Alberto Garzón viaja en Ryanair. Lo sabemos porque su servicio de prensa ha subido una foto a las redes sociales del candidato de IU-Unidad Popular para informarnos de que el líder de izquierdas es un político cercano, nada dado a los excesos, austero, sencillo, como el pueblo: ¡¡VIAJA EN RYANAIR!!
Se tiende a creer que el uso de los vuelos low cost tiene algo de progresista, igual que comprarse bragas y calzoncillos a dos euros en Primark. Es la subida a los altares del empobrecimiento lo que está reivindicando Alberto Garzón y otros políticos de la izquierda franciscana que, antes de hacer el programa electoral, prometen los votos de pobreza; como si ser pobre fuera sinónimo de justicia.
Además de que el modelo social que producen empresas como Ryanair o Primark, precios irrisorios para lo que es preciso tener unas condiciones laborales de esclavitud y salarios de depresión, defender lo low cost como sinónimo de emancipación, además de ser de un infantilismo intelectual de libro, no es más que darle argumentos a esa derecha que se lleva la manos a la cabeza si Manuela Carmena se va de vacaciones una semana a Almería.
Esta derecha encantada con la izquierda franciscana no dudará, dentro de tres días y medio, en abogar por la retirada de las vacaciones con sueldo que tantísimo costó conseguir a los trabajadores y trabajadoras. Irse de vacaciones será visto como un lujo gracias a los imitadores de la pobreza de Pepe Mújica, ese líder uruguayo con el que la derecha internacional está encantada de hacerse fotos con él y le compra a pares el discurso franciscano de vivir, y la izquierda de voto de pobreza lo aclama como líder mundial.
Nunca ha sido un valor de la izquierda aspirar a vivir como un pobre, como una persona empobrecida; al contrario, la izquierda ha aspirado y debería aspirar a que nadie tuviera que vivir como pobre, a que nadie tuviera que viajar en Ryanair, a que nadie se viera obligado a trabajar en Ryanair, Inditex o Primark por salarios de esclavitud y, sobre todo, a que nadie tuviera que comprarse bragas y calzoncillos a un euro de tejidos de mala calidad, contaminantes y que explotan hasta matar a las niñas que las fabrican en Bangladesh.
Lo ideal no es que Alberto Garzón viaje en Ryanair para demostrar que es muy justo, sino que pudiera viajar en una compañía de precio medio en la que los sueldos y condiciones laborales de sus empleados no fueran low cost y la aerolínea no fiscalizara en Irlanda, el país con el impuesto de sociedad más bajo de toda la UE y que en la práctica es un paraíso fiscal, como hace Ryanair y el modelo que está premiando Alberto Garzón como consumidor.
Lejos de ser de izquierdas viajar en Ryanair, Alberto Garzón está hoy fomentando con la compra de su billete unas condiciones laborales, salarios, modelo fiscal y de sociedad injustos, insolidarios, antiecológicos, depredador y explotador, que es así como se comporta Ryanair con sus empleados, con el planeta y con sus clientes, turistas empobrecidos que se compran billetes a 30 euros no por marketing político, sino porque no tienen capacidad para comprarse un billete de 100 euros y son capaces hasta de soportar ser llevados como ganado en un avión.
La emancipación es que todos podamos aspirar a viajar en condiciones dignas, y no solamente esa derecha que publica indignada en portada que Manuela Carmena se vaya de vacaciones una semana en agosto a Almería. Viajar en Ryanair es de derechas, no de izquierdas, Alberto Garzón.
Raúl Solís