Francisco Garrido.
Toda decisión es el producto de una reflexión, o lo que es igual de una elección racional entre distintas opciones.Decidir viene del verbo latino “decidere” que significa separar, cortar, distinguir. La elección siempre es racional aunque esa elección consista, por ejemplo, en echar a suerte la elección (en bastante ocasiones el sorteo es la opción más racional). Toda acción no es una decisión, existen acciones que no están sometidas a la elección como las que podemos ejecutar durante el sueño, mediante los actos reflejos, en el automatismo fisiológico (la digestión) u otras muchas. Por eso es relevante distinguir acción y decisión. La máquina que expide refrescos realiza acciones cuando le introducimos las monedas correctas pero no toma decisiones; las decisiones las toma el comprador al introducir las monedas y elegir el refresco.
Decidir es pues un acción compleja en la que intervienen estados cognitivos, percepciones ambientales e impulsos motores. Hay acciones (como dormir) que son un subproducto de decisiones (decisiones indirectas):2 Me acuesto, apago la luz y cierro los ojos». Pero el sueño em algunas ocasiones viene como “el ladrón en la noche” y nos asalta sin haberlo premeditado; entonces dormir no es una decisión indirecta sino una simple acción. Hay otro tipo de decisiones rápidas cuyo fundamento no es la elección por valoración o cálculo sino la intuición pero las decisiones intuitivas son decisiones por que hay elección de una opción.
¿Pero qué ocurre cuando tenemos que decidir colectivamente? Entonces la decisión se llama deliberación. Aquí ya no vale la simple acción de elegir sino que es necesario que esa elección sea el resultado de reflexiones racionales compartidas entre todos aquellos y aquellas que participan en la decisión. Deliberar es un ejercicio de cooperación cognitiva complejo, mucho ms complejo que la simple decisión individual. Mas si miramos como opera en nosotros las maneras en que tomamos las decisiones individuales, veremos que ya hay una cierta forma deliberativa en ciernes, pues decidir es deliberar uno con uno mismo. Es la voz en off que aparece en la novela o en el cine, la voz callada del pensamiento. y de la lectura. Esta forma de protodeliberación que se produce en la decisión individual ,nos da una pista certera del origen social de toda decisión y de toda reflexión. Un hombre libre o una mujer libre es un microparlamento deliberativo cuando decide.
Por tanto participar es participar no en la acción asociada a la decisión (el voto) sino en la decisión que fundamenta y motiva la acción de votar. La acción colectiva no es igual a la decisión colectiva, que es un subtipo específico de aquella. Por ello votar no es decidir si no es el producto de una deliberación. Podemos votar y no decidir nada aunque no podemos decidir nada sin votar. Al igual que podemos hablar sin decir nada pero no podemos decir nada sin hablar (en un sentido amplio). La demanda de decidir colectivamente en pie de igualdad no está resuelta con la oferta de votar sino con la de deliberar y votar.
Si las decisión no es el producto de la deliberación igualitaria toda la superioridad cognitiva (millones de cerebros comunicándose) y evolutiva (cooperación) de la democracia frente a la oligarquía desaparece. Sabemos que las sociedades democrática son mucho más inteligentes que las sociedades oligárquicas Una sociedad sexista que deja fuera de la deliberación colectiva a las mujeres es mucho más estúpida y tiene menos posibilidades de supervivencia que una sociedad igualitaria. Pero todas estas venatjas se derivan de la participación masiva e igualitaria en la deliberación y decisión no en la simple acción de echar una papeleta en la urna o de pulsar un botón en el ordenador.
Las demandas actuales de más y mejor democracia pueden ser redirigidas hacia formas de acción colectiva si se amputa la deliberación. Sin información y sin espacios factibles para el debate público las votaciones pasan a ser acciones fácilmente manipulables o decisiones meramente intuitivas. Sin observamos bien toda la publicidad política (que en realidad es casi toda la publicidad) esta organizada para favorecer las decisiones intuitivas más groseras: miedos, xenofobia, supervivencia, inmediatez. Nuestro sistema democrático no carece de escenarios para la acción colectiva (podemos votar a quien queramos aunque sea cada cuatro años) pero si de escenarios y posibilidades para la deliberación y la decisión democrática. Una nueva forma de democracia mínima nos acecha al calor de las utilidades que ofrecen las TIC. Será una democracia basada en una demanda compulsiva de acciones sin deliberaciones, de voto sin decisión. Como en tantos otros campos la forma de censura contemporánea no viene de la mano de la restricción sino de la saturación: ¡Votad , malditos votad¡ puede ser la nueva consigna de la vieja tiranía.
Por eso molestan la ciencia y la investigación pública, la escuela pública, los medios de comunicación independientes, las instituciones culturales, el software libre y los códigos abiertos; son fuentes de deliberación colectiva. Pero también por esta misma razón estorban los partidos, las movimientos sociales, los sindicatos, las asociaciones pues son escenarios institucionales, con todos sus defectos, de deliberación. Una democracia racional pero también razonable, en los términos que usa Rawls, no puede ser nunca una democracia del voto compulsivo ni de las elecciones intuitivas. Construir espacios institucionales para la deliberación es uno de los grandes retos actuales de la democracia. Participar si, participar mucho más también pero participar en la deliberación, en la decisión no en acciones que bajo la forma de simulacros de decisión no hacen sino confirmar las órdenes y los intereses de la oligarquía que los programa.
De alguna forma cada uno de los aspectos anteriores de la decisión están coimplicados en el ser-responsable: 1º) la responsabilidad se contrae ante algún valor, incluyendo aquí eminentemente el valor integral de aquellas otras personas cara a las cuales debo responder de mi actuación; 2º) la responsabilidad requiere un sujeto que la haga propia, y ello no es posible sin la disposición moral a crecer en la responsabilidad como virtud; 3º) la responsabilidad conlleva la identificación externa de la acción por la que se responde, apta para ser imputada a su sujeto, que ha deliberado antes lo que ha decidido hacer (adviértase que tanto la responsabilidad como la deliberación sugieren etimológicamente la idea de peso), y 4º) la responsabilidad se dilata desde aquello que ha sido hecho hasta los efectos indirectos, en la medida en que entran en el radio de lo previsto y asumido.A diferencia de los actos del entendimiento, las decisiones apuntan a un curso de acción futuro, en el que concurren impoderables y decisiones ajenas, que sólo a lo largo de la realización se van haciendo explícitos. Por ello, la propia decisión es también asimilable a un proceso que ha de irse confirmando —y eventualmente revocando— en el tiempo, más allá de toda fijación, sin que ello signifique que haya habido precipitación en su adopción primera. En este sentido, el «facella e no enmedalla» sería tan irresponsable como no haber contado en el principio con los factores que la legitiman.II. Pasemos a examinar a continuación el papel que juegan cada uno de los criterios acabados de consignar en el campo de la práctica médico-curativa.