Votar.
Un virus ideológico recorre las filas de la ciudadanía nacido desde la impotencia y la irracionalidad y auspiciado por los enemigos de la democracia: la abstención. La rabia y la impotencia ante la gravedad de la crisis, la osadía criminal de la derecha y la parálisis de la socialdemocracia, han conducido a que se difunda la creencia de que no votar es una conducta más eficaz para el cambio que votar. Como si la derecha y los poderes oligárquicos gobernantes fueran a interpretar benignamente el vacío político que una abstención masiva provocaría. Grave error de conjetura que sería fatal y trágico de convertirse en acción política.
La derecha y el capital, especialmente en esta fase histórica, no padecen de ningún “horror vacui” al que la abstención le inquiete. Más bien al contrario, si algo le tira es el “conatus vacui”; una propensión patológica y autodestructiva a romper los lazos sociales, a destrozar toda expresión de comunidad virtuosa, a deshacer toda acción colectiva. La abstención no sólo les allana el camino del éxito electoral, pues ellos no se abstienen; sino que además refuerza la cultura de la derrota y de la apatía en el inconsciente colectivo de los y las que tiene que protagonizar el cambio.
Votar Europa.
Se argumenta que el parlamento europeo es una institución inútil, que la UE tiene gravísimos déficit democráticos o que esta gobernada por el neoliberalismo más dogmático. Ciertamente el parlamento europeo está lejos de ser una cámara de representación de la soberanía popular europea, tan lejos como la UE de ser un modelo democrático de Estado supranacional. Pero precisamente por eso porque queda mucho por hacer hay que acudir al instrumento más precisos y útil de cambio político que ha tenido los ciudadanos y las ciudadanas: el voto. ¿Alguien en su sano juicio cree que la abstención es más útil para derrotar al neoliberalismo que el voto masivo a las opciones políticas anticapitalistas y europeístas?
Esta Europa con todos sus déficits es preferible a la jauría de Estados nacionales competiendo unos contra otros y manejados por el imperio en medio de una globalización imparable. Poca Europa es mejor que nada de Europa. En el marco de la nueva división internacional del trabajo los Estados nacionales se sitúan en una escala no competitiva para gobernar los grandes flujos mundiales del capital. Los cambios ya no pueden ser realizados en escalas inferiores a los que representan la actual UE. Este es el terreno de juego de la lucha de clases, aquí está Rodas, aquí hay que jugar.
Votar izquierda.
En un momento histórico en el que hasta a la derecha civilizada le preocupa el caballo desbocado de la desigualdad, este es el sentido del revuelo mediático del libro de Piketty`s, sólo desde la izquierda pueden venir la alternativas. Es por ello que ahora, en un horizonte de fin del crecimiento, es más evidente que no se puede desvincular la democracia de la igualdad como el discurso liberal ha sostenido y hoy defienden ciertas formas de “ciudadanismo” más que sospechosa, defienden.
La desigualdad de género, la desigualdad social, la desigualdad territorial mina la democracia y siembra el caldo de cultivo ideal para la destrucción ecológica. La Europa que soñamos y que necesitamos es incompatible con el proyecto neoliberal porque es incompatible con los niveles de desigualdad que este implica. Solo una mayoría de izquierdas puede invertir este proceso y salvar el proyecto europeo. Sólo una mayoría de izquierdas puede arrastrar a la parte más civilizada de la derecha hacia donde en algún momento original estuvo; a una Europa unida, fuerte, democrática igualitaria.
Hubiese sido deseable que la valiosa pluralidad ideológica de la izquierda se hubiese articulado electoralmente de tal modo que esa pluralidad no fuera un obstáculo para el éxito. No ha podido ser así y aunque se han alcanzado relevantes acuerdos de unidad y convergencia, esto son claramente insuficientes para el reto que han enfrentar. En el futuro inmediato habrá que pensar fórmulas organizativas que sean capaces de compaginar pluralidad ideológica y eficacia electoral.
El próximo 25 de mayo hay que votar, hay que votar Europa y hay que votar izquierda.