Las redes sociales han puesto de moda la simplificación argumental. Si Esperanza Aguirre es lo peor, automáticamente se convierte en bueno a su opositor; si el PP no condena el Franquismo, se justifica que uno de izquierdas frivolice sobre el nazismo; que el PP esté corrompido por la Gürtel, salva a Tania Sánchez de haber cometido un delito durante el tiempo que fue concejala de IU en Rivas; que la democracia en España sea incompleta y aumente brutalmente la desigualdad, convierte a Venezuela en un régimen perfecto.
Y así hasta un largo etcétera de paralelismos tramposos que caben en 140 caracteres y son tremendamente peligrosos porque en un tuit no caben los matices. Y sin matices, el relato es incompleto, tramposo y la democracia se convierte en emocioncracia. En un festival de vísceras donde muere la verdad, la honestidad intelectual y el análisis pormerizado.
Básicamente, esto es lo que ha ocurrido con los tuis antisemitas publicados por el concejal de Cultura de Ahora Madrid, Guillermo Zapata. El primer afectado por la falta de matices es el propio Zapata, que está siendo diana de quienes quieren hacer caer el gobierno progresista de la capital de España.
Zapata es víctima y verdugo. El edil milita en eso que llaman “nuevas maneras de hacer política”, que es básicamente una nueva manera de comunicar, en la que están ausente los matices y se reduce el mensaje hasta hacerlo incomprensible y sólo tiene un objetivo: dilapidar a la víctima elegida. Hoy la víctima es Zapata, ayer pudo haber sido cualquier otro político de signo contrario.
En la “nueva política”, los discursos de los políticos ya no son reflexiones en oraciones subordinadas, con matices; desde hace un tiempo en el que las formas populistas nos inundan, lo que se estila es la argumentación en oraciones simples de 140 caracteres inconexas entre sí.
“No nos representan; todos los políticos son iguales; PPSOE la misma mierda es; no existe democracia; gobernar obedeciendo; los sueldos de los políticos son una vergüenza; hemos vivido por encima de nuestras posibilidades…”, son algunos de los eslóganes que se han repetido hasta la saciedad durante estos años duros de crisis e indignación.
Ahora, tras el cambio político en la mayoría de ayuntamientos y comunidades autónomas, las víctimas son precisamente quienes creyeron haber encontrado en esta “nueva forma de comunicar” el secreto para echar a la “casta”, otro palabro sin matices que generaliza y sitúa en el mismo lugar a Felipe González que a un humilde concejal socialista que trabaja por su pueblo sin cobrar un duro por ello.
La emocioncracia, el gobierno de las emociones, nacida de la indignación, fomentada por los medios de comunicación a los que les ha interesado más indignar que concienciar y difundida por las redes sociales, es el caballo de Troya de la democracia, porque la democracia no es democracia si triunfan los instintos sobre el sentido crítico y la racionalidad.
Comunicar sin matices nos lleva directamente a la destrucción de las garantías democráticas que separan un sistema totalitario de un sistema político garantista. Esta manera de comunicar a base de paralelismos tramposos y simples, apela a los bajos instintos, polariza a la población entre dos opciones posibles y asesina el pluralismo, símbolo de una democracia de primera división.Esta manera de comunicar es la traslación de la lógica de la telebasura al debate político.
Con la diferencia de que una sociedad se puede permitir simplificar y frivolizar sobre la reconstrucción del himen de Leticia Sabater , pero no puede ni debe frivolizar y simplificar sobre el nazismo o emparedar a quien nos venga en gana en 140 caracteres, como si estuviéramos en el plató de Sálvame Deluxe; que es en lo que se han convertido muchas tertulias políticas de hoy, platós de Sálvame Deluxe donde en lugar de Belén Esteban se habla de política. Guillermo Zapata, el edil de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, está tomando estos días de su propia medicina. Matices, matices y más matices.