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UNIÓN EUROPEA. ANÁLISIS DAFO. 2. LAS AMENAZAS

Rafa Rodríguez

  1. LA MUTACIÓN DEL CAPITALISMO

Las transformaciones de un modelo de sociedad, lejos de ser un proceso de ruptura, es un proceso lento que tarda en madurar mucho tiempo, a veces siglos, pero que también tiene procesos de aceleración.

Desde los inicios de la globalización se han producido cambios que afectan a la propia estructura del capitalismo. Estos cambios se han acelerado con la crisis de la globalización cuyo momento más emblemático fue la quiebra de Lehman Brothers en 2008.

Los cambios en la producción, la distribución global de la plusvalía, la formación de los precios, con servicios básicos aparentemente gratuitos prestados por las grandes compañías tecnológicas globales, el comportamiento de la inflación y la transformación de las relaciones laborales, son indicios de que no estamos solo ante un cambio de época sino ante una mutación de la sociedad capitalista.

Cuatro factores son decisivos en esta transformación, que tiene como vector el desequilibrio de poder entre la concentración del poder global de las élites económicas globales (EEG) y la fragmentación del poder político:

  • la crisis ambiental:
  • la hegemonía del sistema financiero,
  • la revolución digital y
  • las crecientes limitaciones de los Estados para intervenir frente a los problemas reales.

Las élites económicas globales (EEG) parecen que han renunciado a una buscar una salida colectiva a la crisis por los costes de todo tipo que le suponen una adaptación de su organización económica a los problemas que tiene la humanidad, en especial la crisis ambiental.

Están adoptando una estrategia de acumulación de poder y de desapoderamiento de la población apoyando a opciones políticas neofascistas para destruir, desde el tablero global, las articulaciones políticas que han ido conquistando y tejiendo las clases populares, en especial las democracias estatales y las construcciones internacionales multilaterales. Parece que buscan una salida sólo para ellos, que proyectan construir metafóricamente “oasis verdes” abandonando a una inerme “población sobrante”.

  1. LA CRISIS ECOLÓGICA

La crisis ambiental cuyo exponente más visible es el cambio climático sigue agudizándose con sequías, inundaciones e incendios de una intensidad desconocida.

El cambio climático continúa imparable a pesar de una mayor concienciación de la opinión pública mundial que está sufriendo el calentamiento global y las alteraciones climáticas.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM), la agencia de la ONU especializada en el tiempo, el clima y el agua, ha confirmado que la temperatura media mundial en superficie ha superado en 1,1ºC a la de la era preindustrial y hay tóxicos que permanecerán en la atmósfera durante varios siglos siendo su presencia la más elevada en el último millón de años.

El Ártico ha marcado un nuevo récord de mínima extensión de hielo este invierno —cuando debería alcanzar su máximo— desde que se iniciaron los registros científicos, hace 40 años. Menos hielo y más delgado. Pero también preocupa que el hielo grueso, el que no se tendría que descongelar ni en verano, lo está haciendo a velocidades alarmantes. El bloque de hielo más antiguo y espeso, al norte de Groenlandia, está empezando a romperse.

El permafrost, el suelo permanentemente helado, ya no lo es tanto. Un suelo congelado que lleva así miles de años y que tiene la función de retener gases de efecto invernadero producto de la descomposición de materia orgánica, está pasando de hielo a formar grandes lagos (lagos que incluso pueden liberar enfermedades atrapadas en el tiempo).

En términos concretos, la reconducción de la crisis climática requiere reducir para el año 2030 el 25% de las emisiones totales actuales de gases de efecto invernadero estimadas en, aproximadamente, 56.000 millones de toneladas de CO<MD->2<MD> equivalente.

La única manera realista de aproximarse a ese nivel de mitigación es mediante la retirada masiva del carbón del sistema energético global (dicho combustible origina el 40% de las emisiones del sistema energético y el 25% de las emisiones totales mundiales).

Estamos a tiempo de frenar los peores efectos del calentamiento si actuamos en los próximos 10 años. Cuanto más tarde reaccionemos, más costoso y caro será. Sin embargo, Trump niega el cambio climático y ha roto el Acuerdo de París, alentando a aliados como Bolsonaro a explotar y destruir el Amazonas.

La crisis ecológica si continúa agravándose va a cambiar la economía y los Estados, también a la Unión Europea, en unas proporciones inimaginables.

 

  1. POLÍTICAS

Trump y la ultraderecha quieren romper la UE

La renuncia por parte de las élites a una respuesta reformista ante los riesgos globales está provocando la pérdida de capacidad de decisión de los Estados, el deterioro de los sistemas de protección social, la ruptura de los consensos sociales, el deterioro de las instituciones democráticas y en particular de los mediadores (partidos y sindicatos) y un pesimismo generalizado en la opinión pública que por vez primera vislumbra que el futuro va a ser peor que el pasado.

Un horizonte autoritario que ve en la manipulación del Big Data y en la nueva biopolítica una oportunidad sin precedentes para la manipulación social.

Hay una incompatibilidad entre la renuncia de las élites a las reformas globales y la democracia. La reacción defensiva de las élites ha preconizado no solo que lo “mío” es lo primero frente a los “otros”, sino que ha construido a los enemigos en base a la diferencia, el de fuera, el desconocido, el extraño, el emigrante, el pobre, que se convierten en una amenaza que compite por la escasez de recursos económicos y laborales, tomando la forma política, en muchos casos, de un nacionalismo excluyente que está obteniendo éxitos electorales como ha ocurrido en las recientes elecciones Brasileñas.

Las crecientes desigualdades y la debilidad de los Estados frente a las presiones del capital para suprimir derechos y privatizar servicios públicos han socavado asimismo la confianza en las instituciones democráticas y provocado en distintos sitios el triunfo de partidos neofascistas

Trump quiere destruir a la Unión Europea porque, por una parte, es la mayor amenaza para el dominio monetario del Dólar y, por otra, representa los valores que el presidente de EE.UU. está combatiendo. Con declaraciones como «La Unión Europea la formaron para aprovecharse de Estados Unidos”, el Presidente de EE.UU. no ha cesado de enviar mensajes contra la UE. Es más, ha alentado el Brexit y ha enviado a Bannon para organizar a la ultraderecha europea de modo que actúe como un caballo de Troya para destruir o al menos paralizar a la UE.

Trump quiere eliminar los organismos internacionales multilaterales y debilitar a la UE

La estrategia de Trump tiene como objetivo eliminar los organismos internacionales multilaterales empezando por la ONU que no es tenida en cuenta por Trump a la hora de decidir acciones incluso militares. Ha abandonado el pacto por el clima del cambio climático (EEUU es el segundo emisor después de China) tal como ya hizo George Bush abandonando el protocolo de Kioto en 2001 y está boicoteando a la OMC impidiendo la renovación de la comisión de arbitraje de disputas porque quiere resolver las disputas a través de arbitrajes fuera de la OCM.

Ha roto el pacto nuclear con Irán que fue firmado en 2015 que incluyó, además de a EE.UU. a los miembros del Consejo de Seguridad de NN.UU. y Alemania, quienes, junto con la Agencia Internacional de Energía Atómica, consideran que Irán está cumpliendo los términos del acuerdo. El castigo tendrá graves consecuencias para Irán ya que EE.UU. aplica la Ley 111-95 para bloquear las transacciones financieras de los bancos iraníes y de cualquier entidad que tenga tratos con ellas.

En la estrategia de erosión del poder público frente al poder de las grandes corporaciones multinacionales, tal vez su principal objetivo sea socavar a la Unión Europea, incluso imponiéndole sanciones a sus empresas si no cumplen con sus instrucciones sobre sanciones comerciales. Ha multado con 8.000 millones de dólares al BNP Paribas y amenaza al SWIPT, el proveedor europeo que gestiona la mayoría de los movimientos de dinero mayoristas en los pagos transfronterizos, con sancionar a todos los bancos que lo componen si no retira sus servicios a los bancos iraníes aprovechando que más del 60% de sus transferencias transfronterizas la realiza en dólares.

Trump utiliza su hegemonía monetaria como un arma militar y su poder militar como sostén de su sistema financiero.

 

El neoliberalismo se ha transformado en una ideología abiertamente destructiva

El neoliberalismo como ideología del poder económico global, desde la crisis de la globalización, ha evolucionado desde una función aparentemente “técnica” que consistía en justificar la globalización como una evolución natural del desarrollo económico y social ocultando sus enormes costes, a iliberalismo, es decir a una ideología autoritaria que se oculta tras el nacionalismo de Estado para defender y practicar la implantación de sistemas autoritarios aunque nominalmente se guarden ciertas formas democráticas

El ejemplo más determinante es Trump pero también Putin, Bolsonaro, Erdogan y la ola de partidos neofascistas que asola gran parte de la propia UE.

 

  1. ECONÓMICAS

La economía es una incógnita

El escenario económico está lleno de incógnitas por la crisis ecológica, la guerra comercial que promueve Tramp, los efectos del Brexit, la menor actividad en el resto del mundo, la elevación de los tipos en un contexto de endeudamiento, la elevación del tipo de cambio con respecto al dólar, la sobreexposición a los títulos de deuda de la banca y los conflictos como la ruptura del tratado nuclear con Irán.

Hay una situación estructural de exceso de capacidad instalada y de bajos salarios, lo que provoca una caída de la demanda en un contexto de altísimo endeudamiento público y privado, con consecuencias de estancamiento económico.

El PIB mundial cierra 2018 en torno al 3,7% de crecimiento internanual aunque las previsiones para 2019 oscilan entre el 2,9% y el 3,7%. Además, en 2018 hubo un fuerte descenso de la inversión a nivel mundial. The World Economic Situation and Prospects 2019* (Situación y perspectiva económica mundial en 2019), proyecta un crecimiento medio del 3 % para este año y el que viene, variando entre el 2,5% y el 2% previsto para los Estados Unidos y el 6,3% y 6,2% para China. China está jugando con unas reglas totalmente distintas y EEUU está rompiendo las reglas que antes respetaba. El informe advierte de una serie de retos macroeconómicos que afrontan los dirigentes mundiales para lograr los objetivos con los que se comprometieron en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible e identifica al menos ocho grandes amenazas a la economía en este momento. Mark Blyth (Austeridad, historia de una idea peligrosa pone el énfasis en que hoy la inflación no es el problema sino la deflación estructural. La UE ante nueva crisis podría verse atrapada en un entorno de tipos bajos y escasa munición monetaria para hacerla frente en caso de una nueva recesión.

Hegemonía del dólar

Tal como ha explicado Michael Hudson, desde después de que EEUU aboliera su patrón oro en 1971siempre ha tratado de obligar a otros Estados a mantener sus reservas de divisas en dólares de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) comprando bonos del gobierno de los EEUU. La FED (Reserva Federal) obliga a los bancos centrales de otros países mantener reservas en dólares, incluidos los bancos centrales de Europa, los bancos centrales del Tercer Mundo, China y otros. Para comprar estos bonos, los bancos centrales deben compran dólares a la Reserva Federal de EEUU.

El gobierno de EE.UU. ha financiado su aparato militar creando formidables déficits de su propia balanza de pagos. Los dólares se han “bombeado” al ciclo económico mundial durante mucho tiempo. Lo han hecho también para financiar el gasto militar de los Estados Unidos. El gasto militar estadounidense es el que está inyectando inmensas cantidades de dólares a las economías extranjeras. Por eso en la práctica el resto del mundo financia el presupuesto militar de los Estados Unidos. En esto consiste la política unipolar de los Estados Unidos.

Estados Unidos sostiene su enorme aparato militar global solo si el valor del dólar no baja. Por eso siempre trata de evitar que otros países cambien sus dólares por oro. Con el pretexto del comercio internacional exigen a todos los países “mantener los dólares o invertir en los bonos del Tesoro”.

En más de una oportunidad le ha dicho a la Unión Europea: “Ustedes No deben tener déficit en vuestra balanza de pagos. No deben crear demasiados euros porque el euro no puede ser un rival del dólar. Los países europeos deben mantener el dólar como moneda reserva para mantener el comercio internacional”. En realidad, se trata de un tipo de tributo. Europa y el resto del mundo están financiando el déficit de la balanza de pagos de los Estados Unidos.

Trump ha lanzado una ofensiva contra China, Rusia, Irán, Cuba, Venezuela y Palestina y quiere obligar a la UE a que apoye estas acciones bajo amenaza de sanciones a las empresas europeas. De esta manera, los bancos estadounidenses pueden imponer sanciones. Si no utilizan la moneda de EEUU simplemente congelan el dinero depositado en dólares. El principio de toda la política exterior de los Estados Unidos es controlar a todos los países a través del dólar. De esta manera aseguran sus intereses globales.

Es una obligación de la UE oponerse a las imposiciones de Trump e impedir las acciones unilaterales de EE.UU. incluida sanciones a Irán o guerra comercial con China.

La competencia entre EEUU y China por la hegemonía mundial

La escalada en el conflicto comercial que enfrenta a EEUU y China continúa y amenaza con transformarse en una guerra económica abierta y generalizada ya que la gran potencia emergente ha elaborado planes minuciosos para disputar en el largo plazo la hegemonía mundial a EEUU.

Detrás del conflicto abierto por EEUU hay un plan coherente de largo alcance destinado a reforzar y prolongar la hegemonía mundial estadounidense y unos objetivos a corto plazo que persiguen consolidar los apoyos económicos y la base social y electoral de Trump de cara a la campaña presidencial de 2020, en la que acabará jugándose la hegemonía mundial de cara a la segunda mitad del siglo XXI y la configuración del modelo de mundialización que acabará imperando.

Esto explica la paradoja de que la gran potencia consolidada, EEUU, en la que impera un modelo capitalista ultraliberal y ha jugado un papel esencial en la tarea de conformar el actual modelo de globalización neoliberal, ha optado por legitimar el proteccionismo y pretende resolver unilateralmente sus desequilibrios comerciales debilitando a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Mientras que la gran potencia emergente, China, donde impera un régimen económico peculiar, en el que las empresas y las relaciones económicas están estrechamente controladas por el Estado y por un régimen centralizado de partido único que ejerce una férrea dirección sobre el conjunto de las relaciones sociales, adopta el papel de defensor del libre cambio, reivindica el papel del libre comercio como impulsor del crecimiento y el bienestar en todo el mundo y pretende salvaguardar el papel de la OMC como organismo supranacional de negociación de las reglas que favorecen el comercio mundial y la resolución negociada de los conflictos. Mientras EEUU ofrece una imagen de descontrolada y parece dispuesto a todo para imponer sus intereses y su voluntad, China defiende con firmeza las ventajas del libre cambio, los acuerdos comerciales que lo expanden y unas relaciones comerciales internacionales ordenadas, regidas por normas que obligan a todos los participantes y por instituciones mundiales que vigilan y dirimen pacíficamente y de forma negociada los inevitables conflictos de intereses que se puedan producir.

Hoy, esta política imperial ha traído como consecuencia que Rusia y China se “desdolaricen” para protegerse contra la agresión de Estados Unidos y su “burbuja económica”.

Estados Unidos ha impuesto ayer (10 de mayo de 2019) una subida del 10% en los aranceles a importaciones chinas de más de 5.000 productos valoradas en 200.000 millones de dólares, una medida que enturbia las negociaciones con Pekín para contener la guerra comercial entre las dos mayores economías mundiales.

Esta guerra comercial tiene como trasfondo impedir que China pueda ser independientes del dólar. La posición de los EEUU es la siguiente: “Ustedes deben usar nuestro dólar y deben someterse a nuestras reglas”. La Nueva Guerra Fría, que actualmente se está librando es, básicamente, una guerra financiera que amenaza a la UE de dos formas: por las consecuencias de los efectos sobre la parálisis del comercio mundial y por la hostilidad de EE.UU. contra la UE en un contexto de gran dependencia monetaria, económica, tecnológica y militar de Europa con respecto a EE.UU.

 

  1. TECNOLÓGICAS

 

Oligopolios tecnológicos

Las empresas tecnológicas de EE.UU. y China están construyendo oligopolios que van mucho más allá de dominar un sector estratégico. Sus implicaciones en la opinión. Pública, el control de datos personales, la infraestructura para toda la nueva industrialización, el monopolio de las comunicaciones, de la industria de ocio, incluso de la nueva banca, presenta un panorama desconocido y alarmante.

Con un valor de 720 mil millones de euros, Apple se mantiene en el primer puesto del listado de empresas más grandes del mundo, posición que mantiene desde 2014 cuando superó a Exxon Mobil. Además, la marca de Steve Jobs se ha convertido este 2018 en la primera empresa estadounidense en tener un valor de mercado de un billón de dólares.

En segundo lugar, la multinacional americana Alphabet, cuya principal subsidiaria es Google, desarrolla desde 2015 productos y servicios relacionados con Internet, software, dispositivos electrónicos y otras tecnologías. Su cotización en bolsa gira en torno a los 622 mil millones de euros.

Microsoft, por su parte, con un valor bursátil de 530 mil millones de euros, completa el podio de esta clasificación, que se mantiene intacto desde el año 2016. En el cuarto puesto se encuentra Amazon que, utilizando la tecnología como principal herramienta para ofrecer sus servicios de comercio electrónico, tiene un valor en el mercado de 458 mil millones de euros.

Facebook, con más de 2.200 millones de usuarios activos mensuales, tiene un valor estimado de 424 mil millones de euros. Por detrás se situarían Berkshire Hathaway B y Johnson & Johnson, con 307 mil y 394 mil millones de euros en bolsa, respectivamente.

Tencent acapara un valor de marca de 132.000 millones de dólares. Esto supone un avance de un 25% respecto al año pasado. Por cuarto año consecutivo, sigue liderando la lista de mejores compañías chinas. Los buenos datos y su estrategia empresarial confirman que el crecimiento va para largo. Durante 2017, Tencent ganó 9.200 millones de euros lo que representó un 74% más. El gigante tecnológico chino, propietario de la popular aplicación de mensajería WeChat, aumentó su facturación un 56 % respecto al ejercicio anterior, hasta 237.760 millones de yuanes (37.560 millones de dólares, 30.590 millones de euros).

En bolsa, Tencent durante el último año acumula subidas del 85,77%, a pesar de que el último mes ha sido difícil debido a la volatilidad que se registran en los mercados por la guerra comercial que ha desatado Donald Trump.

La segunda compañía tecnológica China es Alibaba. La dueña de empresas como Aliexpress también sigue creciendo de forma imparable. Según el informe realizado por Kantar Millward Brown y WPP, la multinacional supera los 88.000 millones de valor en el mercado. Recientemente, el grupo anunció que invertirá 2.000 millones de dólares (1.630 millones de euros) adicionales en el Grupo Lazada, la plataforma de comercio electrónico más grande del sudeste asiático, para acelerar sus planes de crecimiento en la región y profundizar su integración.

La tercera compañía es China Mobile, con un valor de mercado de casi 50.000 millones. La operadora y tecnológica con más abonados en el mundo.

Baidu, aparece en el quinto puesto, por detrás de ICBC (Banco Industrial y Comercial de China). La matriz del ‘Google chino’ acapara un valor en el mercado de 25.000 millones de dólares. Por detrás, aparece Huawei. La firma de ‘gadgets’ supera los 24.000 millones.

 

Ciberdictaduras

Hay un altísimo riesgo de dominio social (ciberdictaduras) por quien disponga de información crucial para condicionar la opinión pública en procesos electorales, como ha denunciado Albino Prada (Crítica del hipercapitalismo digital), ya que la actual disponibilidad de masivos registros digitalizados (de tarjetas de compra, de telefonía, de comercio electrónico o de navegación por Internet) sobre casi todas nuestras relaciones sociales abre oportunidades insospechadas para el control y la gestión de preferencias, para la ingeniería social.

 

  1. GUERRAS Y CONFLICTOS ARMADOS

Una nueva carrera armamentística

En términos generales, el gasto militar mundial creció un 2,6% y superó los 1,8 billones de dólares hasta marcar un máximo histórico desde que existen cifras consideradas fiables (1988). Los datos del SIPRI no incluyen algunos Estados con inversiones notables en Defensa como Corea del Norte, Siria, Eritrea o Emiratos Árabes Unidos.

El gasto militar de EE UU aumentó el año pasado por primera vez desde 2010. La Administración de Donald Trump elevó la inversión en Defensa un 4,6% respecto al año anterior hasta alcanzar los 649.000 millones de dólares (581.000 millones de euros), un 36% del total mundial, que creció hasta su máximo histórico. Washington y su rival estratégico Pekín suman por primera vez más de la mitad de la inversión global en Defensa, según los datos que publica este lunes el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI). La adquisición de armamento, de fabricación nacional, es la principal explicación del incremento del presupuesto de Defensa estadounidense. Con un Ejército de casi 1.400.000 efectivos, una ligera subida salarial también ha repercutido en el coste anual. La primera potencia mantiene en el extranjero más de 800 bases militares, repartidas por más de 40 países aliados. Trump ha ordenado además crear “cuanto antes” una rama del Ejército dedicada al espacio —“que garantice el dominio estadounidense del cosmos”— en la que se prevé que reciba decenas de miles de millones de dólares desde su primer año.

Washington se retiró el pasado febrero del Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias (INF, por sus siglas en inglés), un acuerdo de desarme alcanzado durante la Guerra Fría. Moscú respondió de manera simétrica al día siguiente. En la cuerda floja ha quedado el New START, otro tratado bilateral clave que limita el número de cabezas nucleares de Rusia y Estados Unidos. El pacto finaliza en 2021 y, de momento, no hay visos de que ninguno de los dos países planee ampliarlo.

A la acentuada desconfianza entre EE UU y Rusia, cabe añadir que China nunca ha formado parte de estos tratados de control armamentístico, lo que provocaba recelos tanto en Washington como en Moscú. El gigante asiático ha multiplicado por 15 su gasto militar desde los años ochenta, con incrementos en cada variación interanual desde hace 25 años. En 2018 lo hizo en un 5% hasta alcanzar el cuarto de billón de dólares. Y desde que se convirtió en 2008 en el segundo inversor mundial en Defensa, Pekín ha asignado cada año en torno al 2% de su PIB al refuerzo de su capacidad militar.

Estados Unidos, Rusia y China compiten por el desarrollo de nuevo armamento como los misiles hipersónicos, que convertirían en ineficientes los actuales sistemas de defensa. A diferencia de Washington y Pekín, Moscú recortó el año pasado su gasto militar un 3,5%, aunque una experta internacional como Fleurant explica la reducción por la inversión extraordinaria que se realizó entre 2010 y 2015 para modernizar su armamento. Por eso, la experta cree que la inversión rusa crecerá a corto plazo, a pesar de las dificultades económicas que arrastra desde hace años por la caída del precio de los hidrocarburos y las sanciones occidentales.

Por su parte, Arabia Saudí se mantuvo como el tercer inversor mundial en Defensa, además de ser el principal importador mundial de armamento. El Reino del Desierto —que lidera la intervención militar en Yemen— destinó el año pasado un 8,8% de su PIB a Defensa, el porcentaje más alto de entre todos los países analizados.

Los 29 miembros de la OTAN aumentaron conjuntamente su gasto militar un 7% (56.500 millones de euros) en 2018 respecto al año anterior. Francia, el Reino Unido, Alemania, Italia y España han vuelto a elevar moderadamente su gasto en los últimos años tras los fuertes recortes que siguieron a la crisis financiera de 2008.

Sin embargo, son algunos de los miembros más recientes los que más han incrementado su inversión. Rumania, Bulgaria, Lituania y Letonia aumentaron su gasto militar en torno a un 20%; Polonia, un 10%. Turquía también elevó el gasto, un 24%.

La UE rodeada de zonas en conflictos

Mientras el flanco noroccidental –Brexit- casi monopoliza las miradas de la UE desde hace tres años, las nubes se adensan oscuras en sus flancos Sur y Este. El persistente conflicto en el Sahel, la renovada belicosidad en Libia, la revolución argelina de incierto futuro y el golpe en Sudán conforman un escenario explosivo en el Sur. En el Este, múltiples y prolongadas protestas muestran el descontento de los ciudadanos balcánicos, mientras Ucrania afronta un trance político lleno de incógnitas con la posible victoria de un cómico en las presidenciales.

Aumentan los conflictos armados en el mundo

Oriente Próximo sigue siendo el principal foco de conflictos en el mundo. Si bien se ha confirmado la derrota del Estado Islámico en Siria, sigue siendo una terrible amenaza tal como lo demuestra el sangriento atentado en Sri Lanka del 21 de abril de 2019 con más de 300 personas fallecidas y 500 herida. Tampoco ha menguado la tragedia humanitaria provocada por el conflicto yemení.

Estados Unidos ha redoblado su apuesta por el eje Israel-Arabia Saudí-Emiratos Árabes Unidos, y su enfrentamiento con Irán. El apoyo de EE.UU. al gobierno racista y belicista de Israel se ha confirmado en decisiones tales como la apertura de la Embajada estadounidense en Jerusalén coincidiendo con el 70º aniversario de Israel o el reconocimiento de la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán. El triunfo electoral de Netanyahu, junto con el apoyo de EE.UU. ha activado la escalada de ataques contra Palestina más sangrienta desde la guerra de 2014.

EE.UU. también ha abandonado el acuerdo nuclear con Irán y amenaza a los demás firmantes del acuerdo con abusivas sanciones extraterritoriales si no lo abandonan también.

Sudán del Sur ha sido s el conflicto que más víctimas mortales ha causado a lo largo del siglo XXI con al menos 385.000 muertos, según el Polynational War Memorial. El Council on Foreign Relations identifica 14 conflictos muy graves que se mantienen abiertos en la actualidad.

La guerra de Siria, que parece que tras la derrota del ISIS ha entrado en su fase final, ha sido la segunda con más víctimas mortales y la que más personas ha obligado a desplazarse. Las cifras son escalofriantes: el número de refugiados y desplazados internos no es comparable a ningún otro conflicto del siglo XXI. Antes de la guerra, en Siria vivían 20 millones de personas. De todas ellas, al menos 278.000 han muerto, 6 millones han cruzado la frontera y otros 7 millones han abandonado sus casas para trasladarse a otras zonas del país menos conflictivas.

Después de Sudán del Sur y Siria, Afganistán es el conflicto armado que más víctimas ha causado con un total de 131.000 muertos, 2,6 millones refugiados y 1,2 millones de desplazados internos. En Afganistán, EE UU sigue inmerso en la que suele considerarse como la guerra más larga de su historia, y se estima que el porcentaje de distritos controlados actualmente por los talibanes es el mayor desde que fueron derrocados en 2001.

A diferencia de Afganistán, en México no hay un conflicto armado abierto declarado. Esto no impide, sin embargo, que la violencia criminal convierta esta ‘guerra’ en una de las que más víctimas mortales causa del mundo. Aunque las cifras no son precisas y oscilan con diferencias de casi 200.000 personas, las diversas fuentes consultadas para este reportaje coinciden en determinar que al menos 100.000 personas han muerto en México desde el año 2004.

En Turquía, el problema viene de lejos. Desde 1984, el PKK —el Partido de los Trabajadores Kurdos— lucha contra el estado turco para reclamar mayores derechos culturales y políticos. El conflicto entre Estado y PKK, designado por el gobierno como “grupo terrorista”, ha causado en Turquía la muerte de 32.000 personas.

Desde que ambos bandos rompieron las negociaciones en Julio de 2015, el conflicto ha entrado en una de sus etapas más mortíferas de las tres últimas décadas. Especialmente para la comunidad kurda que ha recibido ataques constantes a las principales poblaciones del sur del país, donde se encuentra la mayoría étnica.

Donde tampoco ha mejorado la situación a lo largo de los últimos meses ha sido en Birmania. Desde que en 2017 estallaron las tensiones entre la comunidad musulmana y la budista, las autoridades militares han perpetrado ataques continuos contra la comunidad Roghinyá en el Estado de Rakhine. Los asesinatos indiscriminados y la quema de aldeas han obligado a más de un millón de personas a abandonar el país. El Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas tildó la actuación de gobierno birmano de “limpieza étnica”.

Mientras que en Birmania la comunidad Roghinyá se ha visto obligada a cruzar la frontera y refugiarse en Bangladesh, en Nigeria la gran mayoría de damnificados por la violencia de Boko Haram han huido a otras zonas del país sin llegar a cruzar la frontera.

Según los datos del Centro de Monitoreo de Desplazados Internos, casi 2 millones de personas han tenido que dejar sus aldeas atrás para empezar de nuevo en otro lugar de Nigeria. Además, la violencia del grupo islamista Boko Haram se ha llevado la vida de casi 30.000 personas desde su creación en 2004.

Pero los esfuerzos del ejército Nigeriano —con la ayuda del de Benín, Camerún, Chad y Níger— para reducir el control territorial de la banda islamista han tenido su recompensa. A pesar de que Boko Haram mantiene el control sobre alguna provincia y sigue perpetrando atentados, el número de víctimas mortales no ha dejado de descender en los últimos dos años, según indica el Council on Foreign Relations.

Y luego están las guerras olvidadas. Conflictos como la guerra del Yemen, la violencia en la República Democrática del Congo y la República Centroafricana o la presencia del grupo islamista Al-Shabab en Somalia que quedan relegados a un segundo plano. Sin embargo, el Council on Foreign Relation identifica que, tal y como ha ocurrido con Sudán del Sur, Afganistán o México, todos ellos también se han agravado en el último año.

 

  1. SOCIALES

El aumento de la desigualdad y la pobreza

En economías emergentes y en desarrollo donde, en general, las desigualdades han venido disminuyendo, los niveles se mantienen elevados y el ritmo de mejora se ha reducido considerablemente. En algunas economías avanzadas, en las que tradicionalmente las desigualdades han sido muy inferiores a las de los países en desarrollo, las desigualdades en los ingresos han empeorado rápidamente después de la crisis.

El aumento de la desigualdad es la consecuencia de las políticas neoliberales que los gobiernos han ido aplicando con reformas laborales (supuestamente encaminadas a favorecer la flexibilidad de los mercados laborales) y recortes del gasto público, sobre todo del gasto público social.

El número de personas que padecen hambre ha vuelto a crecer por tercer año consecutivo, según el informe “El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo”, elaborado conjuntamente por varios organismos de las Naciones Unidas. Tras un prolongado descenso hasta 2014, los progresos alcanzados en la lucha contra el hambre han sufrido un revés y retroceden a la casilla del año 2010, último año en el que se registraron niveles de desnutrición similares. 821 millones de personas, según los últimos datos globales, correspondientes a 2017. Son 17 millones más que en 2016, 36 millones más que en 2015.

La actividad humana tiene mucho que ver en este retroceso. Entre las principales causas de este repunte del hambre están el estallido o el enquistamiento de la violencia y las guerras en varias zonas del planeta.  Según datos analizados por la ONG Acción contra el Hambre, el 60% de las personas que pasan hambre viven en un país en conflicto.

En el informe, los organismos de la ONU insisten: el aumento se debe también al impacto de los fenómenos extremos «frecuentes e intensos», en parte impulsados por el cambio climático, y concluyen que el hambre es «significativamente mayor» en los países que tienen una gran dependencia de las precipitaciones o que están expuestos a una sequía grave y donde un elevado porcentaje de la población depende de la agricultura.

Los cambios en el clima, como el calor extremo o las lluvias torrenciales, han mermado la producción de cultivos fundamentales para muchas personas como el trigo, arroz y maíz en las regiones tropicales y templadas. De todos los desastres naturales, las inundaciones y las tormentas tropicales son las que más afectan a la producción de alimentos, también las sequías. Las que vinieron vinculadas al fuerte fenómeno de El Niño en 2015 y 2016 afectaron a numerosos países y contribuyeron al repunte del hambre registrado este año.

El impacto del hambre es mucho mayor cuando un país se ve azotado, de manera conjunta, por los conflictos y estos desastres naturales. Esto ocurrió en 14 de 34 países con situación de crisis alimentarias en 2017 y afectó a 65,8 millones de personas.

Es el caso de Yemen, con un 34% de su población subalimentada, en guerra desde 2015 pero también expuesta a fenómenos como la sequía como es el caso del Yemen, Sudán del Sur, Etiopía y Bangladesh, que ha recibido cientos de miles refugiados rohingyas desde Myanmar, está expuesto a inundaciones y tormentas.

El hambre está avanzando en Latinoamérica y la mayoría de las regiones de África –con especial impacto en África subsahariana- que vuelve a ser el continente con el mayor porcentaje de población subalimentada. El hambre afectó a más de 256 millones de personas, un 20% de su población, por el impacto de fenómenos meteorológicos extremos y conflictos en diversas regiones.

Hay una tendencia a la baja del hambre en Asia, que sigue albergando al número más alto de individuos que la sufren, 515 millones de personas, un 11,4% de su población. Por otro lado, en América Latina y el Caribe, el hambre creció ligeramente hasta alcanzar a 39 millones de personas en 2017, el 6,1% de su población, según las estimaciones.

En la lucha contra el hambre, las mujeres también se llevan la peor parte. La discriminación que existe en todos lados aquí es radical. Las mujeres son las últimas que comen en sus casas en muchas partes del mundo. Lo mismo pasa con el acceso al servicio de salud o con los derechos a poseer tierras y el ganado que mejor resiste a las inclemencias», sostiene el responsable de Acción contra el Hambre. El escaso acceso a los alimentos también ha provocado un aumento de la anemia en las mujeres a nivel mundial: una de cada tres mujeres en edad reproductiva padece esta afección.

En África, América Latina y Asia el impacto de la inseguridad alimentaria grave es más alta entre las mujeres. Las mayores diferencias se encuentran en Latinoamérica.

Los avances también son escasos a la hora de combatir el retraso del crecimiento infantil, con casi 151 millones de niños menores de cinco años de todo el mundo, o más del 22%, demasiado bajos para su edad. En 2017, el 7,5% de los niños menores de cinco años estaban afectados por un peso inferior para su estatura. Son los que presentan un mayor riesgo de muerte. El impacto de la desnutrición aguda infantil sigue siendo extremadamente alto en Asia, con casi uno de cada 10 niños menores de cinco años con bajo peso para su estatura.

El desempleo

Como ha explicado Joaquín Estefanía, el planeta Trabajo se halla en una de sus mutaciones más profundas desde el inicio de la revolución industrial en el siglo XVIII. La naturaleza misma del trabajo y su relación vertebradora de la cohesión social están en cuestión. La transformación está siendo tan profunda que genera temor en amplias capas de la sociedad; una de las consecuencias de ello es, posiblemente, la ola de conservadurismo (de derechas, pero también de izquierdas) que asola al mundo y que disputa, en estos momentos, la hegemonía al liberalismo y a la socialdemocracia. Muchos ciudadanos tienen miedo a perder su puesto de trabajo en el futuro inmediato, sustituirlo por otro de peor calidad y menor seguridad, o a instalarse en la precariedad permanente.

Para analizar estas tendencias es oportuno recordar la situación del mercado de trabajo en su conjunto. Según uno de los últimos informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) —que este año cumple su primer centenario—, se está reduciendo el paro en el planeta (173 millones de desempleados, un 5% de la población activa), pero no mejora la calidad del empleo; todo lo contrario, decenas de millones de personas se ven obligadas a aceptar condiciones muy deficientes. El trabajo decente es muy escaso. Hay 3.300 millones de empleados en el mercado global, de los cuales más de 2.000 millones (un 61% del total) pertenecen a la economía sumergida, y en su mayor parte no tienen derecho a protección social; 1.100 millones trabajan por cuenta propia (autónomos, verdaderos o falsos), a menudo en actividades de mera subsistencia debido a la falta de oportunidades de empleo en el sector formal y, también, con problemas graves para beneficiarse de los capítulos que componen el Estado de bienestar. Una de cada cinco personas menores de 25 años ni trabaja ni estudia ni recibe formación alguna.

En este contexto es en el que se expande el capitalismo de plataformas, que abarca, en progresión geométrica, a un número creciente de sectores productivos. De las plataformas digitales se puede afirmar que, asumida su presencia creciente, la gran tarea es regularlas sabiendo que hay una gran asimetría entre unos poderes públicos lentos en reaccionar y unas empresas tecnológicas extraordinariamente rápidas en asentarse. Lo novedoso está en cómo las plataformas digitales cambian la organización del trabajo y ponen contra las cuerdas las regulaciones pensadas para otros modelos de producción. Una de las cuestiones más urgentes sería elaborar un catálogo de derechos laborales comunes para los asalariados y autónomos, que habrían de ser aplicados a los trabajadores de las plataformas. Muchos de ellos trabajan en este tipo de empresas tecnológicas porque no han encontrado un trabajo convencional, y uno de sus temores principales es ser desactivados de las apps que les notifican los encargos disponibles y, por tanto, perder el acceso al trabajo (despido digital) sin previo aviso ni conocimiento de los motivos. Según la profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social María Luz Rodríguez Fernández, que ha estudiado a fondo esta cuestión, cree que, las plataformas raramente aparecen como empresas con trabajadores bajo su responsabilidad, sino como plataformas tecnológicas desprovistas de mano de obra, porque a sus presuntos financiadores (sociedades de capital riesgo) no les gusta invertir en trabajo, sino en tecnología.

La experiencia que tenemos de la confrontación entre las empresas del capitalismo de plataformas y el que, quizá abusivamente, se podría denominar capitalismo analógico es que las primeras apelan a la modernidad y a la tecnología digital, y crean un relato de ruptura con el pasado que no es algo inocente, sino que parece significar que la normativa y las garantías laborales vigentes no sirven para afrontar esta nueva realidad avasalladora.

La destrucción de las relaciones laborales

Un nuevo orden económico con serias consecuencias para el empleo se ha instalado entre nosotros. Las sinergias que se derivan del desarrollo de las ingenierías del software, robótica, telecomunicaciones y microelectrónica, han creado memorias más rápidas y baratas, mayor movilidad y ubicuidad de la información, máquinas inteligentes que combinadas con otras ramas del conocimiento han generado todo un universo nuevo: el de la digitalización. Un universo que, como ocurriera en su día con la electricidad, embebe los hábitos humanos y condiciona la cantidad y la calidad del empleo. Más que la sustitución del hombre por la máquina, es la aparición de nuevos productos y costumbres los que asolan muchos empleos y están cambiando las pautas ocupacionales, las condiciones laborales, la precariedad en los empleos y ampliado la desigualdad en los ingresos salariales.

Según el informe de la OIT “Perspectivas sociales y de empleo en el mundo” (2019) la tasa de participación laboral femenina fue del 48 por ciento en 2018, muy inferior a la masculina, que fue del 75 por ciento; vale decir que, en 2018, alrededor de tres de cada cinco de los 3500 millones de integrantes de la fuerza de trabajo mundial eran varones. La evolución hacia el cierre de la brecha de género en las tasas de participación tuvo un lapso de rápida mejora que se prolongó hasta 2003 pero luego se estancó. Los alarmantes 27 puntos porcentuales de disparidad registrados en 2018 en la participación laboral debieran impulsar medidas políticas destinadas a mejorar la igualdad de género en los mercados de trabajo del mundo y también a potenciar las capacidades de las personas. En general, las tasas de participación laboral entre los adultos vienen reduciéndose desde hace veinticinco años; esa reducción es aún más pronunciada entre las personas jóvenes de entre 15 y 24 años. Se calcula que esta tendencia descendente continuará en el futuro. Es evidente que hay factores causantes positivos, como la mayor tasa de escolarización, las mayores posibilidades de jubilación y la mayor esperanza de vida. Sin embargo, el aumento de la tasa de dependencia (esto es, el porcentaje de personas económicamente inactivas con respecto a las activas) plantea nuevos desafíos en términos de organización del trabajo y distribución de los recursos en la sociedad.

 

  1. MOVIMIENTOS MIGRATORIOS MASIVOS

La desregulación de la movilidad de capitales al mismo tiempo que ideologías xenófobas e insolidarias quieren poner muros en las fronteras; el aumento de la desigualdad y la pobreza; los conflictos armados; la crisis climática, la represión de gobiernos autoritarios y el descontrol demográfico han convertido a las migraciones en el mayor drama al que se enfrenta la humanidad.

Un nuevo informe del Centro de Vigilancia de los Desplazados Internos del Consejo Noruego para Refugiados, en el que colaboró La Organización Internacional para las Migraciones, cifró en 41,3 millones el número de personas desplazadas dentro de sus países.

La cifra récord es el resultado de años de desplazamientos cíclicos y prolongados, y del alto número de nuevos desplazamientos internos registrados, alrededor de 28 millones, debidos a los conflictos, la violencia generalizada y los desastres naturales que tuvieron lugar entre enero y diciembre de 2018.

La mayor parte de los casi 11 millones de nuevos desplazados por motivos de violencia se dieron en los conflictos en la República Democrática del Congo y Siria y, por tensiones intercomunitarias, en Etiopía, Camerún y en partes de Nigeria.

Las nuevas movilizaciones por motivos meteorológicos afectaron a 17,2 millones de personas durante el año pasado. Los ciclones tropicales y las inundaciones causadas por las lluvias monzónicas provocaron desplazamientos masivos en forma de evacuaciones en Filipinas, China y la India. Igualmente, los incendios forestales que sufrió California fueron los más destructivos de su historia, desplazando a cientos de miles de personas.

Entre las naciones que se vieron afectadas tanto por la violencia como por los fenómenos climáticos extremos cabe destacar la sequía que sufrió Afganistán provocando más desplazamientos que el conflicto armado en el país, y la crisis en el nordeste de Nigeria que se vio agravada por las inundaciones que afectaron al 80% del país.

La mayor parte de los 1,7 millones de personas desplazadas por desastres climatológicos en el continente americano se dio en Estados Unidos, mientras que las personas afectadas por conflictos y violencia en América Central y Sudamérica subió a las 400.000.

El impacto de los huracanes Florence y Michael en la costa sureste desplazó a unos 850.000 estadounidenses, mientras que los graves incendios forestales en el estado de California, donde fallecieron más de 100 personas y se quemaron 335.000 hectáreas, movilizaron a unas 400.000 personas.

Por su parte, en Colombia se reportaron 67.000 nuevos desplazamientos debido a desastres naturales y unos 11.000 en México por el paso del huracán Willa el pasado mes de octubre.

Otro foco de violencia fue el Triángulo Norte de Centroamérica que registró unos 240.000 nuevos desplazados internos en El Salvador, 950 en Honduras, una cifra estimada como conservadora y la ausencia de datos sobre Guatemala. Asimismo, el tráfico de drogas provocó 11.000 nuevas movilizaciones en México.

Los conflictos, las crisis climáticas y los proyectos de desarrollo a gran escala suelen desplazar a las personas de las zonas rurales a las urbanas, aunque muchas ciudades de la región de las Américas se encuentran entre las más peligrosas del mundo. Los principales afectados por el desplazamiento en las zonas urbanas suelen ser personas pobres afectadas por la violencia criminal y los desalojos forzosos.

El Pacto migratorio de la ONU en Marrakech (10 y 11 de diciembre de 2018), aprobado por 193 miembros ha abierto una ventana de esperanza para abordar de forma multilateral vías de solución a este drama.

(*) Obra de Ignacio Puras Trimiño (serie de artistas plásticos europeos contemporáneos)

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