Francisco Garrido. Decía Elías Canetti, en La Provincia del hombre, que con KafKa se nos había alumbrado un nuevo tipo de ayuntamiento sentimental, hasta ahora desconocido y escindido entre el “sin sentido” y la compasión. Las religiones nos habían impuesto una visión por la cual la compasión iba unida, de forma indisociable, a cierto sentido transcendente del mundo. Sin Dios solo quedaría la frialdad de la indiferencia hacia el otro o el terror de la crueldad hacia el semejante deformado como cosa extraña. Kafka , por el contrario, anticipó por medio de metáforas, como hace el arte, algo que ya estaba en el germen mismo de las ciencias sociales; una compresión racional y material del sentido de la vida humana que no sólo lo era ajena a la empatía sino que brotaba de la compasión natural.
La crítica demolió todos los falsos mitos y nos sometió a los límites de la racionalidad y la materia. Nos libero del poder despótico de los brujos y de los sacerdotes y nos acercó a nuestra naturaleza finita y hermosa. Sometió a todos los juicios a su escrutinio y revisión pública y objetiva. La filosofía, la historia, la arqueología, la sociología , la biología evolutiva o la economía nos enseñaron a mirarnos sin miedo y en libertad. Pero junto a la crítica, y en la ciencias de la salud, también estuvo la clínica, ese saber de la escucha del dolor y de los signos y las pasiones del cuerpo. humano. Estas dos arterias ha nutrido, aunque muchas veces se ignoren mutuamente, el corpus de las vicia sociales y tan ciencia social es la psiquiatra, la cardiología o la enfermería como la economía, la historia o la sociología. Ya no hablamos dela manida división entre ciencias de la cultura y cierras de la naturaleza, sino de la escisión errónea dentro de las disciplinas que estudian a la especie humana.
Crítica y clínica son las dos caras de las ciencias sociales que no siempre han estado articuladas como debieran amenazadas por la tecnocracia y la mercantilización del conocimiento. . Muchos han reaccionado ante este divorcio entre crítica ( fría) y clínica (caliente) optando por el desprecio de la crítica y abrazados por el calor del irracionalismo. Otros han optado por la ignorancia de la cínica y ha quedado congelados en la fría inutilidad de una objetividad tan corta que ni objetiva es. Necesitamos una compresión de las ciencias sociales, y de la ciencias en general, basadas en una crítica clínica y en una clínica crítica. La igualdad, la libertad, la reducción del sufrimiento y de la indignidad, la posibilidad de la felicidad, el estímulo de la cooperación y la empatía son valores epistemológicos ; al igual que la verdad, la coherencia, la validez, la refutabilidad, la experimentalidad, la objetividad, la parsimonia o el equilibrio reflexivo son también valores éticos, en si mismos valiosos, y no meramente instrumentales.
Sin clínica, la crítica es ciega; sin crítica, la clínica es impotente e inútil. Kafka intuye claramente dos cosas ; una, los terrores absurdos que provoca en la modernidad tardía la división (burocrática o tecnocrática) entre critica y clínica en un mundo donde los dioses están retirada. Y dos, la enorme potencialidad que tiene ese nuevo sentido que el solo esboza desde la belleza literaria, sumando lucidez y conmoción. Como en verso de Alexandre , solo así la ciencia será, “como un palio sobre nuestra existencia”.