sus universidades. Por ejemplo, en ingeniería mecánica, la mejor universidad alemana, la de Aquisgrán, está en la franja de los puestos 51 a 75, muy por detrás de 12 universidades chinas, según la clasificación de Shanghái. Dentro de la UE y fuera de Reino Unido, solo Milán y Lovaina están por delante de Aquisgrán.
- Las carencias de políticas comunes estratégicas
a) Apenas hay avance en mejorar el diseño del Euro
El euro seguirá incompleto un tiempo más. Los Estados de la moneda única cerraron 2018 con una reforma que dota de un respaldo fiscal al fondo de resolución bancaria y da nuevas funciones al Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede), que tendrá nuevas herramientas, como líneas de crédito para países con apuros puntuales. Sin embargo, sigue sin haber avances en una hoja de ruta para poner en marcha el fondo de garantía de depósitos comunitario, que la Comisión considera una pieza clave para la Unión Bancaria. Alemania sigue demandando una reducción de los riesgos bancarios, mientras que Italia continúa sin ceder en la limitación de la deuda soberana en los balances de sus entidades financieras. Solo se logró el compromiso de tener preparado para junio el diseño de un presupuesto para la zona euro anclado dentro de las cuentas de la UE. Sus defensores, entre ellos Francia y España, tuvieron que transigir con las exigencias de los Estados del norte de que solo sirva para promover la “convergencia” y la “competitividad”, dejando fuera cualquier función estabilizadora en tiempos de crisis.
b) La falta de competencia fiscal
La fragmentación política de Europa y la falta de una autoridad pública fuerte en materia de impuestos pone a los ciudadanos de la zona a merced de los intereses privados. El sistema tributario está plagado de agujeros para las multinacionales: las grandes empresas y las grandes fortunas se han especializado en establecer microfiliales en paraísos fiscales en los que los impuestos son bajos o nulos. Lo han hecho con total impunidad.
Ante la ausencia de una política fiscal común, la exacerbada competencia fiscal sobre la tributación de los beneficios de las grandes empresas sigue aumentando en Europa. El Reino Unido va a reducir su tasa al 17%, algo inédito para un país importante, sin dejar de proteger las prácticas depredadoras de las Islas Vírgenes y otros paraísos fiscales bajo la corona británica. Si la Unión Europea no se dota de una política fiscal común, muchos Estados europeos acabaran alineándose con el 12% de Irlanda, o posiblemente el 0%.
El secreto bancario está intacto y los paraísos fiscales siguen teniendo plena existencia dentro de la Unión Europea. Europa presentó su lista negra, pero nada ha cambiado desde entonces. En la lista de la UE aparecían apenas 17 jurisdicciones no cooperativas: no está Suiza, paraíso de todos los paraísos, o Bermudas, o las islas del Canal de la Mancha. En enero quedó reducida a nueve nombres. Además de insuficiente, esa lista se elaboró con la máxima opacidad, con criterios muy discutibles y con fuertes presiones de Reino Unido, Luxemburgo, Irlanda e, incluso, Francia para suavizarla o sacar directamente del listado a algunos aliados naturales.
c) Ausencia de una política exterior
Europa necesita una política exterior mucho más meditada en relación con sus vecinos. Es necesario un pacto multilateral con África para regular la migración desde el continente con el crecimiento demográfico más rápido y las rentas más bajas. Hacen falta muchas más inversiones europeas en cosas tangibles, no en conferencias. En lugar de quejarse sobre la iniciativa china de la Franja y la Ruta de la Seda, Europa debería imitarla y, si desea contrarrestar la influencia política de China, invertir también dinero para hacer más amigos en África. También son necesarias políticas mucho más proactivas en el marco de la iniciativa del Mediterráneo, mientras que habría que renunciar a las opciones militares en la región, igual que se ha renunciado a ellas dentro de la Unión.
- La crisis demográfica
La Unión Europea es un espacio demográficamente envejecido. En 2016 por vez primera, en Europa, el número de fallecimientos superó al de nacimientos. Según el último dictamen aprobado por el Comité de las Regiones, desde el año 2000 “el crecimiento poblacional de Europa ha sido muy modesto en comparación con los 50 años anteriores: en torno al 0,5 % anual. En 2014, doce Estados miembros experimentaron pérdidas de población, mientras que en dieciséis se dio un crecimiento. Existen importantes diferencias entre el Este y el Oeste de Europa y también, aunque en menor medida, entre el Norte y el Sur. Incluso dentro de un mismo Estado son frecuentes las desigualdades regionales. Las áreas rurales remotas experimentan los mayores desafíos demográficos en todo el continente.
El “Informe Schuman sobre Europa: estado de la Unión 2017” acuñó la frase “Europa 2050: suicidio demográfico”. Las proyecciones demográficas de las grandes regiones del mundo hasta mediados de siglo son conocidas y reevaluadas cada dos años por las Naciones Unidas y regularmente por Eurostat para todos los Estados miembros de la Unión Europea. Según las últimas previsiones, contrariamente a lo que ocurrirá en América del Norte, que verá aumentar su población en 75 millones de habitantes, alrededor de dos veces menos que América del Sur, Europa podría estancarse en torno a los 500 millones de habitantes y perder 49 millones de personas en edad de trabajar en la franja de 20-64 años, 11 millones de ellas en Alemania. España e Italia, por su parte, perderían entre 7 y 8 millones de activos potenciales, en tanto que Francia podría contentarse con no alcanzar a Alemania, algo que, sin embargo, sí haría Reino Unido.
Las demás predicciones de la tectónica demográfica hasta 2050 establecen que China, Japón y Rusia perderían, respectivamente, 38 millones, 20 millones y 15 millones de habitantes, mientras que la India incrementaría su número de habitantes en unos 400 millones, sobrepasando a China al menos en unos 300 millones. La población de África aumentaría 1.300 millones, 130 millones solo en el norte de África.
- La ausencia de un proyecto transversal de transición sostenible
La UE tiene que consensuar un proyecto de transición ecológica y económica que sea la orientación transversal para todas sus políticas. La transición a una economía verde tiene que implicar un cambio en la estructura de la economía, incluida su composición entre los diferentes sectores económicos, la naturaleza del mercado laboral y cambios en las tecnologías.
La mayor parte del calentamiento global y una inmensa carga de contaminación del aire son resultado de la quema de combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas. La otra gran fuente de destrucción ambiental es la agricultura, lo que incluye la deforestación, el uso excesivo de fertilizantes y las emisiones de metano procedentes del ganado. La Unión Europea es responsable del 10 % de las emisiones globales de CO2.
Las políticas de la Unión deben ser al mismo tiempo proactivas y conservacionistas. El análisis de las «cuatro huellas» avanza desde el concepto de una «huella ecológica» general para distinguir entre cuatro categorías distintas de huella:
- el impacto sobre las emisiones de gases de efecto invernadero;
- el impacto sobre el uso del agua;
- el impacto sobre el uso de metales y otros materiales;
- el impacto sobre el uso de la tierra.
El impacto sobre la biodiversidad no se mide por separado y directamente, sino que se considera como un resultado de (1), (2), y (4). El Sustainable Europe Research Institute de Viena elaboró detalladamente este análisis para Friends of the Earth.
Todo ello remite a la importancia de reorientar el conjunto del sistema económico, social, político y tecnológico hacia pautas más sostenibles de producción y de consumo: precisamente uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fija como meta dicha reorientacion, como una condición indispensable para cumplir con el conjunto de la Agenda 2030. Teniendo en cuenta la resistencia al cambio de las grandes corporaciones en sectores estratégicos –financiero, energético, alimentario…– así como los valores sociales propios de la sociedad de consumo, el cambio de paradigma solo será posible articulando un proceso de transición ecológica de la economía, con la justicia social y con la profundización en la democracia mediante una importante participación de una ciudadanía consciente de los riesgos del paradigma vigente.
La transición ecológica de la economía requerirá condiciones justas para los trabajadores de aquellos sectores en los que resultan necesarios cambios más profundos. La fiscalidad, la regulación y los requisitos de las compras públicas son herramientas de los poderes públicos que pueden contribuir a esa transición justa hacia un nuevo modelo de producción y de consumo. A ello debe contribuir la mejora en la formación, la información y la participación de los ciudadanos.
(*) Pintura de Rafael Canogar (serie de artistas plásticos europeos contemporáneos)