Michael. Roberts. un año escribí una nota sobre por qué el crecimiento de la productividad se ha ralentizado en todas las grandes economías.
Como expliqué entonces, la productividad del trabajo, medida por la producción per capita de los trabajadores o la producción por hora del trabajador, es un índice muy bueno del potencial productivo del capitalismo. Las economías pueden aumentar su producto nacional empleando más gente como trabajadores (si crece la población en edad de trabajar) o mediante el aumento de la productividad de cada trabajador. Con la caída del crecimiento demográfico tanto en la mayoría de las grandes economías como a nivel mundial, el crecimiento de la productividad es el principal método para aumento de la producción global y – teniendo en cuenta la enorme desigualdad, o la diferencia de ingresos y patrimonio y la falta de producción para las necesidades de la mayoría) – el nivel de vida de la población mundial.
El capitalismo es un modo de producción que busca específicamente aumentar continuamente la productividad de la mano de obra, en comparación con los anteriores modos de producción como la esclavitud, el feudalismo o el absolutismo. La razón es que los capitalistas, al competir para obtener y controlar más beneficios (o plusvalía) de la fuerza de trabajo de los trabajadores, se vieron obligados a mecanizar e introducir tecnologías de ahorro de mano de obra. Así que si el capitalismo ya no es capaz de aumentar la productividad mediante la inversión en tecnología, su razón de ser como forma de organización social humana está seriamente en cuestión. El capitalismo habría alcanzado su «fecha de caducidad».
Y como defendía en la nota mencionada, el crecimiento global de la productividad ha caído de nuevo, sobre todo desde la Gran Recesión que comenzó en 2008 y de la que todavía no hay señales de recuperación hasta los niveles anteriores. Y ello molesta y preocupa a los estrategas económicos de las clases dominantes, dado que la teoría económica convencional no tiene una explicación clara del por qué.
Esta semana, el vice-presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Stanley Fischer, analizó el estado de la economía de Estados Unidos. Comenzó alabar el éxito de las políticas monetarias de la Fed a la hora de conseguir prácticamente de nuevo el pleno empleo en los EE.UU.: «Creo que es un logro notable, y tal vez poco apreciado, que la economía haya vuelto casi al pleno empleo en un tiempo relativamente corto después de la Gran Recesión, dada la experiencia histórica de lo que sucede después de una crisis financiera».
Sin embargo, Fischer señala que el crecimiento de la producción no ha sido tan impresionante. Y esto es claramente debido a la desaceleración del crecimiento de la productividad. “Recientemente, se ha conocido que la productividad del sector empresarial ha disminuido durante los últimos tres trimestres, su peor evolución desde 1979. De acuerdo, el crecimiento de la productividad es a menudo bastante volátil de trimestre a trimestre, tanto por la dificultad de medir la producción y las horas y debido a otros factores transitorios que pueden afectar a la productividad. Pero al mirar a la última década, el crecimiento de la productividad ha sido mediocre para los estándares posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La producción por hora aumentó sólo 1-1/4 por ciento de media anual desde 2006 hasta 2015, en comparación con su media a largo plazo de 2 -1/2 por ciento de 1949 a 2005. Una desaceleración 1 -1/4 puntos porcentuales en el crecimiento de la productividad es un cambio profundo, que, en caso de persistir, tendría consecuencias de amplio alcance para el empleo, el crecimiento de los salarios, y la política económica en general. Por ejemplo, el frustantemente lento ritmo de aumento de los salarios reales observado durante la reciente expansión probablemente refleja en parte el lento crecimiento de la productividad».
¿Por qué pasa esto? Fischer presenta varias explicaciones: la medición errónea del crecimiento del PIB; la caída de la inversión de las empresas; una desaceleración de la aplicación de nuevas tecnologías que podrían aumentar la productividad; y / o el fracaso de las nuevas tecnologías a la hora de difundirse a sectores más amplios de la economía.
La primera explicación tiene mucho apoyo. El argumento es que el indice tradicional de la producción, el producto interno bruto, es una medición muy pobre del «bienestar» o de la producción para las necesidades de las personas. Este argumento ha sido muy bien desarrollado en un libro de Diane Coyle (http://www.enlightenmenteconomics.com) llamado GDP: A Brief But Affectionate History. Coyle sostiene que el PIB es una idea «abstracta» (lo que es claramente) que deja fuera servicios y beneficios importantes e incluye otros innecesarios. Aquí está un ejemplo ofrecido por John Mauldin : «Si compro un sistema de energía solar para mi casa, esa compra inmediatamente se incluye en el PIB. Pero si a continuación me separo de la red eléctrica y dejo de pagar a la compañía eléctrica $ 1000 cada mes, se reduce el PIB en la misma cantidad. Sin embargo, ¡yo estoy consumiendo la misma cantidad de electricidad! Mi estilo de vida no ha cambiado y además mi renta disponible ha aumentado».
Sí, pero lo que la crítica de Coyle no reconoce es que el PIB no está diseñado para medir «beneficios» para las personas, sino las ganancias productivas del modo de producción capitalista. La red eléctrica es parte del mercado, la electricidad producida en casa no; la limpieza de casas y oficinas a cambio de dinero es parte del mercado y está incluida en el PIB; la limpieza de su casa que hace usted mismo no es comercializable y por lo tanto no se incluye en el PIB. Eso tiene mucho sentido desde el punto de vista del capitalismo, pero no del bienestar de las personas. Como dice Mauldin: «El PIB es en última instancia una construcción financiera, una abstracción política y filosófica. Es necesaria para la gestión del país, ya que, al igual que con cualquier empresa, si no se puede medir no se puede determinar si lo que está haciendo es productivo».
Muchos han defendido recientemente que bastantes de los nuevos desarrollos tecnológicos no se incluyen en las cifras del PIB: «debido a que las estadísticas oficiales no han logrado captar nuevos y mejores productos o medir debidamente la evolución de los cambios en los precios» (Fischer). Pero como señala Fischer, » la investigación más reciente sugiere que la medición errónea de la producción no puede explicar gran parte de la desaceleración de la productividad».
Esto me lleva al principal argumento ofrecido por el economista Robert J Gordon, en su obra magna, The Rise and Fall of American Growth: The US Standard of Living Since the Civil War. He discutido la tesis de Gordon antes, desde que la presentó por primera vez en 2012. Gordon reconoce que las pruebas demuestran que el crecimiento de la productividad es baja en la actualidad, porque por lo general lo es. Ha habido períodos de rápido crecimiento de la productividad cuando los avances técnicos se propagan ampliamente en todas las economías, como a principios de la década de 1930 y en el período inmediato de la posguerra. El crecimiento de la productividad se elevó desde finales del siglo XIX y alcanzó su punto máximo en la década de 1950, pero se ha reducido mucho desde 1970. Al considerar el período entre 1870 y 1970 como el «siglo especial ‘, Gordon hace hincapié en que el período posterior a 1970 ha sido menos especial. Sostiene que el ritmo de la innovación se ha desacelerado desde 1970 y, además, que los beneficios de la mejora tecnológica han sido compartidos con menor amplitud.
En términos marxistas, esto sugiere que el capitalismo está exhibiendo señales de agotamiento como un modo de producción que puede crecer para reducir el tiempo de trabajo y satisfacer las necesidades de las personas. Las innovaciones técnicas actuales de Internet, ordenadores, teléfonos inteligentes y algoritmos, etc no son ni mucho menos tan omnipresente en su impacto como la electricidad, los automóviles, los avances médicos y de salud pública, etc. de períodos anteriores. Así que a nivel mundial, no se puede esperar del capitalismo que aumente la productividad en el futuro. De hecho, hay muchos ‘vientos en contra’ que probablemente fuercen un crecimiento inferior, dice Gordon.
Entonces ¿por qué se ha ralentizado el crecimiento de la productividad y seguirá así? La economía convencional ofrece todo tipo de explicaciones. La primera, como hemos visto, es argumentar que el crecimiento de la productividad en realidad no se ha ralentizado porque no se está midiendo correctamente en la era moderna de los servicios y el internet.
La segunda es argumentar que la desaceleración es temporal y es causada por la crisis financiera global y la posterior Gran Recesión. La herencia de la crisis implica todavía muy altos niveles de deuda, tanto privada como pública, y esto está pesando en la capacidad y disposición del sector capitalista para invertir y expandir nuevas tecnologías. Noah Smith, el blogger keynesiano, tiene problemas a la hora de admitir que la deuda es la principal causa de las recesiones y las desaceleraciones. Robert Shiller, el economista “conductista” premio Nobel, por el contrario, considera que la desaceleración es debida a las «vacilaciones»: «las desaceleraciones económicas a menudo pueden ser caracterizadas como periodos de vacilación. Los consumidores dudan en comprar una nueva casa o un coche, pensando que la vieja casa o el coche no les acarrearán problemas todavía. Los gestores dudan entre ampliar su fuerza de trabajo, comprar un nuevo edificio de oficinas, o construir una nueva fábrica, a la espera de noticias que les haga dejar de preocuparse sobre si deben o no comprometerse con nuevas ideas».
No hay duda de que la crisis financiera global ha hecho caer las tasas de crecimiento en las principales economías – de hecho, eso es parte de la definición de lo que llamo la Larga Depresión que el capitalismo sufre actualmente (y todos nosotros, por supuesto, como consecuencia).
Y un elemento clave de esta desaceleración ha sido sin duda el gran aumento de la deuda, especialmente de la deuda corporativa, desde el final de la Gran Recesión. Como un análisis reciente realizado por economistas de JP Morgan señala: «La actividad empresarial, en particular, se ha endeudado agresivamente en los últimos años, a menudo utilizando los créditos para recomprar acciones. Las proporciones de la deuda corporativa en relación con el PIB o los ingresos están empezando a ser bastante altas ‘». De hecho la deuda empresarial de Estados Unidos se encuentra ahora en su máximo de posguerra.
No hay duda de que las empresas capitalistas ‘vacilan’ mucho acerca de la inversión en nuevas tecnologías. ¿Pero por qué? Shiller reconoce que «la pérdida de confianza económica es una causa posible». Pero eso no es más que plantear la pregunta de otra forma. ¿Por qué ha habido una pérdida de confianza en la economía? La respuesta de Shiller es sugerir que nadie está dispuesto a invertir por temor a «el creciente nacionalismo; la inmigración y el terrorismo». Así que todo es debido a los temores políticos y culturales: una tesis económica no muy convincente.
Sí, la elevada deuda y la baja «confianza» son factores que conducen a la baja e incluso a la caída de la inversión en tecnología y, por tanto, un crecimiento bajo de la productividad. Pero son sólo factores sintomáticos, argumenta la teoría económica marxista, debido a que la rentabilidad del capital sigue siendo baja, especialmente en los sectores productivos. Sí, las tasas de ganancia en la mayoría de las economías crecieron desde la década de 1980 hasta el final del siglo XX, mientras el crecimiento de la inversión y el crecimiento del PIB real se redujeron. Pero la mayor parte de ese aumento de la rentabilidad fue en sectores no productivos, como bienes raíces y las finanzas. La rentabilidad industrial manufacturera se mantuvo baja, como varios análisis marxistas han mostrado.
Incluso la economía convencional, utilizando las categorías de la productividad marginal, revelan algo similar. Utilizando las principales categorías marginalistas, Dietz Vollrath encontró que la ‘productividad marginal del capital’ cayó constantemente desde la década de 1960. El capitalismo se ha vuelto menos productivo «marginalmente». La economía marxista puede explicarlo debido a un aumento de la composición orgánica del capital (más tecnología que sustituye trabajo vivo), que conduce a una caída de la tasa de ganancia (rendimiento del capital). Después de la Gran Recesión, la productividad marginal del capital se elevó debido a que la proporción destinada a las ganancias aumentaron. En términos marxistas, la tasa de plusvalía creció para compensar el aumento de la composición orgánica del capital. Aquí está el gráfico de Vollrath que muestra la evolución temporal de la productividad del capital, de 1960 a 2013. Si se quita el efecto de la creciente distribución de los beneficios, la productividad del capital continuó cayendo (línea de puntos).
Así que la conclusión de la nota del año pasado todavía es válida: «El crecimiento de la productividad sigue dependiendo de que la inversión de capital sea lo suficientemente grande. Y eso depende de la rentabilidad de la inversión. Todavía la rentabilidad es relativamente baja y sigue pesando la acumulación de deuda, sobre todo de la deuda empresarial, no sólo en las grandes economías, sino también en las economías capitalistas emergentes. Bajo el capitalismo, hasta que la rentabilidad se restablezca suficientemente y se reduzca la deuda (y ambas están relacionadas), los beneficios de productividad de las nuevas «tecnologías de punta» (según la jerga) de los robots, la inteligencia artificial, la impresión 3D, etc no impulsarán una recuperación sostenida del crecimiento de la productividad y por lo tanto del PIB real».
- Publicado en SinPermiso.